JAVIER (NAVARRA), miércoles, 28 junio 2006 (ZENIT.org).- «Dimensión fundamental y constitutiva de la fe cristiana», la misión no puede detenerse por ninguna situación actual o futura, pero «los desafíos modernos exigen su renovada actuación», advierte el cardenal Crescenzio Sepe.

Hasta su reciente nombramiento como arzobispo de Nápoles, el purpurado italiano ha permanecido cinco años al frente de la Congregación vaticana para la Evangelización de los pueblos.

Tuvo oportunidad de alertar «de la necesidad y de la urgencia de la misión ad gentes en el mundo de hoy» durante su estancia Javier (provincia española de Navarra), «cuna» de San Francisco Javier, con ocasión del V Centenario del nacimiento del patrono de las misiones.

Allí, en el marco de las Jornadas Nacionales de Delegados Diocesanos de Misiones y Directores de las Obras Misionales Pontificias (20-22 de junio), el cardenal Sepe trazó «la actual situación mundial que patentiza la urgencia de la misión», caracterizando aquella «por rápidas y generales transformaciones, por la desestructuración de las sociedades tradicionales, por el fenómeno de la secularización y el renacimiento de un vago sentimiento religioso».

Concretó, entre los nuevos elementos que exigen una nueva respuesta misionera, «el actual proceso de secularización y globalización», que se manifiesta principalmente «en tres ámbitos: económico, medios de comunicación y movimientos migratorios».

El modelo económico global «promueve una sociedad basada en una competición sin piedad» y conduce a una cultura que «tiende a negar la trascendencia y considera los valores religiosos como instrumentales» --cuando no contrarios-- al bienestar de la persona, de forma que se estima «el cristianismo en la medida que contribuye a resolver los problemas materiales de la humanidad y favorece su “progreso”», apuntó.

Considera que esta situación también interpela a la misión: «se trata de asumir el aspecto positivo de la globalización y proponer la novedad de la fe y de la antropología cristiana, para dar un alma y un rostro humano a dichos cambios».

En cuanto a las «posibilidades casi ilimitadas» que ofrecen las nuevas tecnologías aplicadas a los medios de comunicación, el cardenal Sepe admitió la importancia de estar presentes «en dicho areópago moderno».

Pero «debemos tener presente que el medio más eficaz y privilegiado para el anuncio de la fe es el testimonio de la vida y la evangelización inmediata (sin medios), directa, personal, de tú a tú », subrayó.

Contemplando los masivos flujos migratorios desde la perspectiva de la misión ad gentes, de acuerdo con el cardenal Sepe «la presencia en nuestros países de una pluralidad de pueblos no cristianos constituye la ocasión privilegiada para ofrecerles, en el pleno respeto de su libertad, el primer y el mejor servicio que podemos darles: el testimonio del Evangelio y el anuncio de Cristo y del Reino de Dios».

Igualmente la Iglesia está llamada a afrontar –como «una gran oportunidad para un nuevo anuncio de fe»-- «el vacío de ideales y valores, y el crecimiento del relativismo moral y religioso en nuestras sociedades post-cristianas» que, lejos de implicar «la desaparición de lo religioso», «aumenta el interés» «por lo esotérico, la magia, new age, sectas», enumeró el purpurado.

«Para ello --sugirió-- tal vez deberemos dejar esquemas atrofiados e inspirarnos de nuevo en el primer modelo apostólico, modelo que sirve de fundamento y es paradigmático, lo contemplamos en el Cenáculo: los apóstoles están unidos y perseveran con María, en espera de recibir el don del Espíritu».

«Dejarse guiar por el Espíritu --aclaró-- significa caminar por la vía de la santidad. Un renovado impulso hacia la misión ad gentes exige misioneros santos».

Y recordó que «el diálogo interreligioso de ningún modo nos debe hacer perder de vista la necesidad de la misión ad gentes. Nuestro ser cristiano no se limita a creer, rezar y esperar, sino que exige comunicar, difundir y compartir con los demás los bienes experimentados en el encuentro con Dios».

«Esta nueva etapa histórica de la humanidad exige de los cristianos una fe adulta, espiritualmente madura, radicada en el fiel seguimiento de Cristo y de su Iglesia», sintetizó.

Es lo que se necesita para promover adecuadamente la «nueva primavera» de la misión, con la conciencia de que para el cristiano «la verdad es la persona de Cristo». «En nombre de la tolerancia --alertó-- no podemos relativizar la identificación de Jesús con la verdad, pues siempre estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza a quien nos la pida».

E insistió en que en esta «época de grandes cambios culturales, y en un nuevo contexto espiritual», las comunidades cristianas están llamadas, ante todo «a vivir y manifestar su participación en el Cuerpo del Señor», «a ser eucarísticas», pues es el propio Jesús quien declara que si no se permanece unido a Él no se pude hacer nada.

Y es que «la misión es, sobre todo, una experiencia espiritual y no una estrategia, un método o una técnica, pues quien no ha vivido y no vive una profunda experiencia de fe no podrá ser nunca misionero», reconoció.

[El texto íntegro de la intervención del cardenal Crescenzio Sepe está disponible en la web del dicasterio misionero: www.fides.org].