CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 enero 2004 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención pronunciada por Juan Pablo II en la audiencia general de este miércoles, la primera de 2004, centrada en la maternidad de María.
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1. «Alma Redemptoris Mater… Madre del Redentor…». Así invocamos a María en el período navideño, con una antigua y sugerente antífona mariana, que continúa después con estas palabras: «Tu quae genuisti natura mirante, tuum sanctum Genitorem – Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador».
María, ¡Madre de Dios! Esta verdad de fe, profundamente ligada a las festividades navideñas, es subrayada particularmente por la liturgia del primer día del año, solemnidad de María Santísima Madre de Dios. María es la Madre del Redentor; es la mujer elegida por Dios para realizar el proyecto de salvación centrado en el misterio de la encarnación del Verbo divino.
2. ¡Una humilde criatura ha engendrado al Creador del mundo! El tiempo de Navidad nos hace recobrar conciencia de este misterio, presentándonos a la Madre del Hijo de Dios como copartícipe en los acontecimientos culminantes de la historia de la salvación. La tradición de siglos de la Iglesia ha considerado siempre el nacimiento de Jesús y la divina maternidad de María como dos aspectos de la encarnación del Verbo. «En efecto, aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios, «Theotokos»» (n. 495).
3. Del hecho de ser «Madre de Dios» se derivan todos los demás aspectos de la misión de la Virgen; aspectos subrayados por los títulos con los que la comunidad de los discípulos de Cristo en todas las partes del mundo la honran. Ante todo el de «Inmaculada» y el de la «Asunción», pues no podía ser sometida a la corrupción derivada del pecado original quien debía engendrar al Señor.
Además, la Virgen es invocada como la Madre del Cuerpo Místico, es decir, la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica, haciendo referencia a la tradición patrística expresada por san Agustín, afirma que «es verdaderamente la madre de los miembros (de Cristo) porque colaboró con su amor a que nacieran en la Iglesia los creyentes, miembros de aquella cabeza» (n. 963).
4. Toda la existencia de María está ligada de manera íntima a la de Jesús. En Navidad, ofrece a Jesús a la humanidad. En la cruz, en el momento supremo del cumplimiento de la misión redentora, Jesús ofrecerá como don a todo ser humano a su misma Madre, como herencia preciosa de la redención.
Las palabras del Señor crucificado al fiel discípulo Juan constituyen su testamento. Pone en manos de Juan a su Madre, y al mismo tiempo, entrega al apóstol y a todo creyente el amor de María.
5. En estos últimos días del tiempo de Navidad, detengámonos a contemplar en el pesebre la silenciosa presencia de la Virgen junto al Niño Jesús. El mismo amor, el mismo cuidado que tuvo con su Hijo divino, ella nos los ofrece. Dejemos por tanto que sea ella quien guíe nuestros pasos en este nuevo año que la Providencia nos permite vivir.
Este es mi deseo para todos vosotros en mi primera audiencia general de 2004. Apoyados y confortados por su protección materna, podremos contemplar con nuevos ojos el rostro de Cristo y caminar decididamente por las sendas del bien.
Una vez más, ¡feliz año y los aquí presentes y a vuestros seres queridos!
[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, un colaborador del Santo Padre de la Secretaría de Estado leyó esta síntesis en castellano y el Papa a continuación pronunció los saludos a los peregrinos que aquí publicamos]
Queridos hermanos y hermanas:
La maternidad divina de María es una verdad de fe profundamente relacionada con las fiestas navideñas. Ella es la Madre de Dios, la Madre del Redentor, la mujer elegida para realizar el proyecto salvífico de la Encarnación del Verbo. De este hecho se derivan todos los demás aspectos de su misión, en primer lugar los títulos de la Inmaculada Concepción y la Asunción a los cielos. Además, la Virgen es invocada como Madre de la Iglesia.
La vida de María está íntimamente unida a la de Jesús. En Navidad, Ella lo ofrece al mundo; sobre la Cruz será Jesús quien la entrega a cada ser humano como herencia preciosa de la redención.
Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. Que su materna protección guíe nuestros pasos en este nuevo Año que la Providencia nos concede, contemplando el rostro de Cristo y caminando por los caminos del bien. Feliz año a todos y muchas gracias por vuestra atención.