MILÁN, martes, 30 agosto 2005 (ZENIT.org).- Rosangela Vegetti, periodista milanesa, al regreso de un viaje a Tierra Santa, llamado «Camino ecuménico de paz a Jerusalén» ha escrito el libro «Donde la paz parece imposible. Semillas y señales de esperanza en Tierra Santa», publicado en italiano por Ancora.

En esta entrevista concedida a Zenit, esta escritora, autora de otros libros como «La sonrisa de María», explica lo que en estos momentos está en juego en esa tierra, «pues no es una tierra cualquiera sino el crisol de toda la historia, donde la humanidad se encuentra y se desencuentra con la historia de Dios».

En estos momentos, los cristianos en Tierra Santa no superan el 1 por ciento, reconoce.

--Tierra Santa, ¿sigue siendo «santa», después de tanta sangre esparcida, conflictos y terrorismo cotidiano?

--Vegetti: Aquel pedazo de tierra, prometido por Dios a su pueblo, que Moisés pudo ver sólo desde el monte Nebo sin poder pisarlo al final de la larga peregrinación del pueblo de Israel liberado por la esclavitud de Egipto, sigue siendo la tierra de la promesa de Dios.

Será entonces Tierra Santa hasta el cumplimiento del tiempo y sólo entonces la humanidad encontrará paz y abundancia de frutos para todos. La Jerusalén terrenal recuerda la promesa de Dios de la Jerusalén celeste, promesa de salvación y la llegada del Mesías para el judaísmo, plenitud del Reino de Dios para el cristianismo, puerta hacia el Cielo para el Islam.

Una tierra tan cargada de sentidos eternos para las tres religiones monoteístas que se remontan al patriarca Abraham es, desde siempre, tierra de las grandes contradicciones humanas: violencia, injusticia, crueldad y prepotencia.

Todo se juega sobre aquella tierra, en lo bueno y en lo malo, precisamente porque no es una tierra cualquiera sino el crisol de toda la historia, donde la humanidad se encuentra y se desencuentra con la historia de Dios.

--¿Ha sido fácil encontrar semillas y señales de esperanza en Tierra Santa, o hacía falta excavar mucho?

--Vegetti: Sea en Israel como en los Territorios de la Autonomía Palestina la gente sufre este momento de conflicto, de terrorismo, de continua violencia. Demasiado a menudo las informaciones de los medios de comunicación ofrecen una imagen de gente acostumbrada a la guerra. Pero no es así.

Se da la conciencia de deber combatir ante todo contra la cultura de la violencia, de superar los prejuicios de unos hacia otros: ni todo palestino es un terrorista kamikaze, ni todo israelí está preparado para matar a un palestino porque sea palestino.

De aquí nacen los intentos de crear canales de conocimiento, de comunicación recíproca, de cooperación, más allá y fuera de las estrategias políticas. Esta tierra es un laboratorio de experiencias de diálogo interreligioso y multicultural. Todo está por descubrir.

--Tras haber recorrido el «Camino ecuménico de paz a Jerusalén» junto al Consejo de las Iglesias cristianas de Milán, ¿ha vuelto más optimista que antes?

--Vegetti: Es difícil hablar de optimismo porque las soluciones políticas y militares en tiempos breves todavía son frágiles y contradictorias. Faltan tomas de posición radicales de encuentro y voluntad de paz, más allá de la minoría fundamentalista.

Pero hay un resplandor nuevo, en mi opinión, precisamente en la vida de las personas que se hacen más conscientes de que la complejidad de los problemas no podrá ser solucionada sólo por los instrumentos de la política sino que todos tendrán que encontrar medidas de convivencia mutua.

Dentro de la misma sociedad israelí las diversidades son tales que hará falta construir una paz interior entre los judíos más tradicionalistas y los últimos llegados del Este europeo, e incluso con los numerosos trabajadores inmigrados asiáticos: es un estado que se tendrá que restablecer sobre bases multirraciales y multirreligiosas.

Para los palestinos sólo la superación de las divisiones, que todavía tienen un carácter familiar-tribal en su interior podrá permitir la construcción de un estado unitario democrático. Para poder introducirse en el mundo de la globalización también será necesaria la plena colaboración con el frente israelí; de lo contrario, podría ser una especie de suicidio nacional, es decir, recluirse en el terrorismo sin horizontes de futuro.

--Las comunidades católicas exhortan a los fieles a ir a Tierra Santa en peregrinación. ¿Hay otros modos de ayudarlas?

--Vegetti: La Iglesia católica impulsa a sus comunidades a retomar las vías de la peregrinación en Tierra Santa superando miedos e inseguridades. Como ha demostrado el «Camino de paz» ecuménico, también las demás Iglesias cristianas se sienten comprometidas con la suerte de las comunidades cristianas en Israel y Palestina, porque se da el riesgo de que los cristianos vayan a desaparecer precisamente en la tierra de Jesucristo. La mayoría de los cristianos es de origen palestino, y cada vez es más fuerte el impulso a emigrar para poder sobrevivir y garantizar un futuro a los propios hijos.

Ahora los cristianos en Tierra Santa no superan el 1 por ciento; dentro de poco sólo serán «guardas de museos», como tristemente dicen en aquella tierra los testigos que todavía residen allí. De aquí la responsabilidad de todas las Iglesias cristianas de cargar con los malestares y dificultades de los cristianos de Tierra Santa.

Las peregrinaciones son un modo importante para tocar con la mano la situación y para hacerse próximo a cuántos trabajan y sufren, porque no basta con tocar piedras y reliquias para encontrar hoy a Cristo en las calles de Judea, Galilea y Samaria.

Con mi libro he querido indicar algunas oportunidades a los futuros peregrinos para que puedan ampliar su campo de observación y hacerse protagonistas de encuentros más cercanos con la historia de esas personas y pueblos.