WAHROONGA, viernes, 2 junio 2006 (ZENIT.org).- El obispo de la diócesis australiana de Broken Bay (www.brokenbay.catholic.org.au) propone una nueva vocación a mujeres que quieran consagrarse, en el celibato, para la atención pastoral de la Iglesia local.
Se trata de una «nueva vocación en la Iglesia» que no debe interpretarse «a la luz de otras vocaciones, como la vida religiosa, el diaconado o el sacerdocio»; «ha de ser definida en sus propios términos», puntualiza el obispo David Louis Walker en su mensaje del pasado mes de mayo.
Un obispo –explica– «es el único responsable del cuidado pastoral del pueblo confiado a él»; «ejerce esta responsabilidad en unión con el presbiterado», así como con la «curia diocesana», y también «es libre de establecer otras estructuras y medios que le asistan en esta misión pastoral».
«Como obispo de Broken Bay, pretendo crear un nuevo medio que me ayude con mi atención pastoral de la diócesis. Proyecto brindar una oportunidad para una nueva vocación destinada a mujeres en la diócesis. Ofreceré a las mujeres una oportunidad para estar más profundamente involucradas en la vida y dirección de la diócesis. Proyecto formar un grupo de mujeres de Iglesia que compartan conmigo la atención pastoral del pueblo de la diócesis de Broken Bay», anuncia.
De acuerdo con el prelado, la iniciativa está «bien fundada» en la doctrina de la Iglesia; y es que el Papa Benedicto XVI, «siguiendo la enseñanza» de Juan Pablo II, «ha subrayado la importancia del papel de la mujer en la Iglesia», y Juan Pablo II «habló del “genio femenino” y su importancia en la Iglesia».
Así, la nueva ruta vocacional en Broken Bay «es una acción positiva para reconocer e incluir este “genio femenino” en la vida y dirección de la comunidad católica», apunta el obispo Walker.
La nueva ruta vocacional se orienta a mujeres solteras, «que practican su fe, sienten una necesidad de estar más involucradas en su Iglesia local y quieren expresarlo en un modo de vida consagrado»; «como hay una gran diversidad de ministerios en la diócesis, una gran diversidad de mujeres pueden presentarse», se lee en la misiva.
«Esta vocación implica una vida célibe» –subraya–; no se trata «sólo de renunciar al matrimonio, sino de una entrega positiva al Señor que se expresa en el servicio a los demás».
Quienes emprendan este camino harían inicialmente un compromiso de un año, seguido de tres más; el período sería eminentemente formativo. Después llegaría un compromiso de otros cinco años, tras los cuales la candidata puede optar por hacer un compromiso de por vida.
Sea cual sea el ministerio al que se dedique, lo importante es que viene de «una persona consagrada que ha hecho un compromiso para atender la diócesis. Su ministerio será una expresión de su consagración», apunta el obispo Walker.
Y hace pública la iniciativa para promover conversaciones y trazar respuestas a partir de aquellas que estén interesadas.
Pero «todos pueden ayudar a este proyecto orando por él», concluye.