Sri Lanka: Un obispo acusa a la marina oficial por la masacre en una iglesia

Una persona murió y más de cuarenta resultaron heridas

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PATTIM, martes, 20 junio 2006 (ZENIT.org).- Más de 3.000 civiles estaban refugiados en la parroquia católica de Pesalai (Sri Lanka) atacada con granadas el sábado; los militares culpan a los rebeldes tamiles de la agresión, pero el obispo local y los fieles señalan a hombres de la marina.

De los hechos ocurridos en el distrito septentrional de Mannar se hace portavoz la agencia especializada en el contexto asiático «AsiaNews» (del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras).

Informa de que el 17 de junio un grupo de soldados lanzó una o más granadas dentro de la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria; murió una mujer de 70 años y más de cuarenta personas resultaron heridas.

El portavoz el ejército apuntó a los rebeldes de los «Tigres de Liberación de la Patria Tamil» (LTEE, en sus siglas) como culpables de la agresión. El obispo de Mannar, monseñor Rayappu Joseph, está en desacuerdo: «No había hombres del LTEE cuando los marineros del gobierno corrían enloquecidos por el lugar».

Hablando con la agencia del PIME, un sacerdote de la diócesis expresó: «Según fuentes fidedignas, la granada fue lanzada dentro de la iglesia por un miembro de la marina militar».

Aquella misma mañana, cerca de Pesalai, a lo largo de las costas de Mannar se produjeron fuertes enfrentamientos entre fuerzas de la marina y los LTTE; superaron la treintena las bajas de ambas partes.

«La batalla se estaba produciendo en el mar, mientras que los civiles fueron atacados en la iglesia, que se encuentra cerca de la costa, pero no en la playa», aclaró el citado sacerdote.

«Los combates en el mar duraron menos de media hora, pero fue inmediata la venganza de los hombres de la marina en la población civil del lugar», apuntó monseñor Rayappu Joseph recién llegado de Pesalai, según citan las páginas de «Avvenire» del domingo.

«Cuando los combates ya habían terminado, un grupo marineros empezó a disparar a lo loco contra los pescadores del pueblo matando a cinco»; «pero lo peor fue cuando los marineros atacaron a golpe de granada la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria en cuyo interior desde hace días se habían refugiado al menos tres mil habitantes», lamentó.

Recuerda la agencia del PIME que el jueves pasado, como represalia por un presunto atentado de los LTTE contra la comisaría de Pesalai, la policía bombardeó la poblada localidad. Una de las casas afectadas pertenecía a la familia del padre Jeyabalan Cross, sacerdote de la diócesis de Mannar.

Tras el ataque su familia «estaba aterrorizada y desde entonces pasa la noche en la iglesia», reconoció a «AsiaNews».

El padre Cross es párroco de Illupaikulam, distrito de Vavuniya, limítrofe con el de Anuradhapura, donde también el jueves murieron 64 civiles en el que se considera como el atentado más sangriento desde el «alto el fuego» firmado entre las partes en conflicto en 2002. Colombo culpa a los LTTE; éstos se declaran ajenos a lo ocurrido.

Pero también en Illupaikulam la gente tiene terror. «Estamos cerca de un pueblo cingalés; todos temen posibles venganzas y por la noche casi todo el pueblo acude a dormir a la iglesia», relató el padre Cross.

Todo el fin de semana han proseguido los combates, arrojando un balance de víctimas superior al medio centenar.

El lunes por la mañana, el portavoz político de los LTTE, S.P. Thamilselvan, declaró que si el gobierno sigue atacando y bombardeando el norte, los tamiles se defenderán con todos los medios a su alcance, incluyendo el terrorismo suicida, y golpearán la isla por todas partes, incluyendo la capital, Colombo.

«Temo que la guerra empiece antes de cuanto esperamos. ¡Que Dios nos asista!», alertó el padre Cross.

El combate de los LTTE por la independencia en el norte y este del país estalló en 1983. El resultado: la pérdida de 65 mil vidas, un millón de desplazados y un extenso daño a hogares e infraestructuras públicas, además del recelo entre diferentes etnias y comunidades religiosas.

El enfrentamiento entre cingaleses –la mayoría de religión budista– y la minoría tamil –hinduistas—, que sumió a la pequeña isla del subcontinente indio en dos décadas de guerra civil, prosiguió hasta la firma del citado «alto el fuego» desde febrero de 2002, pero las violaciones de este acuerdo se suceden.

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ZENIT Staff

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