JERUSALÉN, jueves, 16 marzo 2005 (ZENIT.org).- El representante de Juan Pablo II en la inauguración del nuevo Museo de Historia del Holocausto de Yad Vashem, en Jerusalén, consideró que este edificio es una «advertencia» y un «llamamiento» para el mundo entero.
El cardenal Jean-Louis Tauran, archivista y bibliotecario de la Santa Romana, representó al Papa en las celebraciones de inauguración de este museo en las que han participado más de 40 jefes de estado y de gobierno, así como el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan.
Estuvieron también presentes el presidente de Israel, Moshe Katsav, y Ariel Sharon, primer ministro israelí.
«El edificio que acabamos de inaugurar es para el mundo entero una advertencia, un testimonio y un llamamiento», afirmó el purpurado francés en su intervención pronunciada en inglés.
«Al reconocer la inmensidad de los sufrimientos de los judíos, nos encontramos frente a frente con la obligación de estar alerta, con la necesidad de rechazar la indiferencia y con el vacío aterrador de un mundo sin Dios», añadió.
De parte de Juan Pablo II el cardinal Tauran afirmó que «cuando recordamos el horrible crimen perpetrado contra el pueblo judío, el Holocausto, lo hacemos porque estos terribles hechos son para los hombres y mujeres contemporáneos un llamamiento a la responsabilidad para construir nuestra historia».
«La Iglesia católica, respetando la unicidad del judaísmo y permaneciendo ligada en la fe a su heredad, enseña que no hay lugar ni razón para el odio a los judíos. Esto sería un pecado contra Dios y contra la humanidad», añadió.
El purpurado pronunció palabras del Salmo 103 con la esperanza de que resuenen en Tierra Santa, palabras que «sirvieron de apoyo en el tormento para muchos de los que hoy lloramos: Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es el Señor para quienes le temen;
que él sabe de qué estamos… El amor del Señor desde siempre hasta siempre».
«Si bien siempre puede surgir lo peor del corazón del hombre, también el bien puede manifestarse siempre. Por este motivo estamos aquí hoy», concluyó.
El museo, cuya realización ha durado más de diez años de trabajo, alberga en sus salas objetos auténticos de la Segunda Guerra Mundial y de la vida judía en Europa antes y durante el Holocausto.
Entre las salas del nuevo museo se encuentra la recreación de la calle principal del gueto de Varsovia, símbolo del confinamiento al que fueron sometidos los judíos y de la revuelta protagonizada por la resistencia en 1944.
Se puede visitar también la reconstrucción de una habitación de una familia judía berlinesa, o contemplar una enorme fotografía que muestra los restos de la masacre de Babi Yar, en Ucrania, donde más de 53.000 judíos fueron fusilados entre el 29 y el 30 de septiembre de 1941.
Se exponen asimismo 230 pinturas realizadas por artistas judíos, muchos de los cuales describen sus propias experiencias en los campos de concentración.
El museo también recuerda las masacres contra homosexuales, gitanos, comunistas, o las prácticas eugenésicas llevadas a cabo por los nazis contra las personas que eran consideradas como discapacitados psíquicos.
El cardenal Tauran, en declaraciones a «Radio Vaticano», reconoció este jueves que al ver estas «imágenes, los recuerdos personales, los uniformes de los prisioneros, las fotos de niños arrancados de los brazos de sus madres, diría que se experimenta un sentimiento de opresión y un gran interrogante: ¿cómo es posible que el hombre llegue a ese nivel de barbarie?. Es realmente el misterio de la iniquidad».
El cardenal Tauran revela que ha encontrado «un nuevo clima», si bien el «optimismo es comedido, prudente, pues se sabe por experiencia, aquí, en Tierra Santa, que a veces en la noche hay una solución pero en la mañana, con algún atentado, todo se derrumba»
«Hay que ser siempre muy prudentes a la hora de evaluar el futuro. Lo que personalmente me ha parecido positivo es que hay voluntad de dialogar, de verse, de encontrarse, y esto es verdaderamente muy positivo», reconoce.
El cardenal reconoce que se siente «muy conmovido», pues en todos los encuentros que ha mantenido en Jerusalén «todos me han pedido que transmita al Santo Padre sus deseos de buena salud. Los rabinos me han dicho que en las sinagogas se reza por la salud del Papa».
«Todos reconocen que este Papa ha dado pasos de gigante en el reacercamiento con los judíos. Gracias también a él el clima ha cambiado», concluye.