ROMA, lunes, 21 marzo 2005 (ZENIT.org).- El catedrático de economía José Tomás Raga ha sido uno de los participantes del congreso internacional celebrado, del 16 al 18 de marzo, en el Vaticano sobre el legado de la «Gaudium et spes» con el título «La llamada a la justicia», promovida por el Consejo pontificio para la Justicia y la Paz.

José Tomás Raga lleva 23 años trabajando en temas de Doctrina Social y responsabilizándose para la difundirla como Presidente de las Semanas Sociales en España. Además es miembro del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz y miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales. Reflexiona con la agencia Veritas sobre la herencia de la «Gaudium et Spes» cuarenta años después de su promulgación.

--¿Porqué ha sido importante este Congreso?

-José Tomás Raga: Este evento es importante, primero porque se cumplen 40 años de la «Gaudium et spes», que es la condensación del Concilio Vaticano II en materias sistemática de Doctrina Social.

En muchos documentos conciliares hay elementos de Doctrina Social, pero la «Gaudium et Spes» es el gran documento sistemático de la Doctrina Social del Concilio. Estamos construyendo, interpretando y desarrollando principios básicos que están en la Doctrina Pontificia, la Doctrina Social como tal.

Lo realmente importante de este congreso es que la Doctrina Social empieza a interesar a los Estados Unidos, y se sabe que en poco tiempo, lo que interesa a América, interesa a todo el mundo.

--¿Cuál es el gran hallazgo de la «Gaudium et spes»?

--José Tomás Raga: La «Gaudium et spes» no se hace para un momento determinado. Puede que un momento sea la causa para remover las conciencias en un momento determinado pero los documentos pontificios de Doctrina Social nunca son, ni para un país ni para un momento. La «Gaudium et Spes» es un ejemplo de perdurabilidad en el tiempo y en el lugar.

Encontramos elementos de todo género. Desde la división de la humanidad, con la guerra fría, que se refleja en el documento. Por un lado se pretende que no se vuelva a un conflicto con enfrentamiento que acabe destruyendo al hombre y por otro lado buscando un camino hacia la paz. En definitiva, buscando un mundo mejor.

--¿Cómo contempla la Iglesia el término «bien común»?

--José Tomás Raga: El camino que la «Gaudium et spes» comprende es el de la fraternidad, que es multilateral y omnicomprensiva. Tanto en aspectos de Gobierno, en la necesidad de entrar en el concepto del bien común, que no es una idea acomodaticia que indica lo que a mí me gusta, es un bien común que abarca singularidad y comunidad al mismo tiempo.

Se confunde bien común con bien público. Para la Iglesia el bien común es el bien para todos y cada uno de los hombres en cuanto que personas, por lo que no es asimilable ni a bien público ni a bien estatal, no es un estado de bien estar, no es una situación de distribución de riqueza o de sanidad y educación. Es mucho más. Evidentemente educación y valores son partes de un bien común, pero no son el bien común.

En la «Gaudium et Spes» se encamina al bien común en la responsabilidad de los gobiernos, en la obligación de los ciudadanos a participar con todas sus fuerzas para la consecución del bien común.

Cuando hablamos de riqueza y pobreza se puede llamar comunicación de bienes. Cuando hablamos de cultura e incultura, significa enriquecimiento humano. Es avanzar en esa senda en que cada uno será más capaz de encontrar su misión en el mundo. Es un documento estelar en el que hay un poco de todo porque se muestra al sujeto y la comunidad como centro de atención del texto conciliar.

--¿Cómo puede la Iglesia ayudar en estos temas?

--José Tomás Raga: La gran ventaja de la doctrina de la Iglesia, y de aquí que muchos lo critiquen porque se esperan recetas específicas, es que deja la responsabilidad de aplicar principios a la realidad. La Iglesia da el principio que ilumina. En el momento de la «Gaudium et spes» se está hablando de formar una comunidad internacional, pero la de entonces es una comunidad de naciones, que no tiene nada que ver con la globalización.

La globalización es un mundo sin naciones, un mundo sin fronteras que requiere un elemento nuevo, las modernas tecnologías de la comunicación. Para la globalización se requiere el poder saber en tiempo real en el mismo minuto en cada parte del mundo para poder tomar una decisión económica o social desde cualquier otra parte del mundo. Esto hasta ahora no había sido posible.

No hay globalización real sin fraternidad. La globalización ofrece una oportunidad extraordinaria que es la de sentir más cerca al hermano de lejos. Sin embargo, si no se aplica fraternidad, estamos construyendo un mundo fraccionado con tecnologías nuevas. Y aquí debemos hablar de todo el mundo del proteccionismo.

--¿Cómo se contempla desde la Doctrina Social el proteccionismo?

--José Tomás Raga: El proteccionismo, sobre todo el proteccionismo agrícola gusta mucho en Europa, la política agrícola común, la política agrícola de Estados Unidos, son signos de proteccionismo muestras de un mundo dividido.

Donde el sentido de la solidaridad no existe, donde la fraternidad es un término extraño y donde el «yo» cuenta más que el «nosotros» que se antepone al «tú». Al establecer barreras proteccionistas se está diciendo que «lo mío es preferente» a lo que me puedan traer los demás.

No se nos altera la conciencia cuando vemos continentes como América Latina o África, que viven en el umbral de la pobreza y no pueden acceder a mercados con capacidad económica como es el mercado europeo porque no permitimos que sus productos entren en Europa.

--¿Qué significa para la Doctrina Social de la Iglesia «globalización»?

--José Tomás Raga: Globalización significa mercado sin fronteras. Cuando se dice que el mundo es economicista, y que la globalización se ha encaminado por aspectos económicos y no por aspectos humanos y culturales, no es del todo cierto, ya que ni siquiera existen estos elementos económicos. Globalización económica significa abrir las fronteras y no restringir. El 1 de enero pasado se han liberalizado los productos textiles con oriente.

Se ha levantado un clamor generalizado de crisis como consecuencia de los tejidos y producción textil que viene de Asia que compiten con los fabricantes españoles, italianos, franceses de producción de vestidos. Esto se sabía cuando se estableció el acuerdo multifibras que determinaba que la protección terminaba el día 31 de diciembre del 2004, pero nadie tomó medidas porque se confía en que no venga la producción de fuera. La globalización significaría que los países pobres encontrarían mercados donde vender sus productos y aumentar así su economía.

--¿En qué medida afecta el proteccionismo a la mano de obra barata?

--José Tomás Raga: El mayor fariseísmo es el proteccionismo que mantenemos en los países desarrollados , muy discriminatorio, que impide la entrada de productos en países ricos de aquellos países pobres, con la justificación de que pagan muy poco a la mano de obra. Nos erigimos como los salvadores de la mano de obra mal pagada y se pretende que paguen más para que no puedan competir con nosotros, pero en cambio no se hace discriminación por baja tecnología.

El argumento de la mano de obra barata surge en el Parlamento inglés a propuesta de los sindicatos ingleses. Es un argumento que se vende muy fácilmente. Decir que a la mano de obra la explotan y que si nosotros compramos los productos facilitamos que a la mano de obra la exploten.

Pero esto es falso, ya que la pregunta sería: y si usted no exporta sus productos, ¿cuánto les pagarán? Entonces la respuesta es nada. Les pagarán menos cuanto más fraccionado esté el mercado. Aquí se habla de mano de obra barata porque es poco cualificada, porque falta el material profesionalizado, el capital es obsoleto, fuera de la tecnología moderna.

Por eso la eficiencia de la mano de obra no es comparable con la de Europa o Estados Unidos, con lo cual la remuneración salarial es distinta.