«Puntos Corazón»: Una ayuda «materna» a los niños abandonados (II)

Habla su fundador, el padre Thierry de Roucy

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ROMA, martes, 11 mayo 2004 (ZENIT.org).- Entre las instituciones que han acogido la invitación de Juan Pablo II a salir en ayuda de la infancia abusada, en primera fila se encuentra la obra católica «Puntos Corazón», surgida en 1990.

Publicamos la segunda parte de la entrevista concedida a Zenit por el fundador de esta asociación privada de fieles presente en África, Asia, América y Europa, el padre Thierry de Roucy.

–Los jóvenes que participan en los «Puntos Corazón», entregan a esta misión uno o dos años de su vida en algún barrio marginado del mundo. Cuando terminan esta experiencia, ¿cómo continúan su compromiso?

–Padre T. de Roucy : Al inicio, mi idea era únicamente la de permitir que los jóvenes hagan una experiencia de caridad limitada en el tiempo, como sucede con el servicio militar. Pero después de tres años de existencia de «Puntos Corazón», un joven que regresaba de Colombia vino a verme y me dijo: «Padre Thierry, quiero vivir esta experiencia toda mi vida». Entonces le respondí: «Pero eso no está previsto. Hay muchas congregaciones religiosas al servicio de los que sufren en las que tú podrías consagrarte de una manera definitiva. Trata de conocerlas…». Pero él insistió: «Yo quiero vivir en el espíritu de «Puntos Corazón». Lo que me atrae es ese carisma. Quiero vivir con la gente la cercanía propuesta por «Puntos Corazón»; quiero vivir en una disponibilidad total al servicio de nuestros prójimos; quiero vivir la compasión en el seno de una comunidad mixta que se parezca a una familia… Creo que como religioso no es lo mismo». Después me dijo: «Padre, no necesito que usted me responda inmediatamente. Reflexione ante Dios y cuando tenga una respuesta madura, ya me la dará». Entonces, reflexioné y le propuse comenzar los estudios para ser sacerdote, más tarde veríamos. Es lo que hizo. Después vino otro joven con la misma petición, y luego otro. Ahora hay unos sesenta jóvenes que han decidido consagrar su vida en «Puntos Corazón», de los cuales, quince de varias nacionalidades se han consagrado definitivamente. De este modo ha nacido la «Fraternidad Molokai».

–¿Se trata de una consagración?

–Padre T. de Roucy : «Puntos Corazón» es una asociación privada de fieles, al igual que muchas de las comunidades que hoy existen, y tiene varias ramas. Los que se consagran en la Fraternidad Molokai hacen promesas como laicos consagrados. Unida a «Puntos Corazón» hay también una rama sacerdotal, una asociación pública de clérigos, que busca ser una sociedad de vida apostólica.

–Entonces, ¿les ha reconocido la Iglesia?

–Padre T. de Roucy : La asociación «Puntos Corazón», en cuanto tal, fue reconocida el Jueves Santo de 2000 por monseñor Estanislao Esteban Karlic, arzobispo de Paraná (Argentina). Fue el primer arzobispo, junto al cardenal Moreira Neves, en acogernos en su diócesis y no ha dejado nunca de seguir con interés y afecto nuestro desarrollo. Monseñor Karlic ha sido, entre otras cosas, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y uno de los redactores del Catecismo de la Iglesia Católica. Sus consejos, su oración, su amor a la Iglesia, su profundidad teológica han sido para nosotros un gran apoyo…

–¿Dónde se encuentran hoy en el mundo los «Puntos Corazón»?

–Padre T. de Roucy : En América Latina y en Asia es donde hay más «Puntos Corazón». Pero estamos también instalados en Europa del Este, en Siria, en el Líbano, en Senegal, en Italia y en Francia. En unos veinte países hemos fundado, además, una asociación «Puntos Corazón» que asiste al equipo sobre el terreno: se ocupa del reclutamiento y de la formación de «amigos de los niños», en ocasiones con la ayuda de una oficina.

