ROMA, martes, 13 junio 2006 (ZENIT.org).- En la base de la Renovación Carismática Católica (RCC) hay «una gozosa experiencia de la gracia de Dios», que impulsa al fiel a extraer la riqueza del cristianismo no «por constricción o por fuerza, sino por atracción» constata el predicador de la Casa Pontifica
El padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., pronunció estas palabras el pasado Pentecostés en la localidad romana de Marino, donde más de siete mil miembros de la RCC de todo el mundo se dieron cita en un encuentro con el lema «Proclama mi alma la grandeza del Señor».
Organizado por el ICCRS («Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional», www.iccrs.org) en el marco de algunos eventos en preparación de los 40 años de la RCC --que se celebrarán en febrero de 2007--, el encuentro tuvo por objeto celebrar la obra realizada diariamente por el Señor a través del Espíritu Santo.
Al tomar la palabra, el padre Cantalamessa explicó que, en la Biblia, el Espíritu Santo tiene dos modos de revelarse y actuar.
Hay una manera --que llamamos «carismática»-- que consiste en que «el Espíritu Santo dispensa dones particulares» no para el «progreso espiritual» o como «premio de santidad» para quien los recibe, sino para «edificar la comunidad», afirmó.
Y hay un modo de actuar del Espíritu que llamamos «transformante o santificante» --prosiguió--, es decir, «en función de la transformación de la persona», de manera que quien tiene la experiencia sale de ella regenerado y revestido de «una vida nueva».
«Esta acción transformadora del Espíritu es una experiencia, no una idea de la gracia», explicó.
El predicador del Papa expresó que «estos dos modos de actuar del Espíritu Santo que hemos visto en toda la Biblia y en el día de Pentecostés, en nuestro tiempo se han manifestado de modo espectacular en la Renovación Carismática».
De este modo –añadió--, la Renovación Carismática ha hecho «emerger de nuevo en la Iglesia los carismas pentecostales que se habían perdido» y ha sido casi «la respuesta de Dios a la oración de Juan XXIII por un nuevo Pentecostés», elevada por el pontífice al inicio del Concilio Vaticano II.
Entrevistado por Zenit durante el encuentro, el padre Cantalamessa relató su experiencia personal en la RCC y la contribución que esta «corriente de gracia», junto a los movimientos eclesiales, puede dar a la Iglesia y a la sociedad.
--En el Evangelio de Juan, Jesús responde a las preguntas de Nicodemo afirmando que «el Espíritu sopla donde quiere» (Jn 3, 8). En su opinión, ¿es posible interpretar en qué dirección está soplando el Espíritu Santo en su continua irrupción en la historia?
--P. Cantalamessa: En la homilía de la Vigilia de Pentecostés, el Papa dijo algo muy hermoso comentando estas palabras del Evangelio de Juan. Dijo, sí, que el Espíritu «sopla donde quiere», pero aclaró que no sopla nunca de manera desordenada, contradictoria. Por lo tanto, tenemos detrás toda la tradición de la Iglesia, la doctrina de los doctores, el magisterio de la Iglesia para discernir qué carismas son válidos y cuáles no. Puede ser que al inicio haya algunos carismas que hagan mucho ruido, atraigan mucho la atención, pero que luego con el tiempo se revelan en cambio no fundados. La Iglesia es como el agua: recibe todos los cuerpos, pero a los verdaderos, los sólidos, los acoge dentro, mientras que a los otros los deja en la superficie. Los carismas que están vacíos, que son sólo manifestación exterior, se quedan en el exterior de la Iglesia.
--En el contexto actual, ¿cree que los movimientos eclesiales están llamados más bien a un renovado impulso evangelizador, a ser puntas avanzadas del diálogo ecuménico, o a combatir la secularización o la crisis de las familias? ¿Qué aportación pueden dar a la Iglesia?
--P. Cantalamessa: Estoy convencido, como también el Papa ha dicho que está convencido, de que los movimientos son una gracia de la Iglesia de hoy. Una respuesta adecuada al mundo de hoy, al mundo secularizado y a un mundo al que los sacerdotes y la jerarquía no llegan ya, y que necesita por tanto de los laicos. Estos movimientos laicales están integrados en la sociedad, viven junto a los demás. Pienso, por tanto, que tienen una tarea extraordinaria que gracias a Dios no es una utopía para el futuro, sino algo que vivimos ante nuestros ojos, porque los movimientos eclesiales son, sí, las puntas avanzadas de la evangelización, están en las obras de caridad, además de animar un amplio abanico de actividades. Estos movimientos dan a los cristianos una motivación nueva y permiten redescubrir la belleza de la vida cristiana y por tanto les disponen para asumir tareas de evangelización, de animación pastoral de la Iglesia.
--Brevemente, ¿cómo se acercó usted a la Renovación?
--P. Cantalamessa: No me acerqué, Alguien me tomó y me llevó dentro. Cuando oraba con los Salmos parecían escritos para mí desde antes. Luego, cuando desde Convent Station, en Nueva Jersey, fui al convento de los capuchinos de Washington, me sentía atraído a la Iglesia como por un imán y éste era un descubrimiento de la oración y era una oración trinitaria. El Padre parecía impaciente por hablarme de Jesús y Jesús quería revelarme al Padre. Creo que el Señor me hizo aceptar después de mucha resistencia la efusión, el bautismo en el Espíritu, y luego vinieron muchas cosas con el tiempo. Enseñaba Historia de los Orígenes Cristianos en la Universidad Católica de Milán; luego empecé a predicar hasta 1980, cuando me convertí en predicador de la Casa Pontificia.
--En el panorama de tantos y diversos movimientos eclesiales, ¿cuál es la aportación especial que puede dar a la Iglesia la Renovación Carismática Católica?
--P. Cantalamessa: En cierto sentido, somos muy humildes y discretos: no tenemos poder, no tenemos grandes estructuras, no tenemos fundadores, pero la Renovación Carismática Católica es la que, por ejemplo, entre todos los movimientos eclesiales, está más interesada en la teología. En la Renovación Carismática hay, en efecto, un interrogante sobre el Espíritu Santo. De hecho, todos los grandes tratados de teólogos sobre el Espíritu Santo hablan de la Renovación porque no es sencillamente una espiritualidad más junto a las otras, sino que es un nuevo surgimiento de un cristianismo originario que era el de los Apóstoles. Y creo que su objetivo no es tanto sectorial cuanto de animación de la Iglesia. La Renovación no debería llevar a constituir grupos, iglesias. ¡Ay si fuera así! Debería ser, como decía el cardenal Leo Jozef Suenens, una corriente de gracia que se pierde en la masa de la Iglesia.
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Jun 13, 2006 00:00