COLONIA, jueves, 18 agosto 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI aseguró en su primer encuentro con centenares de miles de jóvenes, congregados en Colonia, en la tarde de este jueves, que la felicidad que buscan en sus vidas tiene un nombre y un rostro, el de Jesús de Nazaret.
«Sólo Él da plenitud de vida a la humanidad», aseguró al leer un mensaje preparado con cuidado desde el barco «Rhein Energie», navegando sobre las aguas del Rhin.
Los chicos y chicas, en clima de fiesta, enarbolando banderas de países de todos los continentes, escuchaban sus palabras desde el mismo barco o desde las orillas del río.<br>
«Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía», les dijo.
«Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo», afirmó en el discurso que leyó en pasajes en alemán, inglés, francés, castellano e italiano.
A bordo del barco iba una orquesta que, en momentos de silencio, interpretó cantos de oración, algunos de ellos compuestos por la Comunidad ecuménica de Taizé. Jóvenes vestidos con trajes típicos de sus países rodeaban al Papa, quien iba acompañado por varios cardenales y obispos.
Cinco barcos escoltaban la nave del Papa trasportando a jóvenes de cada uno de los cinco continentes.
En estas Jornadas Mundiales de la Juventud, el Papa invitó a los muchachos a esforzarse para «servir sin reservas a Cristo, cueste lo que cueste».
«El encuentro con Jesucristo os permitirá gustar interiormente la alegría de su presencia viva y vivificante, para testimoniarla después en vuestro entorno», afirmó.
El Papa dirigió unas palabras especiales a los jóvenes que le escuchaban y que no han recibido el bautismo, así como «a los que no conocéis todavía a Cristo o no os reconocéis en la Iglesia».
A todos les dijo: «dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el “derecho a hablaros” durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso».
Durante los diez kilómetros de recorrido del barco, el Papa se levantó en varias ocasiones para saludar a quienes le aclamaban a su paso. En ocasiones, su rostro no pudo esconder la emoción.
Tras desembarcar en el muelle Hohenzollernbrucke, el Papa se dirigió, acompañado por los jóvenes que llevaban la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, a la catedral de Colonia, donde se conservan desde 1164, según una pía tradición, las reliquias de los Reyes Magos.