CIUDAD DEL VATICANO, martes, 16 marzo 2004 (ZENIT.org).- El fenómeno de la «New Age» (o Nueva Era) y las sectas exigen de los católicos «dar al hombre del tercer milenio un testimonio vivo de la perenne novedad del Evangelio», reconoce el prefecto de la Congregación para el Clero.

En particular, el cardenal Darío Castrillón Hoyos considera que hay que explicar «en la catequesis y en la predicación, el contenido del Apocalipsis y los artículos del Credo sobre la "resurrección del cuerpo y la vida eterna"».

Es la conclusión a la que llegó al presentar la videconferencia mundial de teología organizada por la Congregación para el Clero (http://www.clerus.org) sobre «La Iglesia, la Nueva Era y las sectas», celebrada el 29 de febrero.

En la New Age, afirma el purpurado colombiano, «el sincretismo religioso, los cultos esotéricos, la cábala, la alquimia y la astrología, se unen en un vano esfuerzo de poner al hombre occidental en el centro de la realidad, haciendo de él un fetiche, un ídolo que ocupa artificiosamente el lugar de Cristo».

«Es necesario dar al hombre del tercer milenio un testimonio vivo de la perenne novedad del Evangelio explicando, en la catequesis y en la predicación, el contenido del Apocalipsis y los artículos del Credo sobre la "resurrección del cuerpo y la vida eterna"», subraya el cardenal.

La Iglesia, añade, debe decir al hombre y a la mujer contemporáneos: «¡No temas! El Evangelio no está en contra de ti, sino a tu favor. ¡Ten confianza! En el Evangelio, que es Jesús, encontrarás la esperanza sólida y duradera a la que aspiras. Es una esperanza fundada en la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte».

«En la raíz del actual alejamiento del hombre que parece no advertir la cercanía de Dios, encontramos, entre otras cosas, el intento promovido sobre todo por la cultura occidental, llamada post-cristiana, de construir un antropocentrismo surgido de los ídolos de las antiguas religiones precristianas y de las religiones neopaganas», aclara el cardenal.

«Los motivos que originan tal intento son varios --explica--. Muchas personas, repletas de cientificismo y de materialismo pragmático, advierten un serio vacío existencial por la pérdida del sentido de la vida, desilusionados de las promesas de certeza que la ciencia no ha podido ofrecerles».

«Por otra parte --sigue diciendo--, en los ambientes donde se ha difundido un individualismo desenfrenado, se desarrolla la sensación de que el cristianismo ya no es capaz de responder a la sed profunda de felicidad del corazón humano, un corazón presa de las angustias de la existencia cotidiana e insatisfecho con las respuestas de la sociedad dominada por la técnica».

«¿De qué sirve llegar a la luna, si es para suicidarse?». pregunta el cardenal Castrillón Hoyos citando a André Malraux. «Hace un tiempo se decía: "El hombre hace y se hace haciendo". Los heraldos de la telemática en occidente saben que el hombre corre el riesgo de deshacerse, y la aceleración del ritmo de vida, la acumulación de información y la búsqueda espasmódica de éxito conducen fácilmente al hombre a esta idea de deshacerse».

«En ese momento reaparece en la escena mundial, a partir del siglo pasado, el fenómeno de las sectas y en particular la corriente de la New Age, la nueva era: son formas culturales y religiosas nuevas y viejas que intentan dar una respuesta a la esperanza más antigua del hombre, la esperanza de una nueva era, de un tiempo de paz, de armonía, de reconciliación consigo mismo, con los demás y con la naturaleza» constató.

El desafío actual de la Iglesia, concluyó, está en «la imborrable nostalgia de felicidad por parte del hombre, ciudadano del tercer milenio, saciado materialmente pero árido espiritualmente» y en «la apostasía fáctica de Cristo promovida por la New Age y las sectas».