CIUDAD DEL VATICANO, martes, 1 marzo 2005 (ZENIT.org).- Desde su habitación del Hospital Gemelli Juan Pablo II reza para que las políticas de desarrollo presten particular atención a los oprimidos.
Así lo lo anuncia la intención general del Apostolado de la Oración, que el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.
La intención general para el mes de marzo reza así: «Para que en sus políticas y programas de desarrollo, los gobiernos de todas las naciones tengan siempre en cuenta a los pobres, marginados y oprimidos».
La sede del Apostolado de la Oración en Roma, al presentar esta intención, ha publicado un comentario preparado por el Consejo Pontificio «Cor Unum» en el que reconoce que «se necesita un oído muy sensible y atento para captar las necesidades reales» de los pobres y «valentía para considerarlos protagonistas verdaderos, dignos de estar en el centro de la escena».
«Las verdaderas políticas de desarrollo deben implicar a todo el conjunto del tejido social, a fin de no crear desgarrones difíciles de remendar. Su meta es proporcionar un impulso suplementario a quien no logra caminar al ritmo de los demás y conseguir que quien va adelante aliente y sostenga a quien se fatiga».
«A veces, los grandes proyectos de cooperación y desarrollo que los gobiernos ponen por obra en los países pobres, corren el riesgo de ser monumentos a la indiferencia si no nacen de la escucha atenta y sensible de las necesidades de los beneficiarios, con la mira puesta en el desarrollo integral de la persona y en su dignidad de ser humano, hecho a imagen y semejanza de Dios», añade el documento.
«No basta limitarse a ayudar a quien padece necesidad; el desarrollo digno de tal nombre debe fomentar los valores que proporcionen realmente beneficios a los individuos y a la sociedad. A veces los programas de desarrollo pretenden estar "libres" de valores; pero, frecuentemente, esta ausencia enmascara presiones ejercidas contra el desarrollo auténtico, que imponen condiciones que resultan ser trabas para la libertad y dignidad del individuo».
«Sólo si los programas se centran en la persona, consentirán a cada uno vivir una vida nueva que le posibilite ocupar el puesto que le corresponde en la sociedad, con plena dignidad y libertad», concluye el comentario.
Todos los meses, el Papa también ofrece sus oraciones por una intención misionera, que en marzo dice así: «Para que en cada Iglesia particular se advierta cada vez más la urgencia de preparar cristianos santos, capaces de responder a los desafíos de la nueva evangelización».
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Mar 01, 2005 00:00