LA PLATA, lunes, 12 junio 2006 (ZENIT.org).- Denunciando la explotación que padecen trabajadores en el mundo, el presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz alerta de que en las sociedades avanzadas además se dan formas sutiles que vacían de contenido humano la actividad laboral.
«Por un humanismo del trabajo a nivel planetario» es la intervención con la que el cardenal Renato Raffaele Martino inauguró el viernes en Mar del Plata (Argentina) la Semana Social que promueve la Conferencia Episcopal del país sobre el tema: «Formación al trabajo, un instrumento para el futuro».
Las palabras del purpurado recordaron, al hilo de la Doctrina Social de la Iglesia, que la verdadera riqueza del trabajo está en las capacidades humanas, en la inteligencia y en la creatividad de las personas, recoge un comunicado del dicasterio.
Y advirtió de los peligros de hacer del trabajo sólo mercadería, peligros que subsisten todavía hoy hasta en las sociedades más avanzadas.
Al respecto recordó el cardenal Martino que existen grandes bolsas de desempleo, trabajo negro, trabajo de menores, trabajo mal pagado y explotado.
A ello se suman nuevas formas, mucho más sutiles, de explotación de los nuevos trabajos, y aludió al super-trabajo, al trabajo-carrera que a veces roba espacio a dimensiones igualmente humanas y necesarias para la persona, a la excesiva flexibilidad del trabajo que en realidad hace precaria y a veces imposible la vida familiar.
Para el purpurado, si el hombre se aliena invirtiendo medios y fines, también en el nuevo contexto del trabajo actual –cualitativo más que cuantitativo– se pueden dar elementos de alienación, según crezca la participación en una auténtica comunidad solidaria o en cambio aumente el aislamiento en un complejo de relaciones de exasperada competitividad y recíproco extrañamiento.
Subrayó el cardenal Martino que, para un verdadero humanismo en el trabajo, es necesaria una nueva solidaridad entre todos los trabajadores del mundo, y que el verdadero desafío viene de la concurrencia entre países desarrollados y países en vía de desarrollo.
Y es que –aclaró– actualmente el mundo está dividido en tres franjas: la de los países ricos, que sin embargo deben afrontar la concurrencia de los países emergentes, sobre todo del Oriente asiático; la de los países emergentes, que con ritmos de crecimiento muy fuertes irrumpen en el escenario mundial llevando también consigo las propias contradicciones; y la de los países más pobres, que aún no salen de la miseria y del desarrollo.
«No podrá darse de hecho un verdadero humanismo universal del trabajo sin que los trabajadores de estas tres franjas encuentren una nueva solidaridad», advirtió el purpurado.