Obispos de Chile concluyen su asamblea con un llamado a tratar los temas urgentes para el país

SANTIAGO, miércoles, 3 mayo 2006 (ZENIT.org).- Al concluir la 91ª Asamblea Plenaria, el Episcopado chileno estableció al menos cuatro ámbitos que considera urgentes que el país siga desarrollando: el compromiso con el auténtico humanismo integral, la situación del mundo agrícola, el desafío de los pueblos originarios y la construcción de un país en paz y justicia.

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«Por muy complejos que sean los desafíos de la historia, nunca superarán al bien que estamos llamados a realizar, y menos opacar la hermosura de la vida», afirman los prelados en su misiva.

Tras la reunión de cinco días en Punta de Tralca, a la que asistieron todos los obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, su presidente y su secretario general, monseñor Alejandro Goic, obispo de Rancagua, y monseñor Cristián Contreras, obispo auxiliar de Santiago, ofrecieron una conferencia de prensa el 28 de abril.

En ella dieron lectura a la declaración «Vida nueva en Cristo», aprobada por los más de 30 obispos asistentes, en la que dijeron que el desafío prioritario de superar la pobreza es más realizable ahora dados los progresos del país, tarea que «debemos asumir como sociedad toda».

Señalaron cuatro ámbitos que consideraron urgentes de desarrollar: un compromiso por un auténtico humanismo integral, la situación del mundo agrícola, el desafío de los pueblos originarios y la construcción de un país en la paz y la justicia.

Para el progreso humano y social reafirmaron tres principios señalados por el Papa Benedicto XVI, diciendo que son innegociables: la protección de la vida humana en todas sus fases desde la concepción hasta la muerte natural; el reconocimiento y la promoción de la estructura natural de la familia fundada en la unión matrimonial entre un hombre y una mujer; y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos.

Respecto de la situación agrícola señalaron que tienen «serias interrogantes sobre el futuro» debido a la competencia desleal que enfrentan los productores chilenos por los subsidios existentes en otras economías. Destacaron el debilitamiento de los pequeños agricultores y de los campesinos, la precariedad de los temporeros, la incapacidad de asociación y la excesiva concentración de la propiedad de la tierra.

Considerando que aún existe una seria deuda con los pueblos originarios, señalaron dos aspectos que deben ser abordados conjuntamente: el respeto a sus legítimas tradiciones y el apoyo a su integración en la vida nacional. Y afirmaron que sus derechos deben ser tutelados oportunamente.

Ante «el sentimiento de inseguridad que se ha venido instalando en la familia chilena», hicieron un llamado para que las iniciativas de seguridad pública sean ampliamente debatidas, considerando que en los ámbitos de la familia, la educación y el trabajo se encuentran las verdaderas causas de las conductas que generan ese sentimiento. Llamaron a «crear las condiciones para pasar del miedo a la preocupación por el prójimo».

Su mirada sobre los diversos aspectos de la realidad nacional se inspiró en las reflexiones sobre la vida nueva en Cristo, tema central de la Asamblea. En la oportunidad, además de los temas habituales administrativos y de gobierno pastoral, los Obispos analizaron los 50 años de vida de Caritas Chile y resolvieron sus líneas orientadoras hacia el futuro.

Publicamos a continuación el mensaje final de la asamblea.

Vida Nueva en Cristo

Hemos culminado la Semana Santa proclamando que Cristo ha resucitado. Esta es la Buena Noticia que nos llena de esperanza y nos hace exclamar con el Papa Benedicto XVI: “¡La Iglesia está viva y nosotros lo vemos!: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva porque Cristo está vivo, porque ha resucitado verdaderamente!”. Esto es lo que nos impulsa, como Iglesia que peregrina en Chile, a seguir alentando el encuentro de todos con Cristo vivo. Con Él, especialmente presente en la Eucaristía, caminamos juntos por el sendero de la paz, hacia la vida plena y definitiva. En este sentido queremos asumir el gran objetivo planteado por el Papa en el programa para la próxima V Conferencia del Episcopado Latinoamericano: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en El tengan vida”.

Nos alegramos de los avances que nuestra Patria ha venido experimentando en el ámbito institucional, económico, social y político. Sin embargo, sigue pendiente el llamado del recordado Papa Juan Pablo II en su visita a Chile: “Los pobres no pueden esperar”. Este desafío prioritario, que es más realizable ahora dados los progresos del país, lo debemos asumir como sociedad toda. El testimonio de San Alberto Hurtado nos impulsa a ello.

