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Mar 04, 2004 00:00
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Durante la segunda guerra mundial, algunos «científicos» nazis sumergían judíos cautivos en agua helada hasta que se desmayaban y después trataban de reanimarlos. Según esos «investigadores,» sus experimentos no pretendían torturar o asesinar a los judíos sino lograr el avance de la ciencia y salvar vidas humanas. Sus investigaciones en hipotermia, es decir, en el enfriamiento del cuerpo, tenía como fin desarrollar técnicas para salvar a los pilotos alemanes que, al ser derribados por los aliados, caían en las frías aguas del Mar del Norte. Hoy todos sabemos que esos supuestos científicos eran, en realidad, criminales de guerra.
Años más tarde, científicos estudiando los efectos de la sífilis dejaron morir, intencionalmente, a centenares de enfermos con fines experimentales.
De forma similar, algunos científicos soviéticos sometieron a millares de soldados rusos al impacto de armas nucleares a fin de estudiar los efectos de la radiación sobre el cuerpo humano. Ambos grupos de científicos pretendían promover el avance de la ciencia. Ambos grupos alegaron que sus experimentos les permitirían salvar vidas.
Indudablemente, todos debemos apoyar activamente el desarrollo de la ciencia. Más aún, debemos apoyar entusiastamente la investigación científica. Sin embargo, la ciencia nunca debe tratar al ser humano como un simple objeto, sin consideración ni respeto. La adquisición de nuevos conocimientos y el desarrollo de nuevas tecnologías no justifican la destrucción de la vida humana. El fin no justifica los medios.
La clonación es contraria a la ética. Los recientes experimentos en clonación humana revelan precisamente este dilema. ¿Es acaso ético crear embriones humanos, por medio de la clonación, con el propósito explícito de destruirlos para hacer experimentos científicos? No. ¿Es ético poner en peligro la salud y la vida de 16 mujeres, como se hizo recientemente en Corea, para extraerles los óvulos necesarios para realizar estos experimentos? No. ¿Es ético acaso desarrollar una tecnología que, una vez perfeccionada, será utilizada para crear «copias» de otros seres humanos? No.
En primer lugar, no cabe duda de que la clonación crea una vida humana independiente. En los recientes experimentos hechos en Corea, se crearon 30 pequeños embriones, de varios centenares de células, con vida propia. Si estos embriones hubiesen sido implantados en el vientre de una mujer, 9 meses después hubieran nacido varios niños clonados. Negar que los clones sean embriones humanos sería como negar que la oveja Dolly sea verdaderamente una oveja. Ahora bien, durante los experimentos, se extrajeron las células madres de los embriones y, literalmente, se desechó el resto, matando al embrión. Este procedimiento constituye, en consecuencia, una clara afrenta a la dignidad humana y al derecho a la vida.
Segundo, la investigación en clonación humana requiere un número enorme de óvulos. En los recientes experimentos se utilizaron 242 óvulos para obtener 1 línea de cédulas madres. Estos óvulos fueron obtenidos de 16 mujeres por medio de altas dosis de hormonas y un doloroso proceso de extracción. Su salud y su vida misma se pusieron en peligro. Por ello, la experimentación en clonación humana es una nueva forma de explotación de la mujer. Debe notarse que las mujeres más pobres y aquellas que viven en los países en desarrollo son las más vulnerables a esta nueva clase de explotación por parte de la industria de la biotecnología.
Tercero, la técnica de la clonación humana, es decir, la transferencia nuclear, es la misma ya sea que se utiliza para crear embriones con fines experimentales o que se pretenda implantarlos en el vientre de una mujer. El mismo Dr. Hwang, el veterinario coreano que realizó los últimos experimentos, ha reconocido que su técnica no se puede diferenciar de la clonación reproductiva. Si se permite la clonación experimental, en esencia, se deja la puerta abierta para que grupos radicales o fanáticos, como los Raelianos, creen seres humanos clonados.
Algunos científicos han abogado por la clonación experimental aduciendo que ella permitiría desarrollar nuevas tecnologías médicas. A la fecha, la clonación humana no ha curado a ningún enfermo. La mayoría de los experimentos hechos en animales han producido tumores. En otros experimentos, ha sido necesario implantar al embrión, dejarlo crecer por varios meses, abortarlo, y extraer las células ya diferenciadas de los diversos órganos. Más aún, todos los animales clonados han tenido serios defectos genéticos, lo que hacen difícil que los clones puedan ser utilizados con propósitos médicos.
Células madres: alternativa válida. En realidad, no existe ninguna necesidad de hacer experimentos en clonación humana. La investigación en células madres adultas constituye una alternativa válida y prometedora a la clonación. En ella se utilizan las células que ya están presentes en el cuerpo de los mismos pacientes y se las activa con fines terapéuticos. Esta técnica ya ha tenido éxito en la cura de enfermedades al corazón y de algunos tipos de leucemia, entre otros. Este tipo de investigación no presenta ninguna dificultad ética ya que en ella no se crean ni se destruyen embriones, no se usan óvulos ni se explota a la mujer. Finalmente, la investigación en células madres adultas no se puede utilizar con fines reproductivos.
La ciencia debe caminar de la mano con la ética. Los principios morales deben guiar la investigación científica. Desde esta perspectiva, la determinación de qué experimentación es legítima no puede quedar exclusivamente en manos de los científicos. En el tema de la clonación humana, el respeto a la dignidad humana tiene prioridad sobre la curiosidad normal que motiva a los científicos. Los valores básicos del derecho a la vida, el respeto a las mujeres y la protección de la persona deben conducirnos a prohibir la clonación humana en todas sus formas. Por eso la iniciativa de Costa Rica de proponer una Convención mundial contra la clonación humana es una lucha a favor de los derechos humanos.
Roberto Tovar Faja
Ministro de Relaciones Exteriores de Costa Rica