CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 28 febrero 2005 (ZENIT.org).- En estos momentos en los que Juan Pablo II no puede pronunciar palabras, a causa de la traqueotomía, habla al mundo desde la cátedra del sufrimiento, asegura uno de los teólogos más conocidos en estos momentos, el arzobispo Bruno Forte.
Miembro de la Comisión Teológica Internacional, monseñor Forte considera que el testimonio del Santo Padre en estos momentos puede tener un impacto mayor que muchas palabras.
«En este momento, el Santo Padre está hablando desde la «cátedra indiscutible del sufrimiento», ofrecido por amor y vivido en la fe», afirmó el arzobispo italiano de Chieti este lunes en declaraciones a «Radio Vaticano».
Recordando los minutos en los que este domingo el Papa se asomó a la ventana de su habitación en el hospital Gemelli, el prelado afirma: «Esta cátedra no tiene necesidad de palabras. El gesto de bendecir a la muchedumbre y después de llevarse la mano a donde se le ha realizado la traqueotomía, hablan de manera elocuente, como diciendo: «No puedo hablar, pero todo lo ofrezco a Dios por vosotros»».
«Creo que esta elocuencia, que no está hecha de palabras, tiene un impacto en nuestro tiempo mayor que el de las mismas palabras. De este modo, el Papa habla verdaderamente a todos los hombres, a cada hombre, en cualquier lugar, pues habla a través de un lenguaje que todos pueden ver y comprender, el del sufrimiento y el del amor con que lo ofrece», añade.
«Visto con los ojos de Cristo, el sufrimiento asume un triple significado», explica el teólogo que en Cuaresma del año 2004 predicó los ejercicios espirituales al Papa y a la Curia Romana.
«Ante todo, es una especie de despojamiento que libera al hombre de todas las presunciones y de todas las ambiciones totalitarias de su razón», indica.
«En segundo lugar, Cristo nos revela un sufrimiento que asume un valor positivo, un sufrimiento ofrecido por amor».
«Un Papa –dice él mismo– tiene que sufrir, porque tiene que amar. Es el obispo de la Iglesia que preside en el amor y no hay una cátedra más elevada que la del amor y la del dolor ofrecido por amor», señala el arzobispo.
«Y, por último, como tercer mensaje, todo esto no tiene un horizonte de exaltación del sufrimiento por el sufrimiento, su horizonte es la felicidad y la salvación. A la luz de Cristo el dolor contiene una promesa de salvación y de felicidad, si se ofrece con Él y si se ofrece por amor a Dios y a los hombres», concluye.