MADRID, viernes, 26 marzo 2004 (ZENIT.org-Veritas).- Fausto Marín Sánchez, diácono permanente de la Archidiócesis de Madrid, perdió a uno de sus cuatro hijos, Vicente Marín, de 37 años, en los atentados del 11 de marzo. En esta entrevista, concedida a la agencia Veritas, junto a su hijo Fausto, habla sobre su dolor tras el atentado.
«Nos encontramos muy mal. Estamos con el corazón partido. No nos quedan lágrimas ya. Pero, como somos creyentes, tenemos fe en que, a pesar de la ausencia física de mi hijo, el día de la Resurrección nos juntaremos», confiesa.
Y añade: «En casa lloramos mucho y también hablamos mucho. No entiendo mucho de medicina, pero tenemos el corazón como cuando te da un infarto, es decir, hay una parte de mi corazón, que es la de mi hijo, que se ha quedado vacía, y el puesto de mi hijo no lo cubrirá nadie».
«Me gustaría decir a la gente que los cristianos somos valientes, lloramos a nuestros seres queridos, pero también sentimos, y sin esto no podríamos soportar este dolor, que si Cristo resucitó, nosotros resucitaremos con Él». «Este es el testimonio del cristiano», añade.
«Yo soy muy mariano, muy amante de la Virgen, pero ahora soy más, porque hemos visto a la Virgen en la Cruz, viviendo paso a paso la muerte de su hijo... y ahora soy más mariano porque comprendo más a la Virgen, porque es un poco lo que me ha pasado a mí», sigue diciendo.
Recordó las fatídicas horas que pasaron las familias de las víctimas en la feria de exposiciones IFEMA, donde se instaló la morgue, y señaló: «Allí veías dolor por todos lados. Hubo un servicio muy bueno, de voluntarios, psicólogos, médicos... los que éramos creyentes, teníamos tanto dolor como todos, pero creo que lo llevábamos con más calma. Y por eso, hay que dar gracias al Señor».
«A mí se me acercó un psiquiatra y me dijo que si necesitaba algún tipo de medicamento o servicio --revela--. Le dije que muchísimas gracias, que se lo agradecía como si lo hubiera recibido, pero que la medicina que él me daba yo ya la había tomado esa mañana con el cuerpo y la sangre de Cristo».
Sobre su hijo, dijo: «Vicente era fabuloso. Estaba lleno de vida. Era el más alegre y cariñoso de mis cuatro hijos. Con su hermano Antonio, que se llevaban un año y un día, eran hermanos y verdaderos amigos. El otro día me decía Antonio que había perdido el 75 por ciento de él mismo».
Fausto Marín, hermano de Vicente, comenta: «Yo soy una persona muy nerviosa y, desde que murió mi hermano, la certeza de saber que él está en el cielo, me ha dejado una gran tranquilidad. Me lo nota incluso mi novia La seguridad de que mi hermano está en el cielo lo veo en detalles, por ejemplo lo veo en mi padre o en mi madre, en su fortaleza».
Sobre los atentados terroristas, el padre de Vicente señala que «el mal del siglo que hemos comenzado es el terrorismo. Dios quiera y la Virgen que esto termine, porque ya está bien».
«Es terrible que el único pecado que tuviera mi hijo es levantarse todos los días a las 6 de la mañana, arreglarse y coger un tren que le llevaba a ganarse el pan como todo el mundo, y que un día ya no volvió más con su mujer, ni con sus hermanos, ni con sus padres», afirma..
A continuación, añade: «La única fe ante esto es que resucitaremos y nos veremos otra vez». «Hemos estado tan unidos toda la familia, que sé que volveremos a estarlo, aunque ahora lo más duro es la ausencia física de nuestro hijo».
Sobre la ayuda que se les puede brindar, dicen: «Lo mejor que puede hacer la gente por ayudarnos es rezar, que recemos juntos».
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Mar 26, 2004 00:00