ROMA, viernes, 24 junio 2005 (ZENIT.org).- La familia, la vida humana y la libertad de educación fueron las tres preocupaciones que Benedicto XVI expuso este viernes al presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi, al visitar oficialmente el Palacio del Quirinal.
El Papa las ilustró al jefe de Estado por considerar que, dado «su carácter universalmente humano», «no pueden dejar de interesar a quien tiene la responsabilidad de la cosa pública».
Al afrontar la «defensa de la familia», el pontífice recordó, que esta institución, «fundada sobre el matrimonio» constituye «un valor importantísimo, que tiene que ser defendido de todo ataque orientado a socavar su solidez y a poner en tela de juicio su misma existencia».
Por lo que se refiere a la segunda preocupación, la vida humana, el obispo de Roma explicó que en ella «la Iglesia reconoce un bien primario, presupuesto de todos los demás bienes».
Por ello, aclaró, pide que «sea respetada tanto en su inicio como en su ocaso, subrayando el deber de adecuados tratamientos paliativos que hagan más humana la muerte».
Por último, Benedicto XVI confesó que le preocupa el que los padres de familia no cuenten con el derecho a poder escoger la escuela que consideran más conveniente para sus hijos.
«Dejando clara la competencia del Estado para emanar las normas generales de la educación, no puedo dejar de expresar el deseo de que se respete concretamente el derecho de los padres a una libre opción educativa, sin tener que soportar por ello un ulterior peso».
En algunos países, como en Italia, las escuelas privadas en general, y las católicas en particular, carecen de ayuda por parte del Estado, haciendo que los gastos educativos recaigan particularmente sobre los hombros del presupuesto familiar. De este modo, se crean injustas diferencias sociales en el acceso a la educación privada, como ha denunciado en varias ocasiones el cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
El deseó que confío el Papa al presidente italiano fue «que los legisladores italianos, en su sabiduría, sepan dar a estos problemas soluciones «humanas», es decir, respetuosas de los valores inviolables que implican».
