CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 6 mayo 2005 (ZENIT.org).- La Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales, que la Iglesia celebra este domingo, 8 de mayo, recuerda que en ocasiones los conflictos armados tienen su origen en la información deformada sobre la vida de los pueblos.
El lema que Juan Pablo II escogió para esta Jornada, la única que fue convocada por petición del el Concilio Vaticano II, es «Los medios de comunicación al servicio del entendimiento entre los pueblos».
Para ayudar a comprender mejor el mensaje escrito por el Papa Karol Wojtyla en esta ocasión (Cf. Zenit, 24 enero 2005) el Consejo Pontificito para las Comunicaciones Sociales ha difundido un comentario sobre la responsabilidad de los comunicadores como agentes de paz.
En el documento, Juan Pablo II constataba el «potencial enorme» de los medios «para promover la paz y construir puentes entre los pueblos», su capacidad para «enseñar a millones de personas cómo son otras partes del mundo y otras culturas» y alertaba de que «un conocimiento adecuado promueve la comprensión, disipa los prejuicios y despierta el deseo de aprender más».
Un mensaje que, de acuerdo con el dicasterio vaticano, presidido por el arzobispo John P. Foley, invita en particular a los medios «a ponerse al servicio del bien», que en este caso se hace concreto «favoreciendo la comprensión entre los pueblos».
«El Papa nos recuerda que no sólo nuestras acciones, sino también nuestras palabras y cualquier forma de comunicación implican consecuencias –aclara la reflexión–.Toda persona debe prestar atención al modo en que utiliza la palabra, en la forma en que se refiere a las otras personas, en cuanto puede sembrar concordia o conflicto».
«Sobre todo los que ejercen el servicio de la información al gran público –cosa que es un gran privilegio– tienen una responsabilidad especial al respecto», apunta.
Y es que «no pocos conflictos han tenido origen por prejuicios y consideraciones deformadas que un pueblo tiene respecto a otro –cercano o lejano–», y «esta imagen social se crea y se mantiene, en gran parte, sobre la base de la información que llega por los mensajes mediáticos», alerta.
De forma que estos «pueden suscitar un sentimiento de solidaridad y comprensión, o bien de rechazo y antagonismo frente a los demás», subraya. De hecho, en el mensaje del difunto Papa se lee: «Cuando los demás son presentados en términos hostiles, se siembran semillas de conflicto que pueden fácilmente convertirse en violencia, guerra e incluso genocidio».
Por eso el mensaje de Juan Pablo II –añade el dicasterio– «nos sitúa frente a lo que se puede derivar de un uso irresponsable de los medios, particularmente poderosos por su capacidad de influir en el ánimo humano».
Pero también elogiaba el Papa –reconociendo que «los medios pueden conseguir una inmensa cantidad de bien»– «la eficacia demostrada por los medios de comunicación social» refiriéndose «a la gran movilización de solidaridad a favor de Asia» tras el «tsunami», recalca el dicasterio.
Para éste, «esta dinámica comunicativa expresa el punto de encuentro entre una información apropiada y una respuesta personal y social responsable y generosa».
Por eso la invitación que lanzaba el Papa incansablemente «a ser agentes de paz en un mundo sacudido por las divisiones» «se hace aún más insistente cuando se dirige a los hombres y a las mujeres que trabajan en los medios», dice el organismo vaticano.
Y recuerda que el Papa les propone como el más alto ejemplo de comunicación a Jesucristo: «El Verbo encarnado ha establecido una nueva alianza entre Dios y su pueblo, una alianza que también nos une entre nosotros, convirtiéndonos en comunidad. «Porque él es nuestra paz, el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad» (Ef 2, 14)».
«Abatir muros, construir puentes. Estos grandes desafíos de la comunicación se dirigen a todos: comunicadores profesionales y comunicadores individuales, para que nadie influya ni se deje influir por los prejuicios, es más, para que la comunicación pueda convertirse en un vehículo» –y cita el dicasterio a Juan Pablo II– «para fortalecer los vínculos de amistad y amor que son signo claro del naciente Reino de Dios aquí en la tierra».