CIUDAD DEL VATICANO, martes, 22 marzo 2005 (ZENIT.org).- Las complejidades jurídicas del caso de Terri Schiavo, la mujer con daños cerebrales a la que se le ha quitado el tubo de alimentación en Florida, corren el riesgo de olvidar los hechos: se condena a morir de hambre y de sed a una persona, constata el diario vaticano.

«L'Osservatore Romano» en su edición italiana de este martes recuerda que desde el viernes pasado a esta mujer «no se le niegan medicinas, tratamientos particulares o paliativos, sino lo que por razones elementales de humanidad no se le quitaría ni siquiera al ser más vil y desgraciado».

Este martes, el juez federal de distrito en Tampa (costa occidental de Florida), James Wittemore, rechazó la solicitud urgente de los padres de la paciente para restaurar la sonda que le mantenía con vida.

Por este motivo, se negó a ordenar que sea reconectado el tubo por el cual Terri podría recibir de nuevo alimentos e hidratación.

Según algunos expertos, Schiavo debería morir dentro de una semana o diez días si sigue sin recibir ni líquidos ni alimentos.

Este lunes George W. Bush y las dos cámaras del Congreso interrumpieron sus vacaciones de Semana Santa para promulgar una ley especial que permitía a los Schindler recurrir a los tribunales federales.

La «Ley para aliviar a los padres de Theresa Marie Schiavo» fue firmada por Bush en la madrugada del lunes, poco después de haber sido aprobada por el Senado y la Cámara de los Representantes en sendas sesiones extraordinarias y monotemáticas.

Se espera que los padres de Terri recurran a la decisión de juez Wittemore ante el Tribunal de Apelaciones de Atlanta.

Terri Schiavo, de 41 años, sufrió en 1990 un ataque al corazón que cortó el riego de sangre al cerebro durante un tiempo. Desde entonces se encuentra en un estado vegetativo superficial, con cierta capacidad de respuesta, pero no en coma.

El marido, Michael Schiavo, ha insistido ante los tribunales estatales durante los últimos siete años en pedir la muerte para su esposa a pesar de la oposición de los padres.

«En este intercambio de acusaciones, recursos, sorpresas judiciales, se corre el riesgo de perder de vista el verdadero "meollo" de la cuestión. En un hospital de Miami hay una mujer que está a punto de morir de hambre y de sed», explica el diario de la Santa Sede.

«Una persona --no un "vegetal"-- está muriendo lentamente y el mundo asiste impotentemente a través de la televisión y de los periódicos. Su auténtico drama, en vez de suscitar una oleada de piedad y solidaridad generalizada, es sofocado por la indecente búsqueda de arrogarse el derecho de decidir sobre la vida y sobre la muerte de una criatura humana».

«¿A qué escalofriante mentalidad eugenésica pertenece el principio, según el cual, la vida --aunque esté disminuida o sufriente-- depende de un juicio de calidad expresado por otras personas?», se pregunta el artículo de Francesco M. Valiante.

«¿Quién puede juzgar la dignidad y el carácter sagrado de la existencia de un hombre, hecho a "imagen y semejanza de Dios?», sigue pregustando.

«Los médicos cuya deontología profesional nunca como en este caso debería sacar del cajón de los recuerdos el conocido principio: “to cure if possible, always to care" "curar si es posible, pero prestar asistencia siempre"? ¿Los padres, que dieron la vida a Terri hace 41 años? ¿O el marido, que un día le prometió "amarte y honrarte siempre, en la salud y en la enfermedad" y que hoy se ha convertido en su más frío y despiadado verdugo? ».

«La lenta y desgarradora agonía de Terri es hoy la agonía del sentido de Dios, Señor de la vida. Es la agonía del amor que sabe inclinarse ante quien es frágil y necesitado. Es la agonía de la humanidad», concluye.