La Iglesia Greco-Católica de Ucrania transfiere su sede a Kiev

El cardenal Husar asegura: es una necesidad pastoral

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KIEV, lunes, 22 agosto 2005 (ZENIT.org).- La transferencia de la sede de la Iglesia Greco-Católica de Ucrania de Lviv a Kiev, criticada por ortodoxos, se debe a necesidades pastorales y no al deseo de herir a nadie, ha aclarado el cardenal Lubomyr Husar, cabeza de esta Iglesia.

La transferencia de la sede tuvo lugar este domingo, 21 de agosto. El cardenal Husar celebró en ese día la divina liturgia en una iglesia en construcción en un barrio de la capital ucraniana y lanzó un llamamiento a la unidad entre los cristianos, católicos y ortodoxos.

Unos mil ortodoxos, fieles al patriarcado de Moscú, participaron en una manifestación de protesta, cerca del lugar, contra la transferencia de la sede. La policía impidió el que se acercaran a los católicos para evitar violencia.

Algunos gritaban a través de megáfonos: «Husar, go home», en inglés, o «Uniatas, fuera de aquí». «Uniata» es el término, que con frecuencia tiene un carácter despectivo, con el que ortodoxos se dirigen a los católicos de rito oriental.

Una pancarta se dirigía al presidente del país, Viktor Yúschenko, para alertarle: «No vendas a nuestro pueblo, somos ortodoxos, no queremos uniatas en nuestro suelo».

La presidencia de Ucrania reveló este lunes que para el presidente Yúschenko la transferencia de la sede constituye un «asunto interno» a la Iglesia greco-católica.

En una rueda de prensa concedida el 17 de agosto en Lviv, el cardenal Husar había aclarado que el cambio de sede tiene lugar en respuesta a las necesidades pastorales de su Iglesia y que no busca en ningún momento herir a los ortodoxos.

En respuesta a los ataques, reconoció que esos sucesos deben hacer reflexionar sobre el problema de la división de las Iglesias en Ucrania y deseó que tras lo sucedido se den nuevos pasos hacia la restauración de la unidad primigenia.

La transferencia tuvo lugar según una decisión del cardenal Husar, en virtud del canon 57 del Código Canónico de las Iglesias Orientales. Fue confirmada por el Sínodo de Obispos de la Iglesia Greco-Católica de Ucrania, celebrado en octubre de 2004, y recibió la bendición de Juan Pablo II.

Desde el 21 de agosto el título del jefe de esta Iglesia ha cambiado: de «arzobispo mayor de Lviv», cargo que desempeñaba el cardenal Husar, ha pasado a ser de «arzobispo mayor de Kiev y Halych».

El metropolita Vladimir de Kiev y de toda Ucrania, ha enviado una carta abierta a Benedicto XVI, hecha pública este lunes por el patriarcado de Moscú, en la que pide anular el decreto firmado por su predecesor, Juan Pablo II, que permitía el cambio de sede.

Como argumento, el representante ortodoxo explica que Benedicto XVI, en cuanto alemán, podría comprender mejor la situación ucraniana que Juan Pablo II, de origen polaco.

La Iglesia Greco-Católica de Ucrania pertenece al grupo de iglesias de rito bizantino que reconocen la autoridad espiritual y la jurisdicción del obispo de Roma.

En 1945, Josip Stalin lanzó una campaña para destruir esta Iglesia, declarándola ilegal. Sus propiedades fueron entregadas a la Iglesia ortodoxa y sus sacerdotes pasaron a la clandestinidad. Fue legalizada de nuevo el 1 de diciembre de 1989.

Según el Comité de Asuntos Religiosos de Ucrania, el 1 de enero de 1994, la Iglesia Greco-Católica de Ucrania contaba con 5,5 millones de fieles, 3,328 parroquias, 92 monasterios, 2,051 sacerdotes y 2,721 iglesias .

Esta Iglesia cuenta con representaciones en Rusia, en los países bálticos, en Europa occidental, en América del Norte y del Sur y en Australia.

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ZENIT Staff

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