CASTEL GANDOLFO, 25 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II considera que la Iglesia católica debe ser «una Iglesia de los pobres», es decir, una comunidad en la que sus hijos viven la «opción preferencial» (no excluyente) por los más necesitados.
Así lo manifestó este jueves al encontrarse con un grupo de obispos de Filipinas provenientes de las provincias de Cagayán de Oro, Cotabato, Davao, Lipa, Ozamis y Zamboanga.
En su discurso, el pontífice apoyó el programa pastoral de la Iglesia en Filipinas en el que se puede leer: «Siguiendo a nuestro Señor, optamos por ser una Iglesia de los pobres».
Según el obispo de Roma, «una Iglesia de los pobres» es «una comunidad de fe que abraza y vive el espíritu evangélico de pobreza, que armoniza el desapego de los bienes con una profunda confianza en el Señor, única fuente de salvación».
«Hay que subrayar que esta preferencia por los pobres no es en ningún sentido exclusiva, sino que abarca a todas las personas, sin tener en cuenta su condición económica o su categoría social», aclaró.
«Es una Iglesia que ofrece una atención preferencial a los pobres, tratando de compartir tiempo y recursos para aliviar sus sufrimientos», indicó.
«Es una Iglesia que trabaja con todos los sectores de la sociedad, incluidos los mismos pobres, para buscar soluciones a los problemas de la pobreza, y así liberar a la gente de la miseria», subrayó.
«Es una Iglesia que utiliza los talentos y dones de los pobres, contando con ellos en la misión de evangelización. La Iglesia de los pobres es una Iglesia en la que los pobres son bienvenidos, escuchados e involucrados activamente», añadió.
En este sentido, aclaró, «una auténtica Iglesia de los pobres contribuye de manera decisiva a la necesaria transformación de la sociedad, a la renovación social basada en la visión y en los valores del Evangelio».
«Esta renovación es una empresa que tiene en los laicos a sus principales y esenciales agentes –recalcó en su discurso en inglés–: por ello, es necesario dar a los laicos los instrumentos necesarios para desempeñar este papel con éxito».
«Esto implica una cuidadosa formación en la doctrina social de la Iglesia, y un diálogo constante con los sacerdotes y religiosos sobre las cuestiones sociales y culturales», reconoció.
En particular, esta opción implica testimoniar la visión cristiana del matrimonio y la familia, propuso el obispo de Roma.
«Cuando la vida familiar es sana y fecunda, se da un intenso sentido de comunidad y solidaridad, dos elementos esenciales para la Iglesia de los pobres», concluyó.
Los prelados filipinos recibidos en audiencia constituyen el primero de los tres grupos de obispos del país asiático con el mayor número de católicos que en los próximos dos meses visitarán al Papa y a la Curia romana en cumplimiento de su quinquenal visita «ad limina Apostolorum».