MILÁN, lunes, 10 mayo 2004 (ZENIT.org).- El desafío que plantea la pobreza del siglo XXI, la carencia de acceso a la información y comunicación, es ante todo un desafío humanista, afirmó el representante del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales en the IV Conferencia Mundial sobre «Infopoverty» (info-pobreza).
Monseñor Enrique Planas al intervenir sobre «la ética, como requisito para el desarrollo», el 30 de abril desde la sede central de la Conferencia en Milán y en conexión por satélite con el Banco Mundial desde Washington, expuso algunos de los criterios fundamentales para la superación de la así llamada «brecha digital».
Ante todo, explicó monseñor Planas, que entre otras cosas es delegado de la Filmoteca Vaticana, es necesario que «las (nuevas) tecnologías estén bajo el gobierno del ser humano, y no viceversa».
«Sería por tanto inadmisible que aspectos fundamentales de la persona humana, es decir, el amor, el pensamiento, la vida social, las relaciones con la trascendencia, quedaran aprisionadas por estas nuevas tecnologías», advirtió.
El representante vaticano aclaró que las propuestas que presentaba al foro han sido maduradas gracias a la experiencia de la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL), de la que es fundador, una realidad que ya desde antes de la popularización de Internet unía a las alejadas comunidades católicas del subcontinente.
«El hecho de que las tecnologías de la comunicación permitan la «aldea global» debe llevar a plantearse nuevos interrogantes sobre el hombre y sus dimensiones», advirtió.
«Miles de personas tratan de mejorar los programas informáticos, pero ¿cuál es su horizonte? –preguntó a los presentes–. Sin una correcta antropología (y yo añadiría sin la luz del Evangelio), el desarrollo tecnológico puede conducir a lo absurdo», constató.
Según monseñor Planas, el auténtico desafío antropológico que plantean las posibilidades de estos medios está en «el paso de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento», pues hoy día se dan síntomas de «asfixia comunicacional que lleva a la supresión de la libertad».
«Los datos acumulados simplemente no constituyen el saber», por lo que calificó de «condiciones indispensables» «el análisis y la contextualización de la información».
Refiriéndose más específicamente a la experiencia de la RIIAL, en cuanto red creada por la Iglesia, monseñor Planas explicó que afronta en cierto sentido un nuevo desafío de inculturación: la presencia del Evangelio en las nuevas redes de la comunicación.
«Busca purificar los aspectos negativos; trata de promover sus valores y riquezas humanas y espirituales», en definitiva, quiere ser «agencia de sentido», aceptando «el uso de los nuevos lenguajes».
Por último, monseñor Planas mencionó pistas para el desarrollo tecnológico que está fraguando una nueva cultura:
–«Que se realice a la medida del hombre, de todo hombre y de todos los hombres»;
–«Que tutele y potencie la libertad de los individuos»;
–«Que más allá del mero afán de lucro, se ponga al servicio de la comunión y del progreso de los pueblos»;
–«Que favorezca dinámicas de inclusión y no de exclusión, contribuyendo a recomponer el tejido social»:
–«Que en los nuevos vínculos interpersonales promovidos por la tecnología se potencie esa intensidad que comporta toda relación humana»;
–«Que las innovaciones técnicas se intensifiquen, respetando el ritmo de asimilación humana, sin provocar angustias»;
El representante vaticano concluyó con un «canto a la red» y con una palabra de aliento para que las nuevas redes tengan por telón de fondo «el ser humano y el Evangelio».