CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 20 marzo 2005 (ZENIT.org).- Si bien no pudo presidir la celebración eucarística del Domingo de Ramos, Juan Pablo II no decepcionó a las decenas de miles de peregrinos, en buena parte jóvenes, que llenaban la plaza de San Pedro a quienes bendijo con un ramo de olivo.
Tras concluir la eucaristía, que en su nombre fue presidida por el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario para la diócesis de Roma, el Papa se asomó a la ventana de su estudio durante breves minutos arrancando lágrimas entre muchos de los presentes.
El pontífice dio con la mano un vigoroso golpe contra el atril de cristal cuando desde atrás sus colaboradores le hicieron saber que ya se había asomado a la intemperie durante un tiempo suficiente, unos dos minutos.
Como en ocasiones precedentes, antes de la oración mariana del Ángelus, el arzobispo argentino Leonardo Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado, leyó las palabras que el pontífice había preparado, en las que recordaba el vigésimo aniversario de las primeras Jornadas Mundiales de la Juventud, que se celebraron en Roma.
En el texto, el Papa citó a los chicos y chicas del mundo para el próximo mes de agosto en Colonia, donde tendrán lugar las próximas jornadas y afirmó: «Vosotros adoráis hoy la Cruz de Cristo, que lleváis por todo el mundo porque habéis creído en el amor de Dios, que se reveló plenamente en Cristo crucificado».
«Seguid sin cansaros el camino emprendido par ser por doquier testigos de la Cruz gloriosa de Cristo –exhortó por último–. ¡No tengáis miedo! Que la alegría del Señor, crucificado y resucitado, sea vuestra fuerza, y que María Santísima esté siempre a vuestro lado».
Al comenzar la lectura del mensaje del Papa, el arzobispo Sandri reveló que el Papa había seguido la celebración eucarística desde su apartamento. Los fieles pudieron ver durante toda la misa la ventana del Papa abierta de par en par con una palma. La temperatura era primaveral, gracias al sol que bañaba el espacio abrazado por la Columnata de Bernini.
Juan Pablo II, que regresó el domingo anterior al Vaticano del hospital Agostino Gemelli para continuar con su convalecencia tras la operación de traqueotomía, no tiene previsto presidir los ritos de esta Semana Santa.
La forma de su participación, por tanto, será una sorpresa día tras día, aunque ya se ha anunciado que impartirá la bendición «Urbi et Orbi» a la Iglesia y al mundo el próximo Domingo de Resurrección.
Durante la misa, en la oración de los fieles se rezó en portugués por Juan Pablo II para que «el consuelo del Espíritu Santo le ilumine y apoye de manera que su testimonio de fidelidad a Cristo sea para todos los jóvenes del mundo ejemplo y modelo del amor supremo por aquél que le ha elegido, en fidelidad continua en su servicio hasta el don de la vida».