PARÍS, miércoles, 1 septiembre 2004 (ZENIT.org).- Delegaciones de varios países han manifestado su preocupación por el proyecto de la UNESCO de redactar una Declaración sobre Normas Universales de Bioética que, entre otras cosas, podría aprobar la llamada «clonación terapéutica».
La iniciativa tendría lugar antes de que las Naciones Unidas puedan votar la propuesta de prohibición de todo tipo de clonación humana.
Entre el 23 y el 24 de agosto el Comité Internacional de Bioética (CIB), encargado de la elaboración de esa Declaración, celebró en París su undécima sesión, dedicada a la revisión del borrador del documento.
En ella se tuvo la audición de representantes de algunas de las religiones más importantes, en relación con la Declaración. La Iglesia católica estuvo representada por el padre Gonzalo Miranda, L.C., decano de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, de Roma.
En esta entrevista concedida a Zenit, el padre Miranda revela detalles del debate.
–¿Cuál fue el motivo de la invitación a los representantes de las religiones?
–Miranda: Aunque el documento se encuentra en una fase avanzada de redacción, los miembros del Comité Internacional de Bioética consideraron conveniente escuchar la opinión de las religiones sobre el tema. Ya se habían realizado en meses anteriores audiciones de los representantes de las principales agencias internacionales, así como de expertos de bioética de todo el mundo. Se ve que alguien se dio cuenta de que las religiones también tienen algo que decir y de que su consideración ayudaría a trabajar con el espíritu de verdadero pluralismo que el mismo director general de la UNESCO, el señor Koichiro Matsuura, había recordado en su discurso al Comité en abril.
Aunque se dispuso solamente de unos diez minutos de exposición por parte de cada uno de los representantes de las religiones, seguidos de otros tantos de preguntas y respuestas, creo que la experiencia fue positiva para todos los presentes. Al final del día siguiente, cuando se analizaron en común las diversas partes del borrador de la Declaración, alguien me comentó que nunca había visto que en la UNESCO se concediera tanta relevancia a la religión.
En efecto, fueron bastantes los participantes que aludieron a las audiciones del día anterior. Uno de ellos comentó, por ejemplo, que la mayoría de los seres humanos pertenecemos a alguna religión y que por lo tanto no se puede prescindir de la visión de las religiones en materia de bioética, si se quiere de verdad elaborar una Declaración que tenga carácter universal.
–¿Cuáles fueron los puntos que usted presentó en su relación?
–Miranda: Teniendo tan poco tiempo a disposición, opté por insistir en un aspecto que me parece crucial en la situación actual: la obligación de no discriminar a nadie y no violar los derechos humanos de nadie. El borrador del documento recoge de manera vigorosa el principio del respeto de la dignidad humana y la defensa de los derechos humanos, pero sabemos bien que, desgraciadamente, muchos de quienes hablan de ese modo, justifican tranquilamente prácticas como el aborto, el uso de embriones humanos para la experimentación y la clonación para producir embriones de los cuales obtener células troncales.
Por tanto, subrayé que todos los seres humanos gozamos de la misma dignidad intrínseca, por el mero hecho de pertenecer a la familia humana y que los cristianos sabemos que todos somos hijos del mismo Dios. Dije que el principio de igualdad universal de los seres humanos se extiende a todos sin distinción. Cité la conocida frase de San Pablo: «ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús»; y añadí: «ya no existe ni nacido ni no nacido, somos todos uno en Cristo». Anoté además la cuestión del respeto debido al ser humano desde su estadio embrional, que no depende de la propia visión religiosa; es expresión más bien del principio de la dignidad y la igualdad universal de todos los seres humanos, fundamento mismo de la convivencia entre los hombres y entre los pueblos.
–¿Presentó alguna consideración sobre el borrador de la Declaración?
–Miranda: Sí. Dije que un documento de la UNESCO (es decir, de una agencia de las Naciones Unidas) no debe proponer, aprobar o avalar, cualquier práctica que sea contraria a la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, especialmente el derecho a la vida, proclamado en el artículo tres. Y recordé que el artículo dos dice que los derechos y libertades enunciados en la Declaración corresponden «a todo individuo… sin distinción ninguna por motivos de raza… o de otra condición». O de otra condición significa simplemente eso: ninguna condición.
Me permití también llamar la atención sobre el peligro de que el texto pudiera aprobar indirectamente o implícitamente ciertas prácticas que van contra esos derechos fundamentales, sencillamente por el hecho de reprobar algunas modalidades de ciertas prácticas sin mencionar otras modalidades. Sería el caso, por ejemplo, si se reprobara la llamada «clonación reproductiva» y no se mencionara la «clonación terapéutica»: podría ser interpretado como la tácita aprobación de esta última. Una operación de este tipo, dije, me parece que sería expresión de deshonestidad intelectual.
Sería más honesto, en todo caso, decir que sobre esta segunda forma no se ha llegado a una visión común y por lo tanto el texto no se pronuncia sobre ella.
–¿Cuál será el futuro y el carácter de la Declaración que está preparando la UNESCO?
–Miranda: La idea es que la Declaración esté lista para septiembre-octubre de 2005. La verdad es que me da la impresión de que difícilmente la Declaración podrá pronunciarse sobre los problemas específicos de bioética.
En primer lugar porque son muchísimos y sumamente complejos (al saludar al encargado del grupo de redacción le recordé que existe una Enciclopedia de Bioética, de varios volúmenes, y no es del todo completa; se rió, asintiendo con la cabeza).
Por otra parte, durante la Sesión surgió muchas veces el problema de la visiones diversas existentes sobre muchos problemas, a veces posiciones inconciliables entre sí. Por ello mismo, fue afirmándose la idea de que quizás lo más conveniente sea que la Declaración se quede en la afirmación de los principios generales de bioética y algunas indicaciones fundamentales, y que se recogiera solamente una lista de los múltiples problemas específicos, anunciando que el Comité Internacional de Bioética irá emanando estudios más concretos sobre ellos, siguiendo el espíritu y las orientación de la Declaración Universal. Creo que sería la mejor solución.