NICOSIA, lunes, 15 marzo 2004 (ZENIT.org).- Con su compromiso evangelizador, en particular, con su labor educativa y de asistencia a los inmigrantes, la Iglesia católica en Chipre busca promover la reconciliación en la isla, explica el franciscano Humberto Barato, vicario patriarcal latino de Chipre.
Delegado del Custodio de Tierra Santa, el padre Barato ha aceptado compartir con Zenit algunas de sus esperanzas sobre Chipre, cuya parte sur se integrará en la Unión Europea el próximo mayo.
El catolicismo es una ínfima minoría en este país de mayoría ortodoxa y de significativa presencia musulmana.
Este franciscano es párroco de la Iglesia de la Santa Cruz, en Nicosia, convento que también es sede de la nunciatura apostólica en Chipre. El nuncio, el arzobispo Pietro Sambi, reside en Jerusalén y el padre Barato se ocupa, en su nombre, de la relaciones con el gobierno local.
El convento franciscano está en la zona de separación entre el norte (turco) y el sur (griego) de esta isla mediterránea.
En esta entrevista nos explica cómo imagina el futuro de la isla de Chipre y relata la situación de la minoría católica en el país, formada por católicos maronitas y por católicos latinos.
En 1974, la intervención militar turca ocupó el 40% de la isla. En 1983, el área controlada por Turquía se autoproclamó como la República Turca del Norte de Chipre, pero sólo está reconocida por Turquía. Desde enero de 2002 la Naciones Unidas promueven un proceso de negociación entre las dos parte de la isla para superar la división.
–¿La reunificación de la isla de Chipre está cerca?
–Padre Barato: Sólo Dios lo sabe. Después de treinta años de separación y después de muchos intentos de toda clase, es lícito ser escépticos. Además, ¿qué quiere decir reunificación? ¿Volver al estado de la isla como era en los años sesenta? Esto no es posible, porque la historia no vuelve atrás. ¿Una federación? ¿Una confederación? Quién sabe… quizá siempre se dé una cierta división, también territorial, entre las dos etnias (greco-chipriotas al sur y turco-chipriotas al norte, ndr).
Lo que sí esperamos es que pueda haber libre acceso entre las dos zonas, sin fronteras y sin recelos.
–¿Cómo son los católicos de Chipre?
–Padre Barato: Aparte de los maronitas, los católicos en Chipre son latinos, y son muy pocos: unos dos mil o dos mil quinientos.
Algunos descienden de familias francesas, venecianas, malteses, dálmatas o de Istria, y se han quedado en la isla desde hace siglos.
Después están los que se han casado con chipriotas, generalmente ortodoxos. Suelen ser mujeres de Irlanda, Inglaterra o Francia. Y después están los católicos que pasan un tiempo en la isla como técnicos, profesores o personal del cuerpo diplomático.
Además están los trabajadores extranjeros que provienen sobretodo de Filipinas, Sri Lanka e India. La mitad serán ilegales. Los filipinos son casi todos católicos. Los singaleses y un buen número de personas de la India son católicos.
Nuestra iglesia de Nicosia, los domingos acoge a miles de estos trabajadores. Nuestro apostolado se dirige sobretodo a ellos.
Hemos abierto en Nicosia el Centro Social San José Emigrante, que opera los domingos y ofrece a los inmigrantes cursos de informática, escuela de inglés y de griego, música, corte y confección y primeros auxilios.
Hemos instituido una organización no gubernamental reconocida por el gobierno que defiende a los trabajadores extranjeros. El Centro está en los locales de las hermanas de san José de la Aparición.
–¿En qué medida la ocupación turca del 1974 ha perjudicado a la Iglesia católica?
–Padre Barato: La Iglesia Católica (comunidad latina y comunidad maronita), como todos, quedó ofendida y dañada por la ocupación.
Ha sido sobretodo la Iglesia Maronita que se ha visto mayormente dividida. El centro de esta iglesia es naturalmente Nicosia, la capital, pero la mayor parte de la población maronita se encontraba en cuatro pueblos al norte-oeste: Kormakiti, Assomatos, Karpasha y Santa Marina. La mayoría de la población huyó de estos pueblos y se reconstruyó otra vida en el sur. Las personas ancianas no quisieron dejar sus casas y se quedaron allí, excepto en Santa Marina, donde todos los habitantes se fueron.
