BRATISLAVA, 11 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Al llegar este jueves a Eslovaquia, Juan Pablo II rindió homenaje a la fidelidad de los católicos del país, a pesar de la persecución comunista, y alertó ante los peligros de la construcción de una nueva Europa basada sólo en intereses económicos.
El Santo Padre, que fue recibido en el aeropuerto de la capital por las máximas autoridades del Estado, leyó la primera y la última parte de su discurso en eslovaco, dejando que los pasajes centrales fueran leídos por monseñor Rober Urland, sacerdote que colaborador suyo en la Secretaría de Estado del Vaticano.
El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, explicó a los periodistas que «no
obstante el Papa hubiera querido seguir leyendo su discurso, me parece lógico que, si de alguna manera se le pueden evitar esfuerzos en este viaje, se le eviten».
Navarro-Valls recordó que no ha sido la primera vez que el Santo Padre no acababa un discurso, aunque precisó que probablemente era la primera vez que ocurría durante una ceremonia de bienvenida.
Hablando en eslovaco, el Papa dijo nada más llegar: «Doy gracias al Señor que me concede pisar por tercer vez el suelo de la querida tierra eslovaca. Vengo como peregrino del Evangelio para traer a todos un saludo de paz y de esperanza».
El discurso preparado por el obispo de Roma, recordó la decisiva contribución de los católicos a la construcción de la nación eslovaca, algunos de ellos santos, como es el caso de los apóstoles de los eslavos, los santos Cirilo y Metodio de Tesalónica.
El Santo Padre mencionó asimismo la contribución que han ofrecido al país los beatos que proclamará el próximo domingo en Bratislava, el obispo católico de rito oriental, Vasil Hopko (1904-1976) y sor Zdenka Schelingová (1916-1955), ambos fallecidos a causa de las consecuencias de la persecución comunista.
«Todos han trazado surcos fecundos de bondad en la civilización eslovaca --reconoció el Papa--. La historia de esta tierra se presenta, de este modo, como historia de fidelidad a Cristo y a la Iglesia».
Mencionando el ingreso de Eslovaquia el próximo mes de mayo en la Unión Europea, alentó al país a buscar no sólo «ventajas económicas», sino a ofrecer al continente la contribución de su «rica tradición cristiana».
En su discurso de bienvenida, el presidente de la República Eslovaca, Rudolf Schuster, subrayó la importancia de la visita papal, «que tiene lugar en el período del vigesimoquinto aniversario» de este pontificado, e infunde en los corazones de sus compatriotas «esperanza, amor y humildad», valores que el pontífice profesa y realiza «con toda su vida».
Al concluir la ceremonia de bienvenida, Juan Pablo II se trasladó a la nunciatura apostólica de Bratislava, donde pernoctará hasta el próximo domingo, día en que concluye su viaje internacional número 102.
En esa sede, recibió en audiencias separadas al presidente Schuster, al presidente del Parlamento, Pavol Hrusovsky, y al primer ministro, Mikulas Dzurinda.
En estos encuentros, el Papa regaló una copia de plata de la escultura de Alonso Cano, que se encuentra en la catedral de Granada, y recibió una obra de artesanía local, que representa el rostro de Cristo.
En la tarde, Juan Pablo II debía recorrer algunos pueblos de las afueras de Bratislava hasta llegar a Trnava, una de las localidades más antiguas del país. El Santo Padre debía rezar en la catedral, dedicada a san Juan Bautista, construida entre los siglos XVII y XVIII. Tras saludar a los fieles, el programa preveía su regreso a la nunciatura apostólica.
En estos cuatro días en Eslovaquia, el Papa visitará en avión y en coche numerosas ciudades, pues ha querido visitar diócesis que no había recorrido en sus dos viajes precedentes. La peregrinación culminará con las beatificaciones del domingo.
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Sep 11, 2003 00:00