BELO HORIZONTE, lunes, 19 junio 2006 (ZENIT.org).- Con la inscripción en el catálogo de beatos del sacerdote holandés Eustaquio van Lieshout (1890-1943) –misionero en Brasil— la Iglesia propone un modelo actual de síntesis entre contemplación y acción apostólica, y dedicación a las almas.
Setenta mil fieles participaron el jueves, en la solemnidad de «Corpus Christi», en la beatificación de este misionero de los Sagrados Corazones de Jesús y de María,
Fue el cardenal José Saraiva Martins –prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos–quien, durante la concelebración eucarística, leyó por encargo de Benedicto XVI la carta apostólica con la que el Papa inscribió en el catálogo de los beatos al siervo de Dios, el padre Eustaquio Van Lieshout.
El arzobispo metropolitano, monseñor Walmor Oliveira de Azevedo, destacó en su homilía el ejemplo de amor y fe del nuevo beato, según recoge el departamento de comunicación de la archidiócesis de Belo Horizonte
Por su parte, el purpurado portugués recalcó la importancia del «mensaje social» del padre Eustaquio en la actualidad. Fue un hombre «que tuvo gran preocupación con los pobres, los afligidos, cuantos sufrían y los niños», apuntó.
De acuerdo con el cardenal Saraiva, ceremonias como ésta representan un estímulo para que los fieles tengan como referencia a personas que la Iglesia considera modelos de humildad y humanidad.
La nutrida participación en el estadio Mineirao –de Belo Horizonte– contó también con medio centenar de obispos y 600 sacerdotes.
Entre los asistentes también estuvieron una treintena de familiares del nuevo beato, llegados de Holanda, así como el padre Gonçalo Belém –de 82 años–, cuya curación milagrosa de un cáncer de laringe hace cuatro décadas ha abierto las puertas a esta beatificación.
Holandés de origen, brasileño de adopción
Infatigable párroco en Brasil, el nuevo beato tuvo que trabajar en un contexto socio-religioso conflictivo. Por su ministerio, hubo numerosas conversiones a la Iglesia católica.
El padre Eustaquio nació en Aarle-Rixtel (Países Bajos) el 3 de noviembre de 1890; fue bautizado ese mismo día con el nombre de Humberto. Miembro de una familia campesina católica, fue el octavo de once hermanos, según la nota biográfica difundida por «Vatican Information Service».
Fue la lectura de la biografía del beato padre Damián de Veuster (belga, apóstol de los leprosos) lo que le impulsó a ingresar en su misma Congregación, la de los Sagrados Corazones de Jesús y de María. Durante el noviciado tomó el nombre de Eustaquio.
En 1919 fue ordenado sacerdote y ejerció el ministerio pastoral en su país hasta 1924. En 1925 llegó a Río de Janeiro.
Desarrolló durante dieciocho años su labor como misionero en Brasil. En abril de 1942 se hizo cargo de la parroquia de Santo Domingo, en Belo Horizonte, donde el 30 de agosto de 1943.
En 1949 sus restos mortales fueron trasladados desde el cementerio a su última parroquia, dedicada a los Sagrados Corazones.
Benedicto XVI autorizó el 19 de diciembre de 2005 la promulgación del decreto de reconocimiento del milagro atribuido a la intercesión del misionero holandés, lo que abrió las puertas a su beatificación.
Pastor de almas
Tanto en Holanda como en Brasil la pastoral parroquial fue la mayor actividad del nuevo beato; sus predilectos, «los pobres y enfermos», según recuerda el superior general de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María –el padre Enrique Losada— en los micrófonos de «Radio Vaticana».
«Se preocupaba de que sus parroquianos no se dedicaran a prácticas “espiritistas” para procurar con tales medios la curación de sus enfermedades, lo que desarrolló en él una particular sensibilidad para poder afrontar con recursos naturales, con la oración y las bendiciones los males que afligían a aquella gente», explicó el padre Losada.
«Buscó siempre distinguir entre salud física y salud espiritual para evitar interpretaciones equivocadas», pero «por una y por otra ofreció su generosa dedicación», subrayó.
Para el superior general de la congregación del nuevo beato, la clave de su camino de santidad y mensaje de actualidad está en que es «un modelo de pastor en quien la contemplación y la acción, la espiritualidad y el servicio apostólico se integran con mucha intensidad».
«Se puede decir –apunta– que el celo por la salvación de las personas a él confiadas fue un elemento esencial» de su vía de santidad y lo que «se manifestó de manera extraordinaria en las curaciones que [con] sus oraciones y bendiciones [se] realizaban en muchas personas que se acercaban a él».
Recordó igualmente que el misionero llegó a ser «muy popular y reconocido como santo por numerosas personas que encontraban en él ayuda y consuelo»; de hecho, las consecuencias de esta fama «fueron para el padre Eustaquio también una cruz que tuvo que aceptar, dado que por cierto tiempo los superiores le apartaron del ministerio público para evitar aglomeraciones y perturbaciones».
Reflexionando sobre la figura del nuevo beato, el padre Enrique Losada considera que también «la búsqueda de los medios y formas adecuadas para hacer llegar el mensaje del Evangelio a todas las personas de cualquier condición es también un testimonio importante para la evangelización de nuestro tiempo».