Este fenómeno, denuncia, se dio por «la multiplicación de grandes y cotidianas formas de corrupción económica y política, y por el ingrediente de la ineptitud de cierta dirigencia».
Al explicar el desafío de evangelizar «el escándalo de la pobreza y la exclusión social», el prelado misionero añade «hoy se hace presente en nuestra patria la destructiva gravedad de los pecados sociales que claman al cielo: la corrupción que parece persistir por la impunidad, el descaro de quienes transfieren sus capitales al exterior sin ninguna regulación del Estado, el quiebre del sistema jurídico unido a la inobservancia de las leyes, la inseguridad y el aumento de la brecha que se abre entre unos pocos privilegiados con grandes posibilidades y la marginación de multitudes excluidas hasta de los mínimos recursos para llevar una vida digna».
El obispo se extrañó de que esta «grave realidad» de la pobreza y el hecho de que los ingresos de los ricos superan 30 veces a los de los más pobres haya aparecido en un matutino como una «novedad», cuando «la verificamos en la convivencia cotidiana, en la calle, en la chacra y en el campo». Recordó que el «alarmante» ensanchamiento de la brecha social ya ha sido motivo de advertencia en «varios documentos de la Iglesia y del mismo papa Juan Pablo II».
Monseñor Martínez advierte que «esta realidad corre el riesgo de despertar idealismos que siempre han llevado a la violencia y al fracaso», pero además sostiene que esta problemática debe «pesar en nuestra conciencia cristiana y la conciencia de la gente que obra con rectitud y honestidad, buscando respuestas desde la justicia y el amor al prójimo, la comunicación de bienes y la globalización de la solidaridad».
«Desde esta perspectiva los nuevos gobiernos nacional y provincial deben realizar un fuerte compromiso de ‘incluir a los pobres’ en sus propuestas y proyectos, no tanto desde el asistencialismo, sino desde el trabajo y la promoción humana».