ROMA, 12 diciembre 2003 (ZENIT.org).- México y América Latina, en general, no serían motivos de esperanza para la Iglesia católica hoy sin un acontecimiento que cambió su historia en un 12 de diciembre de 1531, las apariciones de la Virgen María al indígena Juan Diego, canonizado por Juan Pablo II el 31 de julio de 2002.

El padre Javier García, l.c., profesor de Cristología en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma, perito en el Sínodo de Obispos de América, y consultor de la Comisión Pontificia para América Latina, analiza en esta entrevista concedida a Zenit las consecuencias de aquel acontecimiento en particular para la fe de los 55 millones de indígenas mexicanos y latinoamericanos.

--¿Se podría decir que Juan Diego es el mejor ejemplo de inculturación del cristianismo entre los hombres y mujeres indígenas de América Latina?

--Javier García: Los obispos de América Latina y el mismo Papa han afirmado que el «evento gudalupano», lo que entonces sucedió, es el mejor ejemplo de inculturación. Ahora bien, esto encierra varias realidades: la imagen de la Virgen de Guadalupe, su mensaje, el «Nican Mopohua» --la narración original de los hechos--, el encuentro de dos culturas, el haber elegido a Juan Diego --un indígena--, la casa --es decir, la posterior basílica--, y la expresión religiosa que surge.

Lo que si han dicho los obispos mexicanos, y el Papa subrayó en la homilía de canonización de Juan Diego es que «el "acontecimiento guadalupano" significó el comienzo de la evangelización con una vitalidad que rebasó toda expectativa. El mensaje de Cristo a través de su Madre tomó los elementos centrales de la cultura indígena, los purificó y les dio el definitivo sentido de salvación. Así pues, Guadalupe y Juan Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de evangelización perfectamente inculturada».

--Todo santo tiene una virtud particular vivida en grado heroico. ¿Cuál cree usted que fue la virtud que caracterizó a Juan Diego?

--Javier García: Yo creo que fue la humildad. De hecho es lo que comenta el Papa en esa homilía. En primer lugar, se mostró sumamente dócil a la Santísima Virgen: le pide que vaya a ver al obispo. Llega al palacio del obispo y los servidores le hacen esperar, se ríen de él, le humillan. Después de esperar, el obispo lo escucha pero no le cree. Él vuelve a ver a la Virgen y le dice que él no es nadie, que busque a otro mensajero, pero María insiste en que sea él. Va otra vez con el obispo, quien le pide a la Señora otra señal...

Es una actitud de una humildad que no es servil, pues cuando regresa con la prueba --la imagen de Guadalupe--, se muestra ante el obispo como un hombre de palabra: le ha pedido una prueba y él se la trae.

--¿No cree que esta humildad es una virtud común a los hombres y mujeres indígenas?

--Javier García: La humildad es una situación típica en la que viven los pueblos indígenas. Es gente buena, gente muy recta, que una vez que vive y asimila la fe cristiana la vive con mucha autenticidad y frescura. Pero no es esa humildad a la que aludió cierta prensa en México con motivo de la canonización de Juan Diego: lo presentaban como una figura disminuida que sirviera de ejemplo para seguir dominando a los indígenas. Eso no es humildad. La humildad cristiana nunca es servilismo. Es valentía para conocer la propia verdad y sobre todo para conocerse ante Dios en la propia condición de creatura.

--¿No cree que a los indígenas de México y de América Latina les faltan espacios en la sociedad y en la Iglesia para transmitir su riqueza?

--Javier García: Les faltan espacios en las sociedades nacionales, pues los indígenas han estado marginados, abandonados y explotados. Se les quitaron sus tierras, su hábitat, y para ellos vivir en su tierra y ambiente es importantísimo, pues ahí es donde expresan su religión, sus relaciones de comunidad, su enorme respeto por la tierra. Quitarles su entorno vital es dejarles a la intemperie.

Por otro lado, los gobiernos nacionales se han preocupado poco por una educación adecuada: ellos quieren ciertamente acceso a los beneficios de la sociedad actual, pero piden que se les respete su identidad y que puedan crecer en ella. Por ejemplo, quieren poder educarse en su lengua, en su visión antropológica ---tradiciones, costumbres, música, símbolos, que son riquísimos--. Todo esto se ha descuidado.

Han empezado a hacer sentir su voz y los gobiernos han empezado a recogerlo en legislaciones y en disposiciones administrativas a partir del año 1992, cuando se preparaba el V Centenario del Descubrimiento de América. En esa ocasión los indígenas se preguntaron qué es lo que iban a celebrar, si se les había golpeado y despojado. Esto les ayudó a reunirse y a hacer sentir su voz. Y en esto la Iglesia les ha apoyado, en lo que son reivindicaciones legítimas. Ahí están los discursos del Papa del 12 de octubre 1992, en la visita que hizo a Santo Domingo. Al año siguiente, en agosto, viajó a Izamal, en la península mexicana de Yucatán, para repetirles que la Iglesia les apoya en sus reivindicaciones, y en el crecimiento en sus valores. A partir de ese momento florecieron organizaciones en cada país e incluso a nivel continental.

En el ámbito religioso, se empezó a valorar la importancia de expresar la religión con sus propios símbolos. Manifestaron su decisión de expresar el cristianismo en su propio lenguaje cultural, en su idioma. Los indígenas quieren vivir el Evangelio en su propia cultura. Y los obispos y pastores y teólogos están trabajando con ellos.

La Santa Sede y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) han organizado dos grandes congresos --en Oaxaca, en abril de 2002, y otro en octubre pasado, en Riobamba--, sobre esta temática. Esto es lo que se llama «teología india» o «sabiduría india».

En Mérida, durante todo el año pasado, a partir del 11 de agosto de 2002, se vivió un especie de jubileo de los diez años del mensaje del Papa a todos los indígenas de América Latina.

Ahora, el CELAM está promoviendo congresos por regiones para conocer mejor las culturas y entablar un adecuado diálogo entre Evangelio y culturas indias: están las ricas culturas náhuatl (México), maya (Centroamérica), cuna (Panamá), chibcha (Colombia), Quechua (países andinos), culturas mapuches, amazónicas, etc . Se abre así una fase de diálogo entre el cristianismo con cada cultura.

--Algunos han dicho que la «teología india» es una segunda edición de la «teología de la liberación». ¿Es verdad?

--Javier García: Algunos han presentado la «teología india» como una adaptación de aquella corriente de la «teología de la liberación» que promueve la lucha de clases. Esta versión marxista --de un lado los capitalistas que controlan los medios de producción y de otro los proletarios-- , se aplicaría también a la oposición entre los grandes latifundistas, el gobierno, o incluso la Iglesia y los indígenas (nuevos proletarios).

Pero, como explican los mismos indígenas, la realidad no es así. Ellos explican que su reivindicación más que de tipo laboral o económico es sobre todo cultural, y en particular religiosa.
Ellos tienen un gran riqueza de símbolos para expresar su relación con Dios, con la comunidad, con la tierra que ha sido ignorada. Reivindican su derecho a expresar su fe con sus lenguajes.

Hay quien plantea las reivindicaciones de los indígenas como reinvindicaciones políticas, incluso por medio de la violencia. Ahí está el caso, por ejemplo, del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), en Chiapas. La Iglesia nunca ha apoyado ningún movimiento violento. Algunos líderes políticos están tratando de instrumentalizar el movimiento indígena para golpear a otros, s egún sus propios intereses e ideologías . Pero eso no es la «teología india», ni la inculturación del cristianismo que apoya la Iglesia. Y los indígenas tampoco quieren ser manipulados.