Pautas ante la indiferencia religiosa en la plenaria del Consejo de la Cultura

Conclusiones del encuentro que ha reunido a 21 cardenales y 12 obispos

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CIUDAD DEL VATICANO, martes, 16 marzo 2004 (ZENIT.org).- La asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura ha hecho una radiografía de la indiferencia religiosa en el mundo y ha presentado al mismo tiempo propuestas para que los católicos puedan afrontar este nuevo desafío.

Es la conclusión a la que llegó el cardenal Paul Poupard, presidente de este Consejo vaticano, al clausurar la asamblea que del 11 al 13 de marzo ha reunido en Roma a 21 cardenales y 12 arzobispos y obispos para afrontar el argumento: «La fe cristiana en la aurora del nuevo milenio y el desafío de la increencia y de la indiferencia religiosa».

Las propuestas surgidas del encuentro podrían sintetizarse en una frase presentada en la asamblea por un representante de Vietnam: «Sólo cuando nuestra fe es fuerte podemos compartirla con los demás».

El purpurado francés, al cerrar las sesiones de trabajo, que habían sido precedidas por un estudio de carácter mundial (Cf. Zenit, 9 de marzo de 2004), expuso la situación en estos términos:

–«La increencia no está en aumento en el mundo. Este fenómeno se observa ante todo en el mundo occidental. El modelo cultural que suscita se difunde a través de la globalización e influye más o menos en todas las culturas. Pero la increencia no puede ser considerada como un fenómeno asiático, latinoamericano o africano, ni propio del mundo musulmán».

–«El ateísmo militante está en retroceso y no ejerce ya un influjo significativo en la vida pública, a excepción de los regímenes en los que todavía está en vigor un sistema político ateo».

–«Por el contrario, la indiferencia religiosa está creciendo, así como el ateísmo práctico. Agnósticos y creyentes no practicantes forman una parte importante de la sociedad y viven de hecho como si Dios no existiera, sin referencia a los valores : «Quizá Dios no existe, pero no importa, de todos modos no experimentamos su ausencia»».

–«El ateísmo y la increencia, que se presentaban como fenómenos más bien masculinos, urbanos y sobre todo entre personas de nivel cultural por encima de la media, han cambiado de rostro y el fenómeno parece ligado ahora a un estilo de vida. De este modo, entre las mujeres que trabajan fuera de casa, aumenta la increencia».

–«Por doquier se experimenta una disminución en el número de personas que van regularmente a la Iglesia. Esta constatación no implica, sin embargo, un aumento de la increencia, sino más bien una transformación de la práctica religiosa y de la manera de creer: creer sin pertenecer. Se trata de un fenómeno de «des-confesionalización» del «homo religiosus» (hombre religioso) que rechaza toda forma de estructura institucional».

–«Por doquier crece una nueva búsqueda más espiritual que religiosa, sin que esto signifique un regreso a la fe tradicional. La ciencia y la tecnología moderna no han suprimido el sentido religioso y no son capaces de satisfacerlo».

–«No existe una globalización de la increencia, sino una desafección de las religiones tradicionales, ya sea en lo que se refiere a la práctica religiosa o en lo que concierne a la adhesión a los contenidos doctrinales y morales».

–«La crisis de la fe en los jóvenes se ve contrarrestada por el testimonio de otros jóvenes cuya fuerza evangelizadora ha quedado como liberada por la iniciativa fecunda del Papa Juan Pablo II. Las Jornadas Mundiales de la Juventud, al traer un nuevo vigor de juventud a la Iglesia, le han dado un nuevo rostro que resplandece en una cultura secularizada. Como se ha dicho: «Hay que enseñar a los jóvenes a nadar contra la corriente». En nuestra cultura antropocéntrica, generadora de una debilitación cultural de la fe, sólo la afirmación clara y pública del mensaje evangélico, vivido sin compromisos en las comunidades cristianas, y acogido con alegría, puede dar la respuesta justa a los llamamientos que con frecuencia no se formulan pero que están latentes en lo profundo de nuestras conciencias. Un testimonio procedente de Vietnam nos interpela: «Sólo cuando nuestra fe es fuerte podemos compartirla con los demás»».

Para afrontar esta situación, el cardenal Poupard recogió algunas de las propuestas que han surgido de la asamblea.

–«La importancia de testimoniar la alegría de ser una persona amada por Dios».

-«La reafirmada necesidad de la apologética: dar cuenta con dulzura y respeto de nuestra esperanza».

–«Llegar al «homo urbanus» con la presencia pública en los debates de sociedad».

–«Poner el Evangelio en contacto con las fuerzas que conforman la cultura».

–«De la escuela a la universidad, aprender a pensar».

–«Ante la mediatización secularizante, ante el escepticismo disolvente, ante el liberalismo intolerante, ante el pluralismo que aplana, hay que reaccionar […] con una nueva y alegre propuesta de cultura cristiana».

–«A los no creyentes indiferentes ante la cuestión de Dios, pero creyentes en los valores humanos, hay que mostrar con la vida de los creyentes y de las comunidades de fe que ser quiere decir ser religioso y que el hombre encuentra su plenitud siguiendo el mensaje del Evangelio de Cristo, Hijo de Dios y de la Virgen María, crucificado y resucitado, fuente infinita e inagotable de belleza, verdad y amor».

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ZENIT Staff

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