ROMA, 4 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Además de minar su desarrollo, el hambre es una negación evidente de los derechos fundamentales de cada ser humano, denunció el martes el observador permanente de la Santa Sede ante la FAO –Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación– en la 32ª sesión de la Conferencia del organismo que se celebra en Roma hasta el 10 de diciembre.
Reconociendo la meritoria acción que desempeña la FAO en su campo, monseñor Renato Volante manifestó la importancia de una «gestión “apropiada y sostenible” de los recursos de la Creación de cara a la deseada seguridad alimentaria que esté a la altura de la dignidad de la persona humana en todos los lugares del planeta».
De ahí la intención de la delegación de la Santa Sede, que encabeza, de «alentar el esfuerzo de todos –gobiernos, organizaciones de la sociedad civil e individuos— y apoyar los esfuerzos realizados» en este sentido, recoge el «Vatican Information Service» (VIS) .
Monseñor Volante aludió en su intervención a la Cumbre Mundial sobre la Alimentación celebrada en 1996. En ella, los Estados miembros de la FAO se comprometieron a reducir a la mitad en el año 2015 la cifra de personas que padecen hambre (800 millones).
«El hambre y la malnutrición no sólo impiden el pleno desarrollo de la personalidad de cada ser humano –denunció–, sino que constituyen una evidente negación de sus derechos fundamentales, los mismos que se proclaman y afirman en cartas y declaraciones internacionales y en diversas formas dentro de los Estados».
Por ello recordó que «sólo una solidaridad concreta, que consista en una aportación a los recursos del presupuesto, permitirá mirar al futuro con mayor confianza».
Tras señalar que los recursos agrarios y alimentarios determinan principalmente la capacidad productiva de los países y generan ocupación y desarrollo económico, el observador de la Santa Sede pidió –en la perspectiva de una atención a los más pobres y débiles— que se «apoyen las actividades y practicas artesanales», «realidad económica de base para la mayor parte de los países en desarrollo».
Finalmente, en cuanto a la «Alianza Mundial contra el Hambre», adoptada al final de la Cumbre Mundial sobre Alimentación, monseñor Volante advirtió de que su resultado es «cuestión de voluntad y responsabilidad política».
Ello se traduce «en los diversos aspectos que interesan los sectores de la agricultura, los bosques y la pesca, teniendo en cuenta de forma particular las cuestiones ligadas a la ecología y a la gestión de los recursos», subrayó.