CARACAS, 9 diciembre 2003 (ZENIT.org).- La archidiócesis de Caracas ha manifestado su pesar por la «mutilación» y «ultraje» que sufrieron las imágenes de la Virgen María en la Plaza Francia de Altamira el pasado sábado a manos de partidarios del gobierno del presidente Hugo Chávez.

Los hechos ocurrieron cuando, frente al parque, pasaba la marcha de simpatizantes del «chavismo» con dirección a la Avenida Bolívar de la capital venezolana.

Hechos como éste «no sólo no reflejan el sentir de la inmensa mayoría del pueblo de Venezuela que se identifica con los principios de la fe católica», sino que «son rechazados, tanto por la ofensa misma a las veneradas imágenes, como porque ponen de manifiesto la descomposición y pérdida de valores en que viven quienes actuaron de esa forma», constata un comunicado del arzobispado de Caracas difundido el lunes.

En respuesta a estos ataques, el texto, firmado por los obispos auxiliares de Caracas monseñor Nicolás Bermúdez Villamizar –administrador apostólico--, monseñor Roberto Dávila Uzcátegui y monseñor Saúl Figueroa Albornoz, invita a los fieles católicos «a trabajar incansablemente para que los valores de la verdad, la justicia, el amor y la paz se hagan presentes en la vida de todos los que habitamos Venezuela».

Haciendo un llamamiento al diálogo, los prelados advierten de que «sólo si el amor al prójimo se impone, podremos seguir viéndonos y tratándonos como hermanos, a pesar de las diferencias que podamos tener entre nosotros».

Condenando la profanación, el arzobispo de Mérida y presidente de la Conferencia Episcopal venezolana, monseñor Baltazar Porras, constató en declaraciones a la prensa que no se trató sólo de vandalismo, «sino que hubo manifestaciones de verdadero desprecio contra el respeto más mínimo que debe tenerse a cualquier persona o cualquier símbolo, no sólo religioso».

Para el prelado, la agresión del pasado sábado en Altamira es otro hecho dentro de una «continua escalada de irrespeto más absoluto de todo tipo de institución, de todo tipo de valor, como si fuera un dios absoluto un proyecto político, lo cual tiene que ser rechazado».