Nuestra última fundación tuvo lugar entre octubre-noviembre 2003 en Nueva York, en el Bronx. Vivimos en una casa parroquial que nos ha puesto a disposición la archidiócesis. Para comenzar esta fundación, hemos tenido que afrontar muchas pruebas. Nos daba la impresión de que era el peor momento para abrir esta casa: por una parte, a causa de la guerra en Irak, Francia no era bien vista por los estadounidenses y, por otra, los problemas de pederastia que han afectado a la Iglesia local no facilitan nuestra misión de asistencia a la infancia. Pero hemos sido recibidos de una manera extraordinaria y, si en estos momentos tengo un motivo de consuelo en los «Puntos Corazón», esto se debe a lo que sucede en nuestro «Punto Corazón» de Estados Unidos. La Madre Teresa decía que la ciudad de Nueva York era la ciudad que más necesidad tenía de compasión. Estas palabras me habían infundido el deseo desde hace mucho tiempo de fundar esta casa. Creo que la Madre Teresa tenía razón. Es más difícil aceptar la soledad cuando se vive en medio de la gran ciudad de Nueva York que cuando se es un pastor en los Andes, pues estamos constantemente en contacto con otros seres humanos con los que no logramos establecer una relación. En nuestra parroquia, en Bronx, hay un centro para enfermos de sida. Con ellos pasamos bastante tiempo. Hay también una casa de acogida para familias sin techo, con unos doscientos niños. Se quedan en ella mientras no encuentran una casa. No podemos recibir a estos niños en nuestra casa, pero les recibimos, al igual que a las demás personas, en las instalaciones de la parroquia. La gente viene para hablar, para tomar un café. Se dan encuentros increíbles.

–Si un joven se interesa por participar en los «Puntos Corazón», ¿qué tiene que hacer?

–Padre T. de Roucy : Después de escribirnos una carta de petición, le proponemos que venga a encontrarse con nosotros. Tenemos oficinas en Francia, en Italia, en Argentina, en Suiza, en Perú y en Brasil. Tratamos de comenzar con él un primer trabajo de discernimiento, y después durante un tiempo que puede ir de seis meses a varios años, según los países y las personas, pedimos a los jóvenes que sigan un cierto número de fines de semana de formación, así como un período de prácticas intenso de quince días. Lo que pedimos sobre todo a nuestros voluntarios es que sean coherentes consigo mismos, no que hayan sacado un doctorado en pedagogía o psicología. Les pedimos que sean equilibrados y felices, que tengan una esperanza fuerte, y que tengan un gran deseo de rezar, aunque no sean personas de oración ya formadas, así como un gran deseo de vivir en comunidad. Nuestras comunidades son internacionales. Es necesario que los jóvenes sean suficientemente flexibles para aprender a vivir juntos (pues además tendrán que vivir en espacios reducidos) y que tengan un espíritu de compasión, el deseo de ayudar a los demás.

Los que salen de misión viven con frecuencia con una entrega y una generosidad que permiten recobrar una extraordinaria confianza en los jóvenes de hoy. Están dispuestos a pasar noches enteras para cuidar a un niño o a un adulto agonizante, a ir donde haga falta para buscar la ayuda necesaria para un necesitado… En Haití, nuestros «amigos de los niños» han sido excepcionales a la hora de afrontar la última crisis. Hay que ser muy sólidos pero también muy realistas. «Puntos Corazón» no tiene nada que ver con una ideología, es una escuela de realidad.

–¿Se les da un seguimiento a los jóvenes durante su misión en los «Puntos Corazón»?

–Padre T. de Roucy : Sí, claro. Me di cuenta de que si poníamos un responsable en cada «Punto Corazón», los jóvenes no crecían del mismo modo. Por este motivo, uno de los jóvenes es el responsable de la comunidad. Esto no significa que no puedan recurrir regularmente a alguien en particular. A esta persona le llamamos el «visitador». Los jóvenes le informan cada semana sobre su comunidad y recurren a él cuando hay una necesidad particular. Cada cuatro meses, más o menos, el visitador pasar un período de tiempo en la comunidad de l
a que se ocupa durante años. Hace un balance con los jóvenes, al igual que con los responsables de la Iglesia local (con el nuncio, el obispo, el párroco), y en ocasiones con la administración local. Si en el lugar no hay una oficina de «Puntos Corazón», el visitador se encuentra también con los posibles candidatos y organiza su formación. Es un sistema bastante oneroso desde muchos puntos de vista, pero me parece bien adecuado.

