Juan Pablo II condena enérgicamente la violencia que ensangrienta Uganda

CASTEL GANDOLFO, 22 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha lanzado un vibrante llamamiento a superar la violencia que en los últimos tiempos ensangrienta algunas regiones de Uganda.

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La reivindicación del Santo Padre tuvo lugar este sábado al encontrarse con los obispos del país que desde el 10 de septiembre realizaron su quinquenal visita «ad limina» a Roma.

«Por desgracia, algunas partes de vuestro país están involucradas en situaciones de conflictos armados y anarquía. Especialmente en el norte, la pesadilla de la guerra está provocando miseria, sufrimientos y muertes inenarrables, golpeando incluso a la Iglesia y apuntando contra sus ministros y sus hijos», denunció el Santo Padre.

En esas regiones, los rebeldes del LRA («Ejército de Resistencia del Señor», por sus siglas en inglés) –a las órdenes de Joseph Kony, un visionario a sueldo de Sudán que intenta derrocar el gobierno del presidente ugandés Yoweri Museveni– se ensañan con las poblaciones Acholi, Teso y Lango, asesinan y secuestran a cientos de menores –destinados a convertirse en niños-soldado– o a mujeres como concubinas de los superiores

«En el oeste y en noreste también se dan episodios de violencia y hostilidades que afligen al país, acaparando la vida y las energías de vuestra gente», añadió el Papa.

«Al aseguraros a vosotros y a vuestra gente mi cercanía espiritual en estas funestas circunstancias, me uno a vosotros en la condena de todo acto de derramamiento de sangre y de destrucción», afirmó.

«Hago un llamamiento urgente a las partes involucradas a rechazar la agresión y a comprometerse junto a los ciudadanos con valor y en la verdad a construir un futuro de esperanza, justicia y paz para todos los ugandeses», exhortó.

«Como obispos tenéis el serio deber de afrontar desafíos de particular importancia para la vida social, económica, política y cultural de vuestro país, para que la Iglesia esté presente de manera más efectiva en esas áreas», dijo.

«Ha llegado la hora para los católicos, junto a los demás cristianos, de ofrecer el frescor del Evangelio en la lucha por la defensa y la promoción de los valores fundamentales sobre los que se construye una sociedad verdaderamente digna del hombre», indicó.

«Es particularmente importante, en este mismo contexto, los esfuerzos orientados a superar los conflictos tribales y las tensiones étnicas». El Papa concluyó con una frase enérgica: «No hay lugar en la Iglesia de Cristo para esas rivalidades».

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ZENIT Staff

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