CIUDAD DEL VATICANO, martes, 27 junio 2006 (ZENIT.org).- El pasado 21 de junio fue presentada en preestreno, en el Palacio Valentini en Roma, la exposición «Habemus Papam. Las elecciones pontificias desde San Pedro a Benedicto XVI», realizada por los Museos Vaticanos y por el Centro Europeo para el Turismo, con el apoyo de la Provincia de Roma y en colaboración con numerosas instituciones vaticanas e italianas.
La muestra, que tendrá lugar en las salas del Apartamento de Representación del Palacio Apostólico de Letrán, del 7 de diciembre de 2006 al 9 de abril de 2007, pretende reconstruir, en el transcurso de los siglos, los momentos y los acontecimientos más significativos del complejo ceremonial que desde la muerte del Papa lleva a la elección del nuevo sucesor de san Pedro.
Ya a partir de la Edad Media, la Iglesia había elaborado un ceremonial propio hecho de gestos y acciones rituales para acompañar el tránsito del romano pontífice, cuyos orígenes ahondan en la antigua tradición romana y que fue modificándose hasta encontrar una primera completa codificación en el Ceremonial de Pierre Ameil (1385-1390).
En su conjunto, la exposición ilustrará usos, prácticas y modificaciones del Cónclave, desde su primera institución, que tuvo lugar en 1059 por obra de Nicolás III con el Decreto «In Nomine Domini», hasta su reciente puesta al día en 1996, con la Constitución apostólica «Universi Dominici Gregis», promulgada por Juan Pablo II.
La muestra expondrá una cuidada selección de unas 140 obras de arte provenientes de las más importantes colecciones vaticanas y romanas, subdivididas en cuatro secciones.
Entre las piezas más preciadas y los diversos documentos inéditos están: la carta enviada por los cardenales electores a Pietro de Morrone (luego elegido con el nombre de Celestino V), en 1294, para inducirlo a aceptar el nombramiento al solio pontificio, prestada de modo completamente excepcional por el Archivo Secreto Vaticano; dos tapices de manufactura Barberini que representan el Cónclave de 1623, que llevó a la elección de Urbano VIII (Maffeo Barberini,1623-1644).
La exposición contará con obras de elevado valor histórico y artístico: algunos sarcófagos paleocristianos, ricos vestidos dorados de época romana, la urna relicario de Pascual I, proveniente del Sancta Sanctorum, y otros elementos que se remontan a época medieval.
Enriquecerán la muestra también numerosos retratos pintados de los pontífices, a los que se añadirán elementos de mobiliario como sillas gestatorias, escabeles, tronos papales, las fichas de elección y las bolsas de las llaves del Mariscal del Cónclave, la más antigua e importante dignidad laica pontificia, abolida por Pablo VI en 1963.
Además de las reliquias del pasado, la muestra propondrá también algunas filmaciones de época y rarísimas fotografías de la Capilla Sixtina, material proveniente del Palacio Chigi de Ariccia, del Instituto Luce (de cine) y de los archivos de la RAI (televisión pública italiana).
En la presentación en preeestreno, intervinieron entre otros el cardenal Francesco Marchisano, arcipreste de la Patriarcal Basílica de San Pedro, el arzobispo Francesco Monterisi, secretario de la Congregación de los Obispos del Colegio de los Cardenales, el presidente de la Provincia de Roma, Enrico Gasbarra, y el director de los Museos Vaticanos, Francesco Buranelli.
Al tomar la palabra, el cardenal Francesco Marchisano dijo: «Si esta exposición logra hacer comprender en qué consiste verdaderamente la vida de un pontífice, una vida totalmente a favor de los demás, pondrá de manifiesto no sólo el pasado sino también el presente del Pontificado».
El arzobispo Monterisi subrayó la dimensión espiritual que rodea a toda la ceremonia de la elección: «Quienes asistan a la muestra podrán darse cuenta de la diversidad del Cónclave respecto a cualquier elección civil. El clima que se respira es el de una constante inmersión en lo sagrado y en la oración».
«La elección del Papa es en efecto un rito sacro. A pesar de la clausura, cada cardenal elector siente cercana la oración y la espera de los católicos de todo el mundo. No es un acto aislado del pueblo de Dios. En cierto sentido, es una acción de toda la Iglesia», afirmó el secretario del Colegio de los Cardenales.