En los «Puntos Corazón» hay momentos difíciles. Pienso sobre todo en los «Puntos Corazón» de Europa del Este, donde nuestros vecinos beben mucho, pues están desesperados. En ocasiones son violentos. Hace poco tiempo, por ejemplo, un joven llegó al «Punto Corazón» Catherine-de-Hueck, en Almaty (Kazajstán), y dijo: «Me voy a suicidar». Antes de que los «amigos de los niños» pudieran reaccionar, ya se había cortado las venas. Tuvieron que llevarle al hospital. Días después, un hombre violaba a una muchacha en una de las calles por la que pasaban los «amigos de los niños». Lograron impedirle que llegara hasta el final de su acto. Todo esto es duro. Hay que saber afrontar estas situaciones y hablar para que no se queden en el interior de la persona. Personas del lugar que hemos aprendido a conocer están disponibles y tienen la competencia para ayudar a los jóvenes.

–¿Qué pasa cuando los jóvenes regresan de su misión?

–Padre T. de Roucy : La experiencia de los «Puntos Corazón» puede ser sumamente fuerte. Por este motivo, creemos que es importante no abandonar a los jóvenes a su regreso. En Francia, les proponemos que pasen un breve período de tiempo en nuestra casa central y repasamos con ellos su experiencia. Organizamos también un fin de semana «de regreso». Si los jóvenes quieren seguir viviendo activamente el espíritu de esta asociación, pueden comprometerse en la Fraternidad San Maximiliano Kolbe, compuesta por antiguos «amigos de los niños» y por personas que viven esta espiritualidad. Entre los miembros de esta Fraternidad, se da una auténtica amistad, alimentada por encuentros regulares, por un retiro anual, por actividades comunes, por una semana de vacaciones. De este modo, se les ayuda a vivir la compasión allí donde están, en su trabajo, en su familia, etc. En fin, seguimos estando disponibles en todo momento para responder a sus necesidades.

Hay que constatar que, si la mayor parte de los «amigos de los niños» regresan al trabajo que tenían antes de haberlo dejado para ir de misión, o para el que se habían formado, un buen porcentaje entran en la vida consagrada o en el seminario.

–¿Cómo se financian los «Puntos Corazón»?

–Padre Thierry : Antes de salir en misión, pedimos a los «amigos de los niños» que busquen padrinos espirituales, que se comprometan a rezar un misterio del Rosario todos los días por ellos, y padrinos financieros, que donen una cantidad de dinero mensual, trimestral o anual para permitirles vivir esta experiencia. En cierto sentido, la viven con ellos. Estos apadrinamientos son complementados con otros donativos, que son sumamente útiles, en particular cuando es necesario comprar casas. Prácticamente no recibimos donativos de gobiernos o de grandes instituciones. Casi todos proceden de particulares. La Providencia nos ha permitido que el presupuesto global sea equilibrado. A cada casa se le asigna un presupuesto particular, según las necesidades. En algunos países dejamos una buena reserva, como en Colombia, para que los jóvenes puedan salir fácilmente en caso de peligro. «Puntos Corazón» trata de vivir de manera muy audaz, pero también con mucha prudencia.

–Y, ¿mañana?

–Padre T. de Roucy: Curiosamente, en «Puntos Corazón» no hacemos casi grandes proyectos y, cuando los hacemos, no tardan en modificarse. Nuestro mayor deseo consiste en tratar de seguir, día tras día, al Señor que nos llama, en caminar sobre las aguas con confianza, en responder a los gritos que escuchamos y, que en ocasiones no pueden esperar, en no desalentarnos ante las dificultades que podemos encontrar, en asumir cada vez nuestra responsabilidad ante los jóvenes que se comprometen en el servicio a la asociación y ante el rebaño que Dios nos confía, un rebaño de personas heridas, que sufren, pero también extraordinarias, con frecuencia ejemplares…

Cuando comenzamos la asociación, muchos me decían que la palabra «compasión» estaba trasnochada. Hoy mismo leía un artículo en el que el periodista decía que la compasión se está poniendo de moda. Más que convertirla en una palabra de moda, nosotros deseamos que la compasión sea una actitud vigorosa por doquier pues me doy cuenta de que por doquier es necesaria: en el campo de la política, de la economía, pero también de la cultura, de la ciencia, e incluso en el mundo de las organizaciones no gubernamentales. En definitiva, con el pasar del tiempo veo cómo se va ampliando nuestra misión y la necesidad que tenemos de testimoniar el carisma que hemos recibido y de vivirlo más allá del mundo de las favelas…

Más información en http://www.puntoscorazon.org.ar

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ZENIT Staff

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