La reglamentación de las sectas, un problema abierto

Celebrado un Congreso en Italia sobre el tema

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SAN BENEDETTO DEL TRONTO jueves, 8 junio 2006 (ZENIT.org).- Monseñor Gervasio Gestori, obispo de San Benedetto del Tronto, Ripatransone e Montalto, Italia, critica el mal uso que se hace del término «tolerancia», afirmando que «no pertenece propiamente a la reflexión cristiana sino que se trata más bien de una postura política».

Lo dijo en su intervención, el 2 de junio, en el Congreso diocesano del Grupo de Investigación e Información Sociorreligiosa (GRIS) «Sectas religiosas. La deriva de la tolerancia».

Monseñor Gestori ilustró cómo el Estado y la Iglesia pueden intervenir para oponerse a la difusión de las sectas.

En este sentido, explicó los diversos tipos de percepción de la religiosidad: «Algunos afirman que la religión es un ‘mal’ y una ‘impostura’ que daña al hombre, humillando su inteligencia y pervirtiendo su espíritu, y por tanto piensan que hay que liberarse ‘de la’ religión».

«Otros –añadió– son indiferentes al hecho religioso y piensan que las religiones son cosas humanas que contienen el bien y el mal; otros consideran que todas las religiones son iguales; otros piensan que la religión es de todos modos un bien; por último, muchos piensan que la verdadera es una sola».

«En la base de la libertad que hay que respetar y de la verdad que hay que buscar, está la dignidad de la persona humana, la cual tiene el derecho de actuar libremente como mejor piensa y tiene el deber de perseguir la verdad de las cosas, porque esta es una exigencia de la razón».

«La persona es algo absoluto y no puede ser obligada por nada y por nadie, mientras que la verdad debe ser buscada y no puede dejar de ser acogida so pena de contradicción», subrayó.

Afrontando el fenómeno de las sectas, el obispo subrayó que debe combatirse «sobre todo con la sana y madura formación de las conciencias personales. Pero se presenta también el problema público de alguna normativa de prevención y represión».
«Las leyes especiales resultarían sin embargo peligrosas –añadió Gestori– porque se correría el riesgo de injerencia del Estado en un campo que no es de su competencia. El Estado no puede definir lo que es una secta y no puede juzgar una doctrina religiosa».

El prelado aclaró que «el Estado debe interesarse por las sectas, y en general por la religión, cuando se trata de orden público, pero no tiene derecho de injerencia en los asuntos internos de un grupo religioso».

Desde este punto de vista, observó, el problema de la reglamentación de las sectas queda abierto y merece que la Iglesia siga atentamente su evolución con el fin de colaborar con el Estado.

Esta reflexión, señaló, debería «evitar que el problema objetivo de las sectas pueda convertirse en la ocasión de injerencias en la vida religiosa, o incluso sólo para contener y reducir al mínimo la relevancia pública del factor religioso».

«Podría revelarse una amenaza para la libertad religiosa y la profesión de la fe, de cualquier fe», explicó.

Por lo que se refiere a la postura de la Iglesia ante las sectas, monseñor Gestori dijo que «hay que tener presente la enseñanza de Cristo de que sólo ‘la verdad os hará libres’».

«De aquí la necesidad de un continuo, fuerte y adecuado empeño de anuncio y de evangelización, para ayudar a los no creyentes a alejarse de credos errados y a acercarse a la vida cristiana, y para conducir a los creyentes a poder gozar de aquella libertad verdadera que nos ha sido donada por el Señor Jesús», concluyó.

El Grupo de Investigación e Información Sociorreligiosa es una asociación de católicos y se constituyó en 1987. Sus fines son promover la investigación, el estudio y el discernimiento, proporcionar información y consultoría sobre religiones y la fenomenología relacionada con ellas.

Además, cuida la formación y la puesta al día de educadores y agentes sobre temas de pertinencia de la asociación.

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ZENIT Staff

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