CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 3 mayo 2006 (ZENIT.org).- La Tradición apostólica es una cadena viva, cuyos eslabones son hombres que en estos dos mil años han transmitido la fe original de los apóstoles, haciendo que Cristo no sea alguien del pasado, sino que esté vivo entre nosotros; explica Benedicto XVI.
En la audiencia general de este miércoles, en la que sesenta mil peregrinos llenaron la plaza de San Pedro, en una agradable mañana primaveral, el Papa volvió a afrontar el tema de la semana anterior, «la Tradición apostólica», por considerar, como reconoció, que «es de gran importancia para la vida de la Iglesia».
Esta Tradición, comentó utilizando palabras comprensibles para todos los peregrinos, «no es una colección de cosas, de palabras, como una caja de cosas muertas; la Tradición es el río de la vida nueva que procede de los orígenes, de Cristo hasta nosotros, y nos hace participar en la historia de Dios con la humanidad».
La Tradición, aclaró al continuar la serie de catequesis sobre la Iglesia comenzada en semanas pasadas, es «el Evangelio vivo, anunciado por los apóstoles en su integridad, en virtud de la plenitud de su experiencia única e irrepetible: por su obra la fe es comunicada a los demás, hasta llegar a nosotros, hasta el fin del mundo».
De este modo, la Tradición «es la historia del Espíritu que actúa en la historia de la Iglesia a través de la mediación de los apóstoles y de sus sucesores, en continuidad fiel con la experiencia de los orígenes».
Y «esta cadena», pasada de los apóstoles a sus sucesores a través de estos dos milenios, «continúa hasta nuestros días, continuará hasta el final del mundo».
«Así, de manera diferente a los apóstoles, también nosotros tenemos una auténtica y personal experiencia de la presencia del Señor resucitado», aseguró Benedicto XVI
«A través del ministerio apostólico, Cristo mismo llega hasta quien es llamado a la fe, superando la distancia de siglos y ofreciéndosenos, vivo y operante, en el hoy de la Iglesia y del mundo».
«Esta es nuestra gran alegría –reconoció el Papa–. En el río vivo de la Tradición, Cristo no queda lejos, a dos mil años de distancia, sino que está realmente presente entre nosotros y nos da la Verdad, nos dala luz que nos hace vivir y encontrar el camino hacia el futuro».