ESTAMBUL, miércoles, 4 febrero 2004 (ZENIT.org).- El patriarca ecuménico de Constantinopla, el ortodoxo Bartolomé I, ha pedido a Juan Pablo II que no instituya un Patriarcado greco-católico en Kiev (Ucrania), alertando del riesgo de una fractura en las relaciones ecuménicas.
Así se contiene en una carta del patriarca –publicada en la página web del patriarcado (en griego)– en la que discute un escrito presentado por el cardenal Walter Kasper –presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos– al patriarca de Moscú y de toda la Rusia, Alejo II –que este último ha enviado a los distintos patriarcas ortodoxos– y alude al eventual reconocimiento del título patriarcal para los greco-católicos ucranianos.
En la misiva, fechada el pasado 29 de noviembre, Bartolomé I rebate el documento del cardenal Kasper, calificado como «erróneo, confuso, inaceptable, provocador», y tras una larga refutación al escrito histórico-canónico del purpurado, alerta de las posibles consecuencias negativas de un eventual reconocimiento del título patriarcal para la Iglesia greco-católica de Ucrania.
«[Ello] provocará fuertes reacciones por parte de todas las Iglesias hermanas ortodoxas –afirma la carta– y hará saltar los intentos de continuación del diálogo teológico entre Iglesia católica e Iglesias ortodoxas, que tras el fracaso del encuentro de Baltimore vive un momento crítico», recoge la revista italiana «30 Giorni».
Según Bartolomé I, existe «el peligro de volver al clima de hostilidad que regía hasta hace pocas décadas. Por lo tanto, es necesario que aseguréis con fuerza persuasiva al pueblo ucraniano y a todas las Iglesias ortodoxas que no tenéis intención de iniciar la institución del patriarcado greco-católico en Ucrania como alude el texto del cardenal Kasper».
La cuestión tiene que ver con el fenómeno del «uniatismo», término utilizado por los ortodoxos para referir a las Iglesias greco-católicas, como la de Ucrania: ésta pertenece a la tradición bizantina –como los ortodoxos– y a la vez está en comunión plena con el sucesor de Pedro. En Ucrania, la mayoría de la población es ortodoxa y depende del patriarcado ruso.
El reconocimiento del primado de Pedro es un punto clave de discusión entre los católicos de rito oriental de Ucrania (unos cinco millones) y los ortodoxos, quienes llaman despectivamente a los anteriores «uniatas».
En la asamblea plenaria de julio del 2002 celebrada en Kiev, el sínodo greco-católico ucraniano, reconociendo por unanimidad el nivel de desarrollo alcanzado por la propia Iglesia, pidió al Santo Padre que sancionara este proceso reconociéndole el título patriarcal.
De acuerdo con el decreto conciliar «Orientalium Ecclesiarum» sobre las Iglesias orientales católicas, el Papa tiene la facultad de reconocer «motu proprio» el rango patriarcal de una Iglesia sin tener que someter este reconocimiento al consenso de otras instancias eclesiales.
Con la erección de su propio patriarcado en Kiev, los greco-católicos verían confirmada la continuidad con aquella primera sede del cristianismo en el Oriente europeo, a la que el patriarcado ortodoxo de Moscú también remite su propia legitimación histórica y canónica.
El diálogo católico-ortodoxo tiene ahora por delante dos citas: en dos semanas, el cardenal Walter Kasper mantendrá un encuentro con Alejo II. En su reciente visita a La Habana, el patriarca Bartolomé I había anunciado que visitaría al Papa con motivo de la celebración de los santos Pedro y Pablo, a finales de junio.
Para esa ocasión ya estará lista la restauración de la iglesia de San Teodoro en la colina del Palatino (Roma), que el Papa regaló al patriarca ecuménico en el año 2000, destinada a la comunidad ortodoxa.