CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 junio 2006 (ZENIT.org).- ¿Cuál es el secreto de las obras de amor que la Iglesia ofrece al mundo? La Eucaristía, respondió Benedicto XVI este domingo al rezar el Ángelus.
«De la comunión con Cristo Eucaristía surge la caridad que transforma nuestra existencia y apoya el camino de todos hacia la patria celestial», aclaró hablando desde la ventana de su estudio ante los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.
El pontífice dedicó al «tesoro de la Iglesia», la Eucaristía su tradicional alocución de este domingo, en el que en muchos países se celebró la solemnidad del Corpus Christi, aunque normalmente la liturgia prevé esta festividad en el jueves anterior.
La Eucaristía, aclaró, es «la preciosa herencia que su Señor» ha dejado a la Iglesia. «Pero este tesoro, que está destinado a los bautizados, no agota su radio de acción en el ámbito de la Iglesia: la Eucaristía es el Señor Jesús que se entrega “por la vida del mundo”», subrayó.
«En todo tiempo y lugar», Cristo «quiere encontrarse con el hombre y darle la vida de Dios». Por este motivo, aclaró, «la fiesta del Corpus Christi se caracteriza particularmente por la tradición de llevar el Santísimo Sacramento en procesión, un gesto lleno de significado».
«Al llevar la Eucaristía por las calles y las plazas, queremos sumergir el Pan descendido del cielo en lo cotidiano de nuestra vida; queremos que Jesús camine donde nosotros caminamos, que viva donde vivimos», explicó.
«Nuestro mundo, nuestras existencias tienen que convertirse en su templo», alentó el Papa, quien el jueves pasado presidió la procesión eucarística en Roma desde la basílica de San Juan de Letrán hasta la basílica de Santa María la Mayor.
En el Corpus Christi, añadió, la comunidad cristiana «proclama que la Eucaristía es todo para ella, que es su misma vida, la fuente del amor que triunfa sobre la muerte».
El obispo de Roma concluyó pidiendo, por intercesión de la Virgen María, que «todo cristiano profundice su fe en el misterio eucarístico para que viva en comunión constante con Jesús y sea su testigo válido».