El niño, Zeeshan Gill, secuestrado en la mañana del 7 de noviembre mientras regresaba a su casa, habría sido llevado después a una madrasa (escuela religiosa islámica) donde fue obligado a ayunar, y amenazándole de muerte se le obligó a rezar el credo islámico.

La noticia ha sido dada por «Barnabas Fund», organización que desde 1993 se moviliza a favor de los cristianos perseguidos, después de haber sido contactada por el «Centre for Legal Aid, Assistance and Settlement» (CLAAS) de Lahore, al que se había dirigido la familia de la víctima tras lo sucedido.

Según la «Barnabas Fund», la madre del niño agredido, Razia, fue informada por la mezquita que dirige la escuela tres días después del secuestro. En el mensaje, se explicaba que el hijo había abrazado el Islam por su propia voluntad y que no regresaría a casa. Según esta fuente, al niño se le había comenzado a instruir en el uso de armas, como pistolas y granadas.

La madre, desesperada, se dirigió al Tribunal de justicia local, que a su vez envió a un oficial judicial a la madrasa para presentar al director del religioso una orden de comparecencia ante la corte junto a Zeeshan.

Durante la audiencia, según se lee en el testimonio, «el niño repitió insistentemente que había abrazado el Islam por su propia voluntad y que sólo regresaría a su casa cuando se convirtiera su madre».

A pesar de las peticiones de la madre, el juez decidió que no podía atender a las reivindicaciones de la mujer, pues a pesar de que era menor de edad, Zeeshan tenía derecho a convertirse al Islam.

El 24 de noviembre los secuestradores del niño le advirtieron que pronto sería destinado a Cachemira para combatir en las filas de las «jihad» islámica, y «difundir el Islam».

El director dejó que el niño regresara para despedirse de sus padres y fue entonces cuando reveló que había sido «secuestrado, obligado a la fuerza a convertirse» y que le habían retenido contra su voluntad.

En ese momento, la familia se dirigió al CLAAS, que ha hecho pública la denuncia.