CASTEL GANDOLFO, 23 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Más de 1.000 delegados de la Renovación Carismática Católica procedentes de 73 países tuvieron la oportunidad de constatar este lunes, junto a Chiara Lubich -fundadora del Movimiento de los Focolares-, la acción del Espíritu Santo en las nuevas comunidades eclesiales.
El predicador oficial de la Casa Pontificia -el padre Raniero Cantalamessa, ofm cap.- es el encargado de predicar el retiro al que asisten –del 20 al 25 de septiembre– carismáticos católicos de los cinco continentes.
La santidad, a la luz de la Encíclica de Juan Pablo II «Novo Millennio Ineunte», es el tema elegido para el encuentro al que ha brindado su hospitalidad el movimiento de los Focolares en el centro internacional
Mariapolis, en la localidad de Castel Gandolfo -a unos 30 kilómetros de Roma–.
Esta «corriente de gracia» –como se conoce a la Renovación Carismática– surgida en el entorno universitario estadounidense en 1967, se difundió rápidamente por todo el mundo a través de un fuerte redescubrimiento de la fe y de la acción del Espíritu Santo en la vida de los cristianos.
Reconocida por el Consejo Pontificio para los Laicos, actualmente más de cien millones de católicos participan de su espiritualidad, según confirmó Alan Panozza, presidente de los «Servicios Internacionales
de la Renovación Carismática Católica» (ICRSS, por sus siglas en inglés), con sede en el Vaticano.
«Hace años que la Renovación Carismática y el Movimiento de los Focolares empezaron a vivir en comunión entre ellos, al igual que con otras realidades eclesiales, para contribuir a que la Iglesia sea, como
desea el Santo Padre, «una casa y una escuela de comunión» (Cf. Novo millennio ineunte, 43)», explicó Chiara Lubich ante la asamblea carismática.
El testimonio que ofreció Lubich este lunes se convirtió en la constatación del papel central del Espíritu Santo también en el movimiento de los Focolares, que «es fruto de un carisma, el «carisma de la unidad»,
por lo cual el Espíritu Santo es su verdadero Protagonista, su autor principal».
«Siempre ha sido Él quien nos ha iluminado, guiado, sostenido (…). Si nosotros podemos hacer algo en este Movimiento, es porque tratamos de ser sus instrumentos y su imperfectos colaboradores», afirmó.
Chiara Lubich reconoció que «aun si en los comienzos del Movimiento no éramos plenamente conscientes de la acción del Espíritu Santo entre nosotros, ahora, con una mirada retrospectiva podemos afirmar que en nuestra historia se encuentran efecto similares a los que Él produjo en Pentecostés, cuando nació la Iglesia».
El Espíritu Santo «reaviva el cristianismo en el corazón de las personas, en toda su integridad –afirmó–; lo presenta nuevamente en su radicalismo y lo hace vivir».
Esa experiencia, también lleva en el seno del Movimiento de los Focolares a un conocimiento personal de Jesús, al amor según su mandamiento –«Amaos mutuamente como yo os he amado» (Jn, 15, 12)–, a «la realidad de un solo corazón y de una sola alma, y como consecuencia florece en los focolarinos la comunión total de los bienes materiales y espirituales, y en los demás miembros según su propia vocación».
«En el Movimiento además se puede constatar una sed intensísima de la Palabra de Dios», la Eucaristía «está el centro de todas nuestras manifestaciones», y entre las características de esta realidad eclesial también están «las conversiones, innumerables conversiones», añadió Lubich.
Fruto de la acción del Espíritu Santo, que igualmente se ha podido constatar entre los focolares, «es el anhelo tan difundido de la santidad».
«Les he confiado algo de la relación que existe entre el Espíritu Santo y el Movimento de los Focolares -concluyó Chiara Lubich su testimonio ante los carismáticos católicos–. Con esta comunión espero que el Espíritu Santo, desde ahora en adelante, nos haga sentir más cerca todavía, más uno, aún en la diversidad de nuestras funciones».