Al mismo tiempo existen algunos ámbitos que consideramos urgentes de seguir desarrollando por el bien del País cuando ya se acerca el Bicentenario de nuestra Independencia Nacional. Entre ellos, compartimos algunos:

1. El incansable compromiso por un auténtico humanismo integral
La vida nueva en Cristo ilumina todos los ámbitos de la experiencia humana. En nuestra Patria son evidentes algunos grandes cambios culturales; algunos son positivos como la mayor conciencia de la dignidad de toda persona. Otros no conducen a una vida más plena, en especial el olvido de Dios o el querer relegarlo a la vida privada, incluso con signos de intolerancia. La experiencia histórica enseña que un humanismo sin Dios se vuelve contra el hombre. Con el Papa Benedicto XVI reafirmamos, entre otros, tres principios que son intransables para un auténtico progreso humano y social: la protección de la vida humana en todas sus fases desde la concepción hasta la muerte natural; el reconocimiento y la promoción de la estructura natural de la familia fundada en la unión matrimonial entre un hombre y una mujer; y la protección del derecho de los padres a educar a sus hijos. Estos principios están inscritos en la naturaleza humana, y por lo tanto son comunes a toda la humanidad. La fe los confirma e ilumina. Esperamos que estos principios sean ampliamente comprendidos y resguardados en nuestra legislación.

2. La situación del mundo agrícola
En el campo chileno se está desarrollando un sistema agrario y agroindustrial de carácter empresarial vinculado a un vigoroso proceso exportador. Las nuevas tecnologías y la apertura a los mercados externos han traído grandes beneficios pero nos plantean serias interrogantes sobre el futuro, entre otras causas, por la competencia desleal que deben enfrentar nuestros productores con los subsidios de otras economías. El nuevo panorama rural ha favorecido la generación de riqueza y nuevas fuentes de trabajo. Es de alentar a los empresarios que las generan y tratan con justicia y dignidad a los trabajadores. Nos preocupan, sin embargo, algunas situaciones que afectan gravemente al mundo rural. Entre ellas cabe mencionar especialmente la realidad de los jóvenes que emigran a la ciudad buscando mejores perspectivas; el abandono del campo, el creciente desplazamiento y la descomposición de la familia que también pierde capacidad de educar y transmitir la fe, el debilitamiento de los pequeños productores, el endeudamiento, la precaria situación de los temporeros, la incapacidad de asociarse y la excesiva concentración de la propiedad de la tierra. Es un imperativo buscar un desarrollo rural sustentable que permita crecer con justicia sin perder nuestras raíces culturales y cristianas, que son elementos básicos de la identidad nacional.

3. El desafío de los pueblos originarios
En la vida de los pueblos originarios destacamos dos aspectos que deben ser abordados conjuntamente: el respeto a sus legítimas tradiciones y el apoyo a su integración en la vida nacional. Más allá de las iniciativas que en los últimos años se han tomado a favor de los pueblos indígenas, cabe señalar que aún permanece una seria deuda con ellos. Muchos han perdido o corren el riesgo de perder sus tierras, a las que han vinculado el sentido de su existencia. Sus derechos deben ser tutelados oportunamente.

4. La construcción de un país en la paz y la justicia
Somos testigos de los esfuerzos y significativas inversiones que se vienen llevando a cabo en
nuestra sociedad con el fin de disminuir el fenómeno de la violencia, de la delincuencia y por ende del sentimiento de inseguridad que se ha venido instalando en la familia chilena. Esperamos que las iniciativas de seguridad pública que se emprendan cuenten con el necesario diálogo social previo, que involucren los ámbitos de la familia, la educación y el trabajo, enfrentando de este modo las verdaderas causas que están generando graves y crecientes conductas de riesgo. Es además necesario crear las condiciones para pasar del miedo a la preocupación por el prójimo. En el contexto de la justicia expresamos nuestra solidaridad con los familiares de personas desaparecidas que, todavía hoy, no logran el consuelo de encontrar a los suyos, o tener la certeza de haberles dado una sepultura digna.

Conclusión
La alegría de este tiempo Pascual nos hace ver que por muy complejos que sean los desafíos de la historia, nunca superarán al bien que estamos llamados a realizar, y menos opacar la hermosura de la vida. Por ello, no debemos tener temor o desconfianzas definitivas sobre el futuro, ya que fortalecidos por la Resurrección de Cristo y la protección de la Virgen María, Madre de la esperanza, seguiremos como creyentes amando y sirviendo a esta tierra, convencidos que el mal no tiene ya la última palabra. Por eso cuantos permanecen aún bajo las cadenas del pecado u oprimidos por el sufrimiento, aguardan -incluso de modo inconsciente- la esperanza del Resucitado: “Yo estaré siempre con ustedes”, dice Jesús.

La Asamblea Plenaria de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile
Punta de Tralca, 28 de Abril de 2006

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ZENIT Staff

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