MADRID, domingo, 20 marzo 2005 (ZENIT.org-Veritas).- «El proceso embrionario es un proceso continuo en el que ya desde el principio estamos ante una vida humana», afirman los obispos que integran la nueva Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE), en su primer Mensaje, escrito con ocasión del décimo aniversario de la «Evangelium Vitae».

«El embrión no es un mero agregado de células vivas, sino el primer estadio de la existencia de un ser humano. Todos hemos sido también embriones», añaden los prelados en el texto hecho público este viernes.

Los firmantes del Mensaje «La vida humana, don precioso de Dios», son monseñor Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela y presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar; monseñor Juan Antonio Reig Pla, obispo de Segorbe-Castellón y presidente de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida; y los arzobispos de Granada y Burgos, monseñores Javier Martínez y Francisco Gil Hellín, miembros de la citada Subcomisión.

Para los obispos, «desde el momento de la fecundación hay vida humana, y por tanto dignidad personal. Es una vida humana que se va desarrollando, va experimentando cambios morfológicos importantes, pero es siempre el mismo proceso continuo que va desde el principio de la vida con la fecundación hasta la muerte».

El Mensaje hace referencia a la Instrucción pastoral «La Familia, santuario de la vida y esperanza de la sociedad», de la LXXVI Asamblea Plenaria de la CEE, en la que se sostenía que «el cuerpo, naturalmente, se desarrolla, pero dentro de una continuidad fundamental que no permite calificar de pre-humana ni de post-humana ninguna de las fases de su desarrollo. Donde hay cuerpo humano vivo, hay persona humana y, por tanto, dignidad humana inviolable».

Los obispos afirman que la «verdad del Evangelio de la vida», es «ampliamente compartida por muchas personas e instituciones».

En este sentido creen que lo que el Consejo de Europa afirmó en octubre de 1982: «la ciencia y el sentido común prueban que la vida humana comienza en el acto de la concepción y que en este mismo momento están presentes en potencia todas las propiedades biológicas y genéticas del ser humano», ha sido también recogido por la ONU «al recomendar la prohibición de la investigación con embriones así como cualquier tipo de clonación humana: reproductiva o terapéutica» (Declaración de la Asamblea General, marzo 2005).

Desde esta perspectiva, los obispos creen que «la ciencia alcanza su más alto fin», que es el «servicio a la vida y a la dignidad de la persona», cuando «reconoce, respeta y promociona» la vida.

En los diez años transcurridos desde la publicación de la encíclica «Evangelium Vitae» han sido grandes los avances de la ciencia, que «han abierto nuevas y esperanzadoras posibilidades de prevención y curación», reconocen los prelados.

Agradecen que estos avances hayan hecho posible «terapias e incluso operaciones intrauterinas en beneficio del no nacido», que «el tiempo de gestación necesario para que un niño prematuro sea viable fuera del seno materno» se haya reducido, o que se hayan producido «resultados esperanzadores» con «la aplicación terapéutica de las células madre procedentes de tejido de adulto».

Los obispos califican estas intervenciones como «auténticas terapias», porque «curan sin dañar ni eliminar la vida de nadie». Sin embargo, advierten «que estos avances son potentes herramientas que deben ser usadas al servicio del hombre, teniendo en cuenta los principios éticos».

A «los investigadores y centros de formación», los obispos les piden «que procuren inculcar a todos el respeto a la vida humana tanto como procuran avanzar en sus conocimientos para ponerlos al servicio de las personas», y a todos, «que promuevan siempre la vida frente a tantas amenazas por parte de una "cultura de la muerte"».

Entre las manifestaciones de esta «cultura de la muerte», enumeran «la anticoncepción, la extensión de las esterilizaciones, la disminución preocupante de la natalidad, el aborto, la píldora "del día después" -que además de anticonceptiva puede ser abortiva-, la manipulación del lenguaje al hablar de "preembriones" como si no fueran ya plenamente personas humanas, la selección y reducción embrionarias, la manipulación y destrucción de embriones para obtener células madre para la investigación, y la cada vez más amenazante práctica de la clonación».

La Subcomisión, siguiendo una recomendación de la LXXXI Asamblea Plenaria (noviembre 2003) invita a que la Solemnidad de la Encarnación -que este año se celebrará el 4 de abril- se celebre con iniciativas «que sirvan para que el aprecio y respeto de la vida, centro del mensaje de la "Evangelium Vitae", sea conocido y anunciado en nuestras Iglesias».

La familia
Otro de los temas en los que la Subcomisión centra su Mensaje es el de la familia, a la que se refieren como «santuario de la vida». Según los obispos, «el amor conyugal entre el hombre y la mujer, fundamento de la familia, es el lugar santo donde la persona es concebida dignamente».

Los prelados reconocen a tantas familias que «son una magnífica proclamación del Evangelio de la vida».

«Familias que a pesar de las crisis y momentos difíciles saben permanecer unidas en el amor, familias que a pesar de las dificultades viven generosamente abiertas a la vida, familias que sostienen a sus miembros más débiles o necesitados con su tiempo y sus mejores energías, etc. Todas estas familias -tantas de ellas cristianas- son un magnífico testimonio del valor de la vida y realizan un precioso servicio a la sociedad».

«Este testimonio generoso de tantas familias es la mejor escuela para que los niños aprendan el valor sagrado de la vida humana y aprendan a respetar y promover la vida de todos, especialmente la de los más débiles. El gozo de la familia al acoger una nueva vida es la mejor proclamación ante los niños del valor sagrado de la vida concebida y aún por nacer de un nuevo hijo».

Según los obispos, «la familia es también el ámbito donde los hijos aprenden el significado de la sexualidad al servicio del amor y la vida».

El Mensaje habla de la necesidad del «compromiso de todos» para fomentar la «cultura de la familia y de la vida»: científicos, profesionales de la salud, periodistas, asociaciones familiares, etc.

A los científicos, les recuerdan que «se les ha confiado de modo especial conservar el valor de la vida en la "conciencia" de los investigadores y de la sociedad» y les piden -por la atención que se les presta como expertos- que «proclamen con valentía el valor sagrado de la vida humana desde el momento de la concepción y que nunca se dejen seducir por posibilidades contrarias a la ética».

Asimismo, «a los profesionales de la salud corresponde apoyar siempre la vida, y rechazar e incluso denunciar toda práctica que atente contra la integridad o la vida de las personas, singularmente la de aquellas más débiles como los embriones, los no nacidos, los disminuidos, los ancianos y los enfermos terminales».

«A este respecto recordamos nuevamente la conveniencia de promover los procesos de adopción y recomendar esta posibilidad a las personas que consideran la posibilidad de abortar», añaden.

Por otro lado, los obispos reconocen como un signo de esperanza «comprobar cómo las asociaciones familiares se hacen presentes en el debate social promoviendo los valores de la familia y de la vida» e invitan «a todas las familias cristianas a implicarse activamente en estas acciones que promueven una visión cristiana de la familia y de la vida como don de Dios.