CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 24 agosto 2005 (ZENIT.org).- Benedicto XVI deseó este miércoles que el millón de jóvenes congregados en Colonia se conviertan en heraldos de una «nueva primavera de esperanza» para el mundo.
Como solía hacer Juan Pablo II, su sucesor dedicó la audiencia general de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, a hacer un balance de su primer viaje apostólico internacional a su país natal para participar en las Jornadas Mundiales de la Juventud.
«Que los jóvenes de Colonia lleven consigo la luz de Cristo, que es verdad y amor, y la difundan por doquier», deseó el Santo Padre, quien había venido a Roma en helicóptero desde Castel Gandolfo, donde transcurre estos días de verano.
«De este modo --aseguró--, podremos asistir a una nueva primavera de esperanza en Alemania, en Europa y en todo el mundo».
En su intervención, el Papa fue recordando las imágenes de Colonia que se le han quedado grabadas en el corazón: su primera cita con los chicos y chicas de 193 países, en un barco navegando por las aguas del río Rhin, hasta la imponente vigilia de la noche del sábado en la explanada de Marienfeld y la misa conclusiva del domingo por la mañana.
Recordando que el tema central giró en torno a las palabras «Hemos venido a adorarle» de los Reyes Magos, cuyas reliquias según la tradición se encuentran en Colonia, el pontífice explicó que esos misteriosos personajes de oriente se convirtieron en los «guías para esos jóvenes peregrinos hacia Cristo».
«¡Qué significativo es el hecho de que todo esto haya tenido lugar mientras nos encaminamos hacia la conclusión del Año Eucarístico, convocado por Juan Pablo II!», constató.
En Colonia, recordó, «los jóvenes han encontrado y adorado al Emmanuel, el Dios con nosotros, en el misterio de la Eucaristía y han comprendido mejor que la Iglesia es la gran familia por la que Dios forma un espacio de comunión y de unidad entre todo continente, cultura y raza».
«Jesús se hace nuestro compañero de viaje en la Eucaristía, y en la Eucaristía», aclaró, «produce la “fisión nuclear” en el corazón más escondido del ser».
«Sólo esta íntima explosión del bien que vence al mal puede dar vida a otras transformaciones necesarias para cambiar el mundo», afirmó sintetizando el mensaje que dejó en esos días a los jóvenes.
El Papa recordó también otros de los momentos más emocionantes del viaje, como el que mantuvo con los representantes de las demás iglesias y comunidades eclesiales.
«Deseo que el diálogo, como intercambio recíproco de dones y no sólo de palabras, contribuya además a hacer crecer y madurar esa “sinfonía” ordenada y armoniosa que es la unidad católica», aseguró.
Recordó también «con emoción» la visita a la Sinagoga de Colonia, en la que tiene su sede la comunidad judía más antigua de Alemania, donde recordó «la Shoá, y el sexagésimo aniversario de la liberación de los campos de concentración nazis».
Mencionó también la cita que mantuvo con representantes de comunidades musulmanas de Alemania, a quienes manifestó «las esperanzas y las preocupaciones del difícil momento histórico que estamos viviendo, deseando que se extirpe el fanatismo y la violencia y que juntos podamos colaborar siempre en la defensa de la dignidad de la persona humana y tutelar sus derechos fundamentales».
«Desde el corazón de la “vieja” Europa, que en el siglo pasado, por desgracia, experimentó horrendos conflictos y regímenes inhumanos, los jóvenes han vuelto a lanzar a la humanidad de nuestro tiempo el mensaje de la esperanza que no decepciona, pues está fundada sobre la Palabra de Dios, hecha carne en Jesucristo, muerto y resucitado por nuestra salvación», concluyó.
ÚLTIMAS NOTICIAS
Aug 24, 2005 00:00