Tanto la comunidad maronita como la latina es reconocida por la Constitución de Chipre y por los turcos como una comunidad con una propia identidad, agregada a los griegos pero sin formar parte de la etnia griega. Por esta razón, los maronitas ancianos se pudieron quedar en sus pueblos y los hijos que escaparon al sur pudieron ir a visitarlos. Esto ocurría con permisos y pagando una cierta cantidad de dinero, que varió durante los años.
Ahora, en Kormatiki hay 120 personas estables, tres religiosas franciscanas misioneras del Sagrado Corazón y dos sacerdotes. En Assomatos hay siete personas y en Karpasha son unas cuarenta. Su problema más grave es el derecho a las propiedades del terreno.
La comunidad latina tenía una escuela en Famagusta, regida por las mismas religiosas, con un hermano capellán. La escuela y la casa han sido requisadas por los turcos. Los latinos tenían propiedades en el norte y no se sabe qué pasará con ellas.
En Kyrenia, la Iglesia latina tiene una iglesia y hasta el momento está dirigida por nosotros, los franciscanos de Nicosia. En aquella localidad hay una pequeña comunidad de fieles ingleses y turistas.
–¿Cómo se desarrolla el diálogo local con la mayoría ortodoxa?
–Padre Barato: Los católicos chipriotas son unos seis o siete mil maronitas chipriotas. Se dice pronto: con el clero ortodoxo nos saludamos amigablemente y basta.
Con el pueblo en general tenemos buenas relaciones. Nos estimamos. Algunos vienen a nuestras iglesias. Pero no hay nada de ecuménico.
Quisiera añadir que la Iglesia católica tiene mucha estima por parte del gobierno chipriota. Nos reconoce el trabajo que hacemos y algunas veces nos ayuda incluso financieramente.
–¿Cuándo llegaron los franciscanos en Chipre?
–Padre Barato: Desde el mismo san Francisco. El santo se fue de Ancona en 1219 para llegar a los Santos Lugares. Su barca llegó sin duda a Chipre y se dice que dejó en la isla a dos hermanos.
Cuando cayó el Reino Latino de Jerusalén (1291) los franciscanos de los Lugares Santos se refugiaron en Chipre. En 1336 se reinstalaron definitivamente en Tierra Santa, y obtuvieron de la Sublime Puerta el permiso de residencia con derecho de propiedad, necesario para operar en el lugar y para custodiar los Santos Lugares.
La Santa Sede reconoció y ratificó la presencia de los franciscanos en Tierra Santa en 1342, y les confió oficialmente la custodia de los Santos Lugares. Chipre siempre se mantuvo ligado a la Custodia, y se constituyó como asilo y refugio para los franciscanos en tiempos de persecución.
Los franciscanos fueron expulsados junto a otras órdenes religiosas católicas de Chipre en 1571 con la primera ocupación turca, y fueron los únicos en volver a la isla en 1593. Desde entonces, viven en la isla.
–¿Cómo puede la Iglesia católica ser mediadora o promotora del futuro de Chipre?
–Padre Barato: El tema es complicado y muy completo. Quisiera responder simplemente que continuando nuestra labor pastoral, la asistencia a los inmigrantes y manteniendo alto el nivel de nuestras escuelas.
En Chipre viven diez franciscanos de la Custodia de Tierra Santa. Uno de ellos es el director del «Terra Santa College» de Nicosia, la escuela más antigua de Chipre, iniciada por los frailes en 1646. La parroquia de Pafos tiene como párroco a un sacerdote del Patriarcado de Jerusalén (la iglesia
latina de Chipre está bajo el Patriarcado Latino de Jerusalén), o sea que en total los sacerdotes son once.
En la isla existen tres congregaciones de religiosas: la congregación de San José de la Aparición, con casas en Larnaka y en Nicosia. La Congregación de las Hermanas Franciscanas Misioneras del Sagrado Corazón, con casas en Limassol, Larnaka, Nicosia, Kormatiki, en Líbano y en Bulgaria y la Congregación de las Hermanas Singalesas del Perpetuo Socorro. Estas llegaron el 11 de abril del 2003 para ayudar a los párrocos en la catequesis a esta comunidad, y residen en Nicosia. Las Hermanas Franciscanas tienen un gran colegio en Limassol, la Sant Mary’s School, con 900 alumnos.