Mensaje del Papa al padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo

En el sexagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 26 noviembre 2004 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que Juan Pablo II enviado por Juan Pablo II al padre Marcial Maciel, fundador de la congregación religiosa de los legionarios de Cristo y del Movimiento Regnum Christi. La misiva fue leída por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado para los Asuntos Generales, en la misa que el padre Maciel celebró este viernes en la Basílica de San Pablo Extramuros en Roma en acción de gracias por los sesenta años de su sacerdocio.

* * *

Al reverendo padre
Marcial Maciel Degollado
superior general de la congregación de los Legionarios de Cristo

1. Estoy feliz de unirme espiritualmente al gozo y a la acción de gracias que, desde usted, reverendo padre, y desde el corazón de todos los miembros de esta familia religiosa se eleva a Dios, fuente de todo bien, con ocasión del sexagésimo aniversario de la ordenación sacerdotal, que el 26 de noviembre de 1944 le fue conferida en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en la Ciudad de México. En aquel día llegaba a cumplimiento el camino de formación para el sacerdocio, iniciado por usted a los dieciséis años con el sueño de suscitar sacerdotes dedicados totalmente al anuncio del Evangelio y a la elevación moral y social de los hermanos más pobres y marginados. Este proyecto de amor a Cristo, fidelidad a la Iglesia y servicio al hombre pudo realizarse con el nacimiento en la Ciudad de México el 3 de enero de 1941 de la Congregación de los Legionarios de Cristo, cuyas Constituciones han sido después aprobadas definitivamente por mí en el año 1983.

2. Sus sesenta años de vida sacerdotal, Reverendo Padre, han estado señalados por una significativa fecundidad espiritual y misionera con diversas obras y actividades apostólicas como el Movimiento Regnum Christi, la red de escuelas denominada Mano Amiga, las numerosas instituciones educativas y caritativas –presentes hoy en 16 países de los 5 continentes– que tienen el objetivo de promover los valores de la familia y de la persona humana, los centros universitarios de estudio y de formación. Y ¿qué decir, además, del apostolado de los sacerdotes Legionarios de Cristo así como del compromiso de toda la congregación a favor de la formación integral de los futuros sacerdotes diocesanos, particularmente a través del Pontificio Ateneo «Regina Apostolorum», y los dos seminarios internacionales «Mater Ecclesiae» de Roma y de São Paulo en Brasil?

Asimismo, no puedo olvidar el servicio de usted ha prestado en estos años a la Santa Sede, que se ha valido –en varias ocasiones y de diversos modos– de su generosa y competente colaboración, sea con ocasión de algunos de mis viajes apostólicos, sea en la actividad de organismos de la Curia Romana.

3. La aspiración profunda que ha guiado su acción educativa, cultural y pastoral, inspiración que usted ha transmitido como tesoro precioso a la familia religiosa fundada por usted, ha sido la constante premura por una promoción integral de la persona, y esto especialmente en relación con la formación humana que, como escribí en la exhortación apostólica post-sinodal «Pastores dabo vobis», «si se desarrolla en el contexto de una antropología que abarca toda la verdad sobre el hombre, se abre y se completa en la formación espiritual» (n. 45)

Reverendo padre, el recuerdo gozoso del sexagésimo aniversario de su ordenación sacerdotal se cumple durante el año de la Eucaristía. Esta coincidencia providencial constituye una invitación a meditar en la centralidad de la Eucaristía en la vida de la comunidad cristiana y especialmente en la formación de los futuros sacerdotes y en su dedicación posterior al ministerio ordenado. Es lo que subrayaba en el documento ya citado señalando «la importancia esencial de la Eucaristía para la vida y el ministerio sacerdotal y, por tanto, para la formación espiritual de los candidatos al sacerdocio» (n. 48).

4. Por todas estas razones estoy feliz de unirme al cántico de alabanza y de agradecimiento al Señor, que se eleva desde muchos corazones por las «cosas grandes» (cf. Lc 1, 49) que la gracia de Dios ha realizado en estos 60 años de su intenso, generoso y proficuo ministerio sacerdotal.

Mientras invoco una efusión renovada de los dones del Espíritu Santo para que su sacerdocio continúe dando frutos copiosos de bien, le confío, querido Padre Maciel, a la protección celeste de la Virgen María, Madre de los sacerdotes, y con afecto le envío una especial bendición apostólica, que con gusto extiendo a todos los Legionarios de Cristo, a los miembros del Movimiento Regnum Christi y a cuantos participan en la celebración jubilar.

Desde el Vaticano, 24 de noviembre de 2004

Joannes Paulus II

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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