COLONIA, martes, 16 agosto 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía que pronunció el cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, durante la eucaristía de apertura de las Jornadas Mundiales de la Juventud en la tarde de este martes, en el estadio «Rheinenergie-Stadion» de Colonia.
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¡Queridas hermanas, queridos hermanos!
1. «¡Cordialmente bienvenidos en la Arquidiócesis de Colonia!». Estamos muy felices de que todos vosotros hayáis venido aquí. Estamos celebrando la primera Jornada Mundial de la Juventud con dos Papas: Con el Papa Juan Pablo II desde el cielo, y con nuestro Papa Benedicto XVI desde la tierra. ¡Qué magnífica fiesta de la fe será esto! Tres semanas antes de su muerte, el Santo Padre me hizo llamar a la Clínica Gemelli y me preguntó: «¿Todavía me esperan en Colonia?». Le contesté: «Santo Padre, seguimos esperando de manera inquebrantable». Y ahora, desde aquí clamamos al cielo: «Santo Padre, Juan Pablo II, ¡te estamos esperando!». Y dirigiéndonos a Roma, decimos: «Santo Padre Benedicto XVI, ¡te estamos esperando!». Teniendo entre nosotros al Simón Pedro de ayer, es decir, a Juan Pablo II, y al Simón Pedro de hoy, es decir, Benedicto XVI, nos fortaleceremos en nuestro camino de la fe, porque Dios le dijo a San Pedro: «Confirma a tus hermanos (y a tus hermanas)» (Lucas 22,32).
Los jóvenes todavía están mucho más cerca al comienzo de su vida que los mayores. Es por esto que en ellos, el origen de su vida que han recibido de la mano de Dios repercute mucho más fuertemente que en los mayores, cuando se trata de buscar la vida verdadera y efectiva. Quien, en esta búsqueda, les da menos que Dios a los jóvenes, nunca les estará dando lo suficiente. Este anhelo de encontrar una vida positiva os ha hecho emprender el camino para venir aquí a Colonia donde queremos aprender de los primeros buscadores de Dios, de los Tres Reyes Magos. Lo que el evangelista san Mateo ha escrito sobre ellos, el Papa Juan Pablo II, hace dos años lo ha escrito sobre La Jornada Mundial de la Juventud: «Hemos venido a adorarle» (Cf. Mateo 2,2).
2. Cada uno de nosotros tan sólo tiene una sola vida. Y en esta vida no se tiene un período de prueba en el que no se tenga responsabilidad. En esta vida, todos empiezan desde un principio como, por decirlo así, usuarios de la vía pública con plena responsabilidad. Por esto, no existe ni vida, ni amor, ni fe, ni muerte en calidad de prueba. Aquí siempre se tratará de algo serio. Aquí siempre tendré que asumir la plena responsabilidad. Esto es algo que en realidad no tengo que volver a decíroslo ya que todos lo sabéis de manera intuitiva habiendo venido de la mano creadora de Dios. Esto os une con todos los jóvenes del mundo entero. En estos días, no os encontraréis como extraños sino como familiares y compañeros del camino de viaje: «Familiares», por el hecho de que todos tenemos el mismo origen que es obra de la mano de Dios, y «compañeros del camino de viaje», porque el anhelo hacia una vida llena de sentido que valga la pena vivir, o sea una vida con Dios, nos ha llevado al mismo camino. La adoración significa, ni más ni menos, que junto con los Reyes Magos, nos acerquemos a la altura de los ojos de Dios, arrodillándonos frente a Él, y, tal como lo hicieron los Reyes, arrodillándonos ante el niño en el pesebre. Dios se ha hecho tan pequeño que cabe en todos nuestros caminos y destinos personales de vida. Pero no seríamos capaces de verlo ahí si anduviéramos por la vida con la cabeza demasiado en alto, sin ver las pequeñeces cotidianas. En el lavatorio de los pies, Dios se hace visible a la altura de los pies de sus discípulos. Dios está abajo. La adoración de rodillas no empequeñece al hombre, sino lo hace grande ya que lo eleva a la altura de los ojos de Dios.
