España: Uno de cada cuatros menores de veinte años no encuentra sentido a su vida

Entrevista con el autor de un estudio empírico, José Ignacio Prats

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VALENCIA, viernes, 23 julio 2004 (ZENIT.orgVeritas).- José Ignacio Prats, doctor en Psicología y Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación y del Deporte de la Universidad Católica de Valencia, ha llevado a cabo una investigación con jóvenes valencianos, en la que se pone de manifiesto que el 24% de ellos no encuentra sentido a su existencia.

Por el contrario, aquellos que dicen encontrar sentido a su vida, creen que una vida feliz es aquella en la que uno es útil a los demás y a la sociedad. La falta de sentido se produciría en aquellas opciones ligadas al hedonismo y a la autosatisfacción, afirma el autor en esta entrevista a Veritas.

–¿Podría explicar un poco la metodología y el alcance de su investigación?

–José Ignacio Prats: Se trata de una investigación empírica desarrollada en el marco de una tesis doctoral (J.I.Prats, Fundamentación teórica de la hipótesis motivacional «logro de sentido» de V. Frankl. Un estudio empírico en la adolescencia. Universitat de València, Facultat de Psicología, 2001), algunos de cuyos resultados, se publican ahora en el libro «La persona completa. Aproximación desde la antropología, la psicología y la biología». En éste se ofrece desde tres disciplinas complementarias una visión del hombre como un ser comunional y abierto, que sólo se entiende a sí mismo desde la perspectiva de la donación de sí.

La investigación que nos ocupa tiene por objeto la evaluación de las variables que intervienen en el logro de sentido, y, cuya comprensión, permitirá la prevención del vacío existencial, que hoy observamos en adolescentes y jóvenes. Para ello se ha examinado una muestra de cerca de 800 adolescentes y jóvenes de cinco colegios, tanto públicos (48.7%) como privados (51.3%), de la Comunidad Valenciana. El número de varones encuestados es 412 (52.4%) y el de mujeres 375 ( 47.6%), comprendiendo una franja de edad que va de los 14 a los 19 años.

El análisis cuantitativo de los datos obtenidos mediante pruebas psicométricas estandarizadas, permite discriminar tres grupos en cuanto al logro de sentido, constituyendo un 24% el grupo de adolescentes cuya puntuación indica una clara ausencia de sentido en sus vidas. Esta falta de sentido les sitúa en la pendiente de las adicciones, el pansexualismo o la búsqueda de riesgo al abrigo del «pandillismo».

La aportación más interesante de la investigación la constituye, según mi opinión, el hecho de documentar empíricamente que aquellos adolescentes y jóvenes que están centrados en sí mismos y cuya visión de la vida está determinada por el «carpe diem», no logran alcanzar el sentido que les llevaría a una vida feliz.

Un análisis cualitativo de los datos nos permite concluir que la expresión «ser feliz» no significa lo mismo para todos. Para aquellos jóvenes que afirman que su vida es «aburrida», «una pesadilla», «monótona», «agobiante», «nada», etc. la expresión «ser feliz» es sinónima de «divertimento»; en cambio, para aquellos sujetos que afirman haber alcanzado un alto sentido en sus vidas y la definen como «genial», «gratificante», «muy importante», «una lucha diaria», «llena de sentido», «una constante pregunta:-¿qué he de hacer?», la expresión «ser feliz» se identifica con llevar una «vida buena» (vs. «buena vida»), tener altas aspiraciones, ser útil a los demás y a la sociedad, etc.

En resumen, la técnica multivariada del análisis discriminante señala la capacidad de autotrascendencia (que significa presencia de metas definidas en la vida, capacidad de captar valores y compartir intereses, capacidad firme de decisión, adecuada distancia respecto de la propia emotividad para captar la realidad con imparcialidad), es decir apertura y comunionalidad, como la variable más potente que permite discriminar el logro de sentido de la vida.

–Según sus conclusiones, uno de cada cuatro adolescentes afirma que no encuentra sentido a su vida. ¿Es una cifra elevada respecto a otros tiempos?

–José Ignacio Prats: No disponemos de datos numéricos para afirmarlo, pero tanto la clínica como nuestra experiencia nos confirman que el hedonismo, el predominio de lo emocional, la cultura de la instantaneidad (¡disfrútelo ya!) y la perversión del concepto de libertad, que se entiende como autonomía radical y fragmentación de las dimensiones de la persona (por ejemplo sexualidad independiente de conyugalidad), suponen una disminución de lo propiamente humano y provocan un sentimiento de vacío y absurdo.

–¿No es precisamente la adolescencia la época en la que la angustia vital es quizás más «normal»?

–José Ignacio Prats: Se trata de una etapa crítica en la que el individuo se plantea grandes cuestiones. La angustia es una condición de nuestra libertad. Y es un ingrediente que, en cierta medida, no debe faltar en nuestras vidas.

Sin embargo una angustia neurotizante, propia de quien no tiende puentes a la realidad, a los otros, a Dios, de quien no alcanza a entender su vida como una misión, puede llevar al adolescente a no superar esta etapa crítica y a buscar falsas salidas, que comprometan definitivamente su proyecto existencial. Hay que ejercer una continua vigilancia sobre la desmesura de lo que llamamos «yo» y que –como decía Sto. Tomás Moro-, «tiende a inflamarse».

–¿Cree que los adolescentes actuales tienen menos seguridad en sí mismos que antes?

–José Ignacio Prats: La inseguridad es una de las características de la adolescencia. Pero si además, el sujeto dispone de menos asideros conceptuales, pues ha sido educado en un relativismo moral, como hoy sucede, esta inseguridad hace que la toma de decisiones importantes se aplace indebidamente. Ello nos da la impresión de que ha dilatado el período de la adolescencia.

–¿Cuáles son las claves para entender al «adolescente postmoderno»?

–José Ignacio Prats: Es difícil a veces acceder a su interioridad. En su afán romántico de no perderse ninguna experiencia, él mismo se bloquea las auténticas experiencias humanas: la amistad, el amor-donación, la adecuada lucha por llevar adelante altos ideales.

—¿Cree que la «abolición de la autoridad» especialmente paterna ha perjudicado a los jóvenes?

–José Ignacio Prats: La autoridad siempre es autoridad moral. Si un sujeto no concede esta autoridad a nadie, vive en una ilusión de autosuficiencia. Somos susceptibles, y de modo especial en la adolescencia, de autoengañarnos. La abolición de la legítima autoridad paterna deja a los adolescentes desconcertados.

–¿Cómo es posible educar en la «búsqueda de metas»? ¿Cree que la enseñanza escolar hoy transmite esta perspectiva?

–José Ignacio Prats: Haciendo que los adolescentes vean «encarnadas» las metas en modelos. Todo profesor es un modelo para sus alumnos. Si hoy existe una urgencia pedagógica, ésta es la de presentar modelos que no sean ambiguos. Los adolescentes buscan la verdad, por eso se dejarán guiar por aquellos educadores suyos que llevan a la realidad las grandes ideas, en los que no advierten doblez, que hacen lo que dicen y dicen lo que piensan, y «casi vivirán ya» de los altos valores que ven realizados en ellos.

La clave nos la ofrece el evangelio de Juan (1, 38-39) cuando dice Jesús a quienes le preguntan dónde vive: «venid y lo veréis». Cuando un educador muestre la belleza del lugar en donde vive, sus educandos se querrán quedar allí.

También es muy importante que el adolescente se pueda integrar en grupos sanos que le ayuden en la búsqueda de su identidad personal. Si anda sólo corre el riesgo
de perderse.

–¿Los jóvenes ya no se implican en política?

–José Ignacio Prats: Los jóvenes ya no se implican en política, según creo, por dos razones: porque ven en la vida política falta de sinceridad y altruismo y exacerbada lucha de poder. Y, en segundo lugar, por estar enraizados en una cultura fuertemente individualista.

–¿Quién cree que puede ayudar mejor a un joven a encontrar el sentido de su vida? ¿La familia? ¿Las instituciones? ¿La política?

–José Ignacio Prats: La familia es sin duda el mejor laboratorio en la búsqueda del sentido de la vida. Pero después, la escuela católica y la vida parroquial, desempeñan un papel decisivo.

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ZENIT Staff

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