CIUDAD DEL VATICANO, 15 diciembre 2003 (ZENIT.org).- En la Iglesia no hay lugar para la discriminación cultural o étnica, afirmó categóricamente este lunes Juan Pablo II, impulsando decididamente la inculturación de la fe.
Elevó su advertencia al encontrarse con los obispos católicos de Sudán a quienes recibió con motivo de su visita «ad limina apostolorum» al Papa y a la Curia romana.
Se trata, explicó, de las dos lecciones que han dejado dos de los grandes santos que han hecho la historia de la Iglesia católica en Sudán, Josephine Bakhita y Daniel Comboni.
«El tribalismo y formas de discriminación basadas en el origen étnico, en el lenguaje y la cultura no pertenecen a una sociedad civilizada y no tienen de ningún modo lugar en la comunidad de creyentes», afirmó el Papa recogiendo el legado de la santa sudanesa.
Bakhita (1869-1947) a partir de los siete años fue comprada y vendida cinco veces por traficantes árabes que le dieron ese nombre. En 1882 la compró un agente consular italiano, que la llevó a Italia. Allí conoció el cristianismo y se bautizó en 1890, entrando después en la Congregación de las Hijas de la Caridad (Religiosas Cannosianas), donde murió con fama de santidad.
«Su vida inspira el firme compromiso por trabajar eficazmente para liberar a las personas de la opresión y de la violencia, asegurando que su dignidad humana sea respetada en el pleno ejercicio de sus derechos», afirmó el Papa.
«Es el mismo compromiso que debe guiar a la Iglesia en Sudán hoy, en momentos en los que la nación está viviendo una transición de la hostilidad y del conflicto a la paz y el acuerdo», añadió. «Santa Bakhita es una iluminante abogada de la auténtica emancipación».
Por otra parte, el pontífice presentó al obispo Daniel Comboni como «un fuerte abogado de la inculturación de la fe ».
Comboni (1831-1881), italiano, primer obispo de África Central, fundador de los misioneros y misioneras combonianos, es considerado como uno de los más grandes evangelizadores de la historia del continente africano, al aplicar el lema «Salvar África por medio de África».
«En cierto sentido, su vida es un ejemplo para nosotros hoy, al demostrar claramente que la evangelización de la cultura y la inculturación del Evangelio son una parte integrante de la nueva evangelización y, por tanto, una preocupación específica del ministerio episcopal», concluyó.