ADDIS ABEBA, sábado, 17 julio 2004 (ZENIT.org).- El hambre continúa siendo un grave problema para millones de personas en el mundo. El 5 de julio, en Addis Abeba, el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, dirigió un seminario para debatir cómo lograr las metas fijadas para reducir el hambre.
El seminario se celebró un día antes del comienzo de un encuentro de tres días de duración de los líderes africanos en la cumbre de la Unión Africana.
«Cerca de un tercio de todos los hombres, mujeres y niños del África subsahariana están gravemente mal nutridos», afirmaba Annan, según un comunicado de prensa de Naciones Unidas del 6 de julio. «África es el único continente donde la malnutrición infantil ha ido a peor en vez de a mejor».
Annan pidió una «revolución verde» en África, citando el hecho de que en el pasado se haya logrado triplicar la producción de alimentos en Asia y América Latina. El secretario general de Naciones Unidas explicaba que en muchos casos ya se conocen las políticas necesarias para incrementar la producción de alimentos. «Lo que está faltando, como siempre, es la voluntad de llevar este conocimiento a la práctica», afirmó.
El 6 de julio un comunicado de prensa de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de Naciones Unidas subrayaba la escasez a que hacen frente algunas naciones africanas. En su Informe para África, la FAO observaba que 23 países subsaharianos se enfrentan a emergencias alimentarias para el verano. El informe sitúa las ayudas alimentarias requeridas para el África Subsahariana en el 2004 en 2.9 millones de toneladas, comparadas con los cerca de 4 millones de toneladas del año pasado.
En una mirada a la situación global el pasado 25 de noviembre, la FAO publicaba su informe anual sobre el hambre, «El Estado de la Inseguridad Alimentaria en el Mundo 2003». El informe observaba que, puesto que desde 1990 ha bajado el porcentaje de disminución del hambre, no podrá alcanzarse la meta de la Cumbre Mundial de los Alimentos de reducir a la mitad el número de personas mal nutridas para el año 2015.
Después de reducirse en 37 millones durante la primera mitad de los 90, el número de personas en situación de hambre en países en vías de desarrollo aumentó en 18 millones durante la segunda mitad de la década. El informe mundial estima que 842 millones de personas estaban mal nutridas en 1999-2001, cifra que incluye a 798 millones de países en vías de desarrollo.
A nivel regional, sólo América latina y el Caribe han reducido desde mediados de los 90, el número de personas afectadas por el hambre. Sólo 19 países, incluyendo a China, han tenido éxito a la hora de reducir el número de mal nutridos en los años 90, dice el informe. «En estos países, el número total de personas afectadas por el hambre se redujo en 80 millones». En el otro extremo de la escala hay 26 países donde el número de personas mal nutridas aumentó en 60 millones durante el mismo periodo.
Un análisis inicial hecho en el informe sugería que los países con un crecimiento económico y agrícola significativamente más alto tenían mayor éxito en la reducción del hambre. Otro factor que ayuda a reducir el hambre es el comercio. «El comercio internacional puede tener un gran impacto en la reducción del hambre y la pobreza en los países en desarrollo», afirma la FAO. «En general, los países que están más implicados en el comercio tienden a gozar de mayores porcentajes de crecimiento económico».
En medio de la abundancia
El Wall Street Journal en un artículo del 25 de junio confirmaba la importancia de abordar la pobreza como una solución del hambre. En India, los esfuerzos para aumentar la producción agrícola han tenido tanto éxito que en el 2001 el país exportaba grano. Sin embargo, muchas personas siguen en situación de hambre. El artículo citaba datos de Naciones Unidas que afirmaban que más de 214 millones de personas en India no comen lo suficiente.
El Journal presentaba el ejemplo de una comunidad, donde los habitantes recibían préstamos para permitirles comenzar sus propios negocios. Con los ingresos logrados por este programa, las familias eran capaces de comprar más alimentos. «Las agencias internacionales que antes animaban a los países a resolver las crisis de hambre produciendo más alimentos, están ahora abordando el problema más fundamental de la pobreza rural», explicaba el artículo.
El artículo observaba que la producción mundial de alimentos es suficiente para proporcionar a todos de comer. Pero distribuirlo es problemático, con pobreza, corrupción e infraestructuras inadecuadas que hacen difícil llegar hasta los que tienen necesidad. Además, distribuir simplemente alimentos a los necesitados los encadenaría a un estado de permanente dependencia.
Cómo remediar el hambre fue el tema examinado en un libro del 2003, «Ending Hunger in Our Lifetime» (Acabar con el Hambre en el Curso de Nuestra Vida), de tres profesores de la Universidad de Minnesota – C. Ford Runge, Benjamin Senauer y Philip Pardey- y de Mark Rosegrant, del Instituto de Investigación Internacional de Política Alimentaria.
Sobre el nexo entre pobreza y seguridad alimentaria, los autores defienden que los países pobres necesitarán ayuda exterior. Esto pude venir tanto de las fuentes tradicionales de gobiernos y organizaciones no gubernamentales, como de la participación de organizaciones privadas, tales como fundaciones filantrópicas. Mejorar las políticas comerciales también puede jugar su papel en aliviar el hambre.
Pero si la pobreza es una causa del hambre, también es una consecuencia, porque los trabajadores mejor alimentados son capaces de producir más. Los autores citan un estudio sobre la historia económica de Gran Bretaña que afirma que un total del 30% del crecimiento de los pasados dos siglos se debió a mejoras en la nutrición.
En cuanto al muy debatido tema de la globalización y su papel en el crecimiento económico, el libro observa que algunos países han sido puenteados por la globalización, especialmente aquellos pobres en habilidades y educación. Las políticas de apertura económica, defienden, pueden ayudar a reducir la pobreza y el hambre. Se necesita una mayor atención, sin embargo, a los apuros de los más pobres y vulnerables, para asegurarse de que participan en estos beneficios.
Citan a Tailandia como un ejemplo de cómo lograr esto. Desde 1988 hasta 1996 la proporción de tailandeses que vivían en la pobreza se redujo de un 32,6% a un 11,4%. En el periodo 1982-1998, la malnutrición suave en los niños de preescolar cayó de un 35% a un 8%, y la desnutrición moderada cayó de un 13% a un 1%. Junto a políticas orientadas al crecimiento, Tailandia tenía un compromiso de inversión en personas y agricultura, y en ayuda a los más pobres.
No sólo la pobreza
Son importantes otros factores a la hora de reducir el hambre. Un área es la protección medioambiental, así como ocuparse de los factores que disminuyen la producción, como son la escasez de agua, la pérdida de suelo y la contaminación.
Otra área importante es la de la investigación científica. Los autores de «Ending Hunger» observan que en el pasado gran parte del crecimiento en la producción se logró como resultado de nuevas variedades de cosechas. Pero, advierten, la controversia sobre las plantas de ingeniería genética amenaza con minar el apoyo a la investigación agrícola en general. Un fuerte compromiso con la investigación resulta esencial para alimentar a una población todavía en crecimiento y, al mismo tiempo, cuidar los recursos y el medio ambiente.
Los autores también señalan muchos otros factores implicados en lograr una mayor seguridad alimentaria. Entre los que analiza el libro están la necesidad de implicar a las organizaciones internacionales en promover la cultura, mejorar l
a responsabilidad gubernamental en reducir los malos efectos de gobiernos débiles y despóticos, y aumentar los niveles educativos.
En su alocución el pasado 10 de diciembre a los participantes en la 32ª Conferencia de la FAO, Juan Pablo II comentaba: «que las decisiones y las estrategias económicas y políticas deben guiarse cada vez más por un compromiso en favor de la solidaridad global y del respeto de los derechos humanos fundamentales, incluido el derecho a una alimentación adecuada».
El Papa invocaba el principio de subsidiariedad, explicando que la llamada a la solidaridad afecta a todos los grupos de la sociedad, desde los individuos a las asociaciones civiles, confesiones religiosas e instituciones internacionales. El destino de muchas personas dependerá de que se responda a esta llamada.