CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 junio 2006 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Benedicto XVI antes y después de rezar este domingo a mediodía la oración mariana del Ángelus.

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Queridos hermanos y hermanas:
Hoy, en Italia y en otros países, se celebra la solemnidad del Corpus Christi, que en Roma ya tuvo su momento intenso en la procesión ciudadana del jueves santo. Es la fiesta solemne y pública de la Eucaristía, sacramento del Cuerpo y de la Sangre de Cristo: en este día, el misterio instituido en la Última Cena y conmemorado cada año en el Jueves Santo, es presentado a todos, rodeado por el fervor de fe y de devoción de la comunidad eclesial. La Eucaristía constituye, de hecho, el «tesoro» de la Iglesia, la preciosa herencia que su Señor le ha dejado. Y la Iglesia custodia esta herencia con la máxima atención, celebrándola cotidianamente en la Santa Misa, adorándola en las iglesias y en las capillas, distribuyéndola a los enfermos y, como viático, a cuantos emprenden el último viaje.

Pero este tesoro, que está destinado a los bautizados, no agota su radio de acción en el ámbito de la Iglesia: la Eucaristía es el Señor Jesús que se entrega «por la vida del mundo» (Juan 6, 51). En todo tiempo y lugar, Él quiere encontrarse con el hombre y darle la vida de Dios. Y no sólo esto. La Eucaristía tiene también una valencia cósmica: la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo constituye, de hecho, el principio de divinización de la misma creación. Por este motivo, la fiesta del Corpus Christi se caracteriza particularmente por la tradición de llevar el Santísimo Sacramento en procesión, un gesto lleno de significado.

Al llevar la Eucaristía por las calles y las plazas, queremos sumergir el Pan descendido del cielo en lo cotidiano de nuestra vida; queremos que Jesús camine donde nosotros caminamos, que viva donde vivimos. Nuestro mundo, nuestras existencias tienen que convertirse en su templo. La comunidad cristiana, en este día de fiesta, proclama que la Eucaristía es todo para ella, que es su misma vida, la fuente del amor que triunfa sobre la muerte. De la comunión con Cristo Eucaristía surge la caridad que transforma nuestra existencia y apoya el camino de todos hacia la patria celestial. Por este motivo, la liturgia nos invita a cantar: «Buen pastor, verdadero pan… Tú que todo lo sabes y puedes, que nos alimentas en la tierra, conduce a tus hermanos a la mesa del cielo, en la gloria de tus santos».

María es la «mujer eucarística», como la definió el Papa Juan Pablo II en su encíclica «Ecclesia de Eucharistia». Pidamos a la Virgen que todo cristiano profundice su fe en el misterio eucarístico para que viva en comunión constante con Jesús y sea su testigo válido.

[Tras rezar el Ángelus, el Papa saludó a los peregrinos en siete idiomas. En italiano dijo:]

El martes próximo, 20 de junio, se celebra el Día Mundial del Refugiado, promovido por las Naciones Unidas. Quiero llamar la atención de la comunidad internacional sobre las condiciones de tantas personas obligadas a huir de sus propias tierras a causa de graves formas de violencia. Estos hermanos y hermanas nuestros buscan refugio en los demás países, animados por la esperanza de regresar a su patria, o al menos, de encontrar hospitalidad donde se han refugiado.

Asegurándoles mi recuerdo en la oración y la constante solicitud de la Santa Sede, deseo que los derechos de estas personas sean siempre respetados y aliento a las comunidades eclesiales a responder a sus necesidades.

[Traducción realizada por Zenit. En español, dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, especialmente a los fieles de las parroquias: Inmaculada Concepción, de El Pardo; Nuestra Señora de las Nieves, de Madrid; así como a los estudiantes del Colegio San Antonio de Padua, de Carcagente. Os invito a contemplar y adorar con amor a Cristo, que se nos entrega totalmente en la Eucaristía, para colmarnos de su vida y su gracia. ¡Feliz Fiesta del Corpus Christi!

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