3. En todos nosotros vive el mismo anhelo de alcanzar lo bueno, lo puro, lo grandioso y lo bello. ¿Por qué es esto así? Porque somos reflejos de Dios quien es el mayor de los valores y la pureza en persona. Por esto es imposible que alguien quiera ser malo, impuro y feo. En todos nosotros vive el hambre del amor. Al preguntarle a un hombre no creyente: «¿Quieres que nunca nadie te ame?», éste me respondió: «Eso sería el infierno». ¿De dónde sabía esto sin haber recibido jamás instrucción en asuntos de la fe? Porque todos los hombres provienen de la mano de Dios y a raíz de esta proveniencia llevan dentro de sí un conocimiento intuitivo sobre Dios y sobre su semejanza con Dios. Y porque Dios nunca abandona a ninguno de los hombres aunque éstos declaren separarse de Él, el hombre siempre quedará abierto frente al origen y la meta de su vida. San Agustín ya sabía esto hace 1.600 años, y lo ha resumido en su famosa frase: «Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti».
4. Esta fuerza de atracción interna de Dios ha hecho que los Tres Reyes Magos hace 2000 años emprendieran el camino para encontrar a Cristo, y os ha traído a vosotros hoy aquí a Colonia para buscar y encontrar a Jesús. Él os garantiza un gran futuro, una vida plena. No existe alternativa en relación a Jesucristo. Cuando algunos de sus discípulos se sintieron molestos por las palabras de Jesús, no siguieron el camino junto con él. Luego Jesús les preguntó a los que se quedaron con él: «¿Queréis acaso iros vosotros también?». Y es el primero de los Pedros el que le da una respuesta al Señor que prácticamente es el primer credo y el más corto a la vez, dentro de toda la santa Biblia: «Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna» (Juan 6,68). Esta declaración de san Pedro también es nuestro propio credo: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». El Señor nos dice explícitamente: «Ninguno puede venir a mí, si el padre que me envió no le trajere» (Juan. 6,44). A vosotros, queridas hermanas y queridos hermanos, el Padre os ha guiado. Y esto forma el último motivo por el que estáis aquí en Colonia. Es el resultado de una acción divina llena de gracia. Y os prometo lo siguiente, y os doy mi palabra: Por medio de vosotros, Él seguirá siendo nuestro guía, para que vosotros lleguéis a ser una bendición para vuestro medioambiente, vuestra patria, para el mundo, convirtiendo en la cercanía de Dios, por medio de vuestro empeño, la gran distancia que existe a nivel global entre los hombres y Dios. Porque sólo así, este mundo seguirá siendo habitable para los hombres, que son los hijos de Dios.
Y es por esto, queridos jóvenes peregrinos de todo el mundo, que vosotros sois el futuro de la Iglesia y el futuro del mundo, porque sois los hijos de Dios, las hermanas y los hermanos de Cristo, y templos vivientes del Espíritu Santo. El mundo no vive en primera medida y tan sólo de las cifras de producción, de heladeras, cohetes y otras cosas parecidas, sino que en primera medida vive de su acoplamiento retroactivo con Dios vivo, y, de esta manera, con la fuente de su vida.
La Jornada Mundial de la Juventud 2005 en Colonia, no sólo es un evento de índole católica interna sino que debe afectar al mundo entero. Jesucristo no es un administrador de terrenos cristianos, sino que es el dueño del mundo. Y en estos días, no sólo buscamos a Jesucristo para bien nuestro, sino, en especial, para el bien de nuestras demás hermanas y nuestros demás hermanos, a los que también queremos obsequiar la dicha de la fe en Jesucristo.
Amén.
+ Cardenal Joachim Meisner
Arzobispo de Colonia
[Traducción del original alemán distribuida por los organizadores de las Jornadas Mundiales de la Juventud de Colonia]