CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 30 julio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II rezará en el mes de agosto «por el crecimiento de la comunión y la cooperación entre los Institutos que trabajan activamente en las misiones».
Así lo anuncia la intención misionera del Apostolado de la Oración, que el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.
Un llamamiento de Juan Pablo II «tiene que resonar continuamente» «en los oídos y sobre todo en el corazón de todos los bautizados como el máximo desafío para la Iglesia del tercer milenio»: «La misión de Cristo Redentor, confiada a la Iglesia, está todavía muy lejos de su cumplimiento» (Cf. «Redemptoris Missio», 1), exhorta el cardenal Crescenzio Sepe comentando a «Fides» la intención misionera.
Pero «la misión, aún siendo deber de cada uno, no es sin embargo obra de personas individuales»: «el mismo Cristo eligió un grupo de personas a quienes confiar la realización de su mandato», recuerda el prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
También junto al Papa «caminan por los caminos del mundo obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y en número creciente laicos», e incluso «la Congregación para la Evangelización de los Pueblos –añade su prefecto--, a la que corresponde la tarea de dirigir y coordinar en todo el mundo la obra de la evangelización de los pueblos y la cooperación misionera, no podría ciertamente realizar ella sola la misión que le ha sido confiada sin el apoyo concreto de toda la Iglesia».
Pero «entre los llamados específicamente a la misión --aclara-- los miembros de los institutos de vida consagrada ocupan un puesto particular» porque «la vocación misionera está inscrita en el corazón mismo de toda forma de vida consagrada» (Cf. «Vita consecrata», 25).
Actualmente «la situación social y religiosa del mundo es extremadamente mudable, compleja, a veces contradictoria», y «se persiguen fenómenos desconocidos, situaciones nuevas, que piden ser iluminadas por la Palabra», alerta el purpurado.
«¿Cómo permanecer insensibles a este grito de la humanidad mientras disminuye el número de misioneros?», interroga.
En su opinión no se trata sólo de una cuestión «de números cuanto de fortalecer nuestra fe, reforzar nuestro compromiso, coordinar mejor las fuerzas disponibles, sin dispersar las energías, sino concentrándose en lo esencial».
«En una palabra –invita el purpurado--, tenemos que volver a la radicalidad evangélica, sabiendo reconocer los signos de los tiempos, confiados en la Palabra del Señor, sin dejarnos frenar por dudas, incomprensiones, espíritu de autosuficiencia».
De hecho, «el Espíritu Santo empujó al primer grupo de creyentes a hacer comunidad, y uno de los objetivos centrales de la misión es precisamente vivir la comunión fraterna, ser un solo corazón y una sola alma porque la comunión es la primera forma de misión», concluye.
Así lo pedía el Papa, según recuerda el cardenal Sepe: «En la prometedora estación de la nueva evangelización que estamos viviendo, es necesario seguir cultivando una fecunda comunión entre los Institutos Misioneros, los obispos y las Iglesias particulares, con un constante diálogo animado por la caridad, tanto a nivel diocesano como nacional, con las Uniones de Superiores masculinos y femeninos, en el respeto de los diversos carismas, tareas y ministerios» (Cf. Zenit, 31 de mayo de 2002).
Todos los meses, el Papa también ofrece sus oraciones por una intención general, que en agosto será: «Que la Unión Europea saque constantemente nueva savia del patrimonio cristiano, que es parte esencial de su historia y su cultura».
ÚLTIMAS NOTICIAS
Jul 30, 2